La empresa Pepsico anunció un programa para adoptar prácticas sostenibles en 2,8 millones de hectáreas; cómo se aplica en la región
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Las empresas de alimentos están fortaleciendo los vínculos con los productores para enfrentar un desafío mayúsculo: crear un entorno resiliente para enfrentar el cambio climático. Una de las compañías globales que está en esa tendencia es Pepsico. Recientemente anunció la puesta en marcha de su programa “Agricultura Positiva” por el cual se propone adoptar prácticas de agricultura regenerativa en 2,8 millones de hectáreas a nivel global en alianza con los productores.
El propósito es recuperar la materia orgánica de los suelos, utilizar cultivos de cobertura para mejorar la fertilidad, controlar la aparición de plagas e incrementar la biodiversidad, explicaron.
La meta es reducir en tres millones de toneladas las emisiones de gases de efecto invernadero con un uso eficiente de fitosanitarios y fertilizantes, la agricultura digital y una baja en el consumo de agua. A mediano plazo, la intención es reducir la huella de carbono de los cultivos.
En diálogo con LA NACION, dos directivos de la compañía, Arturo Durán, director Senior de Agronegocios para Latinoamérica, y Guillermo Cascardo, gerente asociado de Agronegocios para la Argentina, explicaron cómo llevan adelante esa estrategia en la región y en el país.
“La gran fortaleza que tenemos es que vemos a los productores como socios estratégicos para tener una relación de largo plazo”, dijo Durán.
El foco hacia una agricultura resiliente en América Latina lo comenzaron a adoptar hace algunos años, primero con el riego. “Muchos países tenían riego por inundación, luego pasaron al riego presurizado de pivote central y ahora, con la microaspersión, estamos acelerando el riego por goteo. Cuando empezamos a ver todo eso, decidimos tener una Latinoamérica unida, con la misma plataforma, obviamente con cambios por la economía y la geografía de cada zona”, añadió.
En esa estrategia, desarrollaron siete campos demostrativos en Brasil, México y la Argentina, este último en Nicanor Otamendi, en el sudeste bonaerense. “Lo que creíamos que iba a suceder está sucediendo”, destacó Durán, en referencia a que el modelo ideal puede llevarse a campo. “Invitamos a empresas de riego inteligente por goteo, de sensores de humedad, de imágenes satelitales y de drones, entre otras. Sacamos los resultados e invitamos a los productores para que comprobaran que la tecnología, más que un gasto, es una inversión”, sostuvo.
Tras esos ensayos, el directivo señaló: “los agricultores nos dicen: consumí entre 25 y 30% menos de agua, incrementé 20% como mínimo mi producción por hectárea, reduje el uso de agroquímicos: es negocio”.
En paralelo al desarrollo de campos demostrativos, viajaron con productores de América Latina a Israel para conocer los últimos adelantos tecnológicos. Al mismo tiempo, pusieron en marcha células de trabajo con 75 personas en toda la región que llevan adelante proyectos de innovación tecnológica. En uno de esos proyectos, trabajan ahora es con Microsoft en una plataforma digital llamada “crop track” que, sobre la base de información sobre el clima y el suelo, realiza predicciones “para tomar decisiones para el futuro”. Comenzaron a aplicarla en México y prevén que en tres años esté disponible en toda América Latina.
Por su parte, Cascardo explica que en la Argentina comenzaron hace diez años a trabajar con Buenas Prácticas Agrícolas y a certificar con las normas Global Gap. También, el 100% de la papa que utilizan está certificada por Rainforest Alliance.
“Vemos que año a año ese objetivo (de la sustentabilidad) se va poniendo más exigente. La agricultura si no es sostenible no nos sirve. Tenemos que cuidar todos los recursos, empezando por el suelo”, señaló.
Al mismo tiempo, el directivo argentino recuerda que fueron pioneros en la adopción de siembra directa en maíz y avena, y que la experiencia de productores argentinos sirvió para agricultores de otras partes del mundo.
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