La escasez de humedad que persiste en muchas zonas agrícolas argentinas obliga a los productores a replantear las estrategias en la implantación del forrajero
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Las limitaciones hídricas están obligando a modificar los planes de siembra de granos gruesos, particularmente de maíz. La estrategia más conveniente en un escenario climático restrictivo parece ser el escalonamiento de las fechas de siembra, en vez de jugarse toda la superficie a maíz temprano o tardío.
Un asesor de Rufino aterriza estas ideas diciendo que “hubo una proporción de lotes destinados inicialmente a maíz de primera que no pudieron sembrarse. En otros casos se pudo implantar una superficie acotada en septiembre, después de un chaparrón, pero con la espada de Damocles de que los cultivos dependerán, en gran medida, de las lluvias durante el ciclo”.
Es un riesgo que no todos están dispuestos a asumir si se considera el alto costo de implantación del maíz, catapultado por el incremento sideral de los fertilizantes. Sucede que en Marcos Juárez y en Amenábar, por ejemplo, gran parte de lotes muestrados para el análisis de humedad mostraban valores del 50-60%. En estos potreros generalmente hubo que colocar la semilla a una profundidad mayor de la habitual, por ejemplo, a ocho centímetros, hasta llegar a la humedad.
Diversificar
Los productores que buscan diversificar riesgos le pusieron algunas fichas al maíz de primera con el perfil semihúmedo de septiembre, pero agregaron otras durante la primera quincena de octubre, que tiene alto potencial de rendimiento en la zona núcleo, pero que exige lluvias durante enero, cuando ocurre la floración.
El escalón siguiente del juego será la siembra de maíz tardío a mediados o fines de noviembre, sobre un cultivo de servicio, y la última bola se jugaría en diciembre, con la implantación luego de un trigo o de una cebada, para conformar un maíz de segunda.
Este esquema diversificado permitiría alcanzar altos rindes con las dos primeras opciones si llueve bien en noviembre y repostar el tanque para los maíces tardíos y de segunda que arranquen con la aguja del marcador todavía en zona de riesgo.
El técnico rufinense entiende que, en un año complicado, es mejor escalonar el plan de siembras y no jugarse todo a un maíz tardío, con siembras concentradas cerca del fin de año, para las que pueden fallar las lluvias de febrero y marzo. Y con las napas a tres metros de profundidad, no hay raíz de maíz que bombee agua a la canopia.
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