Los buenos precios del cereal impulsan a los productores a agudizar el uso de tecnología y de prácticas capaces de potenciar los resultados de los cultivos
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La siembra de maíz temprano avanza a todo vapor en gran parte de la zona núcleo, al contar con suficiente temperatura del suelo y con aceptable humedad acumulada en los barbechos. Con muy buenos precios a cosecha, en los campos de punta se está encarando el cultivo con agricultura de precisión. Por ejemplo, se dividen los lotes heterogéneos en loma de buen potencial, sector bajo y área intermedia, y se desarrollan esquemas productivos diferentes en lo referido a la densidad de siembra y a la nutrición del cultivo.
El esquema de producción tradicional incluía una única densidad de siembra en todo el lote y la aplicación de una dosis inicial de nitrógeno, para asegurar 150-190 kilos por hectárea del nutriente entre lo provisto por el suelo y el agregado por fertilización, con una expectativa de rinde de 100-110 quintales por hectárea según lluvias.
Ahora, los nuevos esquemas incluyen híbridos que requieren aplicaciones escalonadas de nitrógeno: por ejemplo, 60% a la siembra y 40% en V6, sobre todo en suelos no bien provistos de nutriente. Lo mismo se plantea para la fertilización con fósforo, que se fracciona entre una aplicación profunda de base y un complemento con el arrancador.
Sintonía fina
Quienes buscan hilar más fino, llegan a siembras con distintas densidades y dosis de fertilizante de acuerdo con el potencial de cada ambiente del lote. Por ejemplo, se parte del concepto de que se podrían alcanzar alrededor de 145 gramos de producción por planta de maíz en lotes de buen potencial del sur de Santa Fe.
El segundo concepto es que se requieren aproximadamente 2,5 gramos de nitrógeno por planta para alcanzar esa producción. Entonces, para obtener un rinde de 145 quintales por hectárea en el mejor ambiente del lote se deberían lograr 100.000 plantas por hectárea y asegurar 250 kilos de nitrógeno por hectárea entre lo disponible en el suelo, lo agregado por fertilización y la mineralización.
En el ambiente más flojo, que queda muy duro en veranos secos o corre el riesgo de inundarse, se puede diseñar un esquema para obtener alrededor de 90 quintales por hectárea, que exigiría 62.000 plantas y 155 kilos de nitrógeno por hectárea. Con estos esquemas, que seguirán ajustándose en próximas campañas, los productores más tecnificados no van a asignar una tecnología estándar a todos sus lotes, sino que van a desarrollar varios planteos según el potencial de producción y riesgo de cada ambiente de cada potrero.
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