Con 23 millones de toneladas de producción, si el recorte no es aún mayor, la oferta de la oleaginosa se habrá reducido a menos de la mitad respecto de la estimación original
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El Decreto 194/2023 (Programa de Incremento Exportador) marcó el inicio de un nuevo dólar soja, en este caso en su tercera edición. Hablar de dólar agro no tiene demasiado sentido porque la oleaginosa sigue siendo la “vedette”, el resto, o se exporta poco o está vinculado también al mercado interno. Cierto es que puede actuar de “resorte” en caso que las liquidaciones por dólar soja no lleguen a cubrir el total de las expectativas. Tengamos en cuenta que el complejo sojero genera cerca del 50% de las exportaciones agropecuarias.
Sin embargo, en esta campaña 2022/2023 el poroto acusa una de las peores cosechas de la historia. Con 23 millones de toneladas de producción (si el recorte no es aún mayor), la oferta se habrá reducido a menos de la mitad respecto de la estimación original. Y aquí reside uno de los problemas más importantes. Como si fuera la mayor de las preseas, se le pide a la soja demasiadas cosas.
Por un lado, la industria aceitera la necesita para seguir “moviendo” ese gigante complejo aceitero en los puertos, el más grande del mundo. En este caso, pensemos que la molienda efectiva total en nuestro país podría llegar solo al 50% esta temporada.
Por otro lado, el Gobierno requiere de sus servicios para poder mejorar el ingreso de divisas y sostener las alicaídas reservas del Banco Central.
Y, finalmente, pero no por ello menos importante, los productores la utilizan como reserva de valor en un año durísimo para este sector.
Disponibilidad acotada
Lamentablemente, ese granito tan preciado no puede estirarse, multiplicarse ni reproducirse hasta el próximo año. Y eso no es bueno para ninguno de los necesitados porque, en definitiva, el problema último y del que nada se dice es simplemente que no alcanza. Estaremos, en todo caso, tratando de “estimular” a un productor que necesita pagar sus deudas como puede, a una industria que por causas de fuerza mayor dejará a sus clientes en el mundo sin aceite y harina y a un Gobierno que, en un año electoral, necesita contar con todos los recursos económicos posibles.
Pero existe un problema aún mayor y tiene que ver con quién es el propietario de la soja. Claramente no es el productor. Este último logrará –en el mejor de los casos– pagar las cuentas. En un país donde cerca del 70 por ciento de la producción agrícola es en campos arrendados, el dueño de la oleaginosa será el propietario de campos que alquila.
La gran mayoría no son grandes terratenientes, sino más bien pequeños empresarios que viven en el interior, inclusive en pueblos chicos de donde son oriundos. Tan es así, que muchos de ellos fueron saliendo del sector productivo o bien porque heredaron las tierras y no saben o no les interesa producirlas, o porque fueron expulsados del sistema. Muchos de ellos llevan una vida relativamente austera.
Y si bien el Ministerio de Economía permite que los pesos que se cobran por dólar soja queden en una cuenta que va a ajustar por dólar linked (atados a las variaciones del dólar oficial), para la gran mayoría eso es “chino básico”.
Menuda tarea tienen este año todos aquellos que de alguna manera se vinculan y dependen de un pequeño y poderoso grano llamado soja.
El autor es socio de Nóvitas SA
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