Mañana se pasa de un arancel fijo de 61 dólares por tonelada a uno flotante, que el gobierno establecerá de manera semanal, y que comenzará en un nivel de 28,1 dólares
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Junio marca el inicio de la cosecha de trigo en el hemisferio norte, con la recolección de las variedades de invierno, que son las que aportan el mayor volumen a la oferta general del grano fino. Esto sucederá en países y zonas comerciales líderes en cuanto a exportaciones, como Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y el bloque del Mar Negro. Y en este inminente arranque formal del ciclo 2021/2022, lo que ocurre en Rusia, el principal proveedor mundial del cereal, marca tendencia sobre el resto del mercado.
Como hecho destacado en ese sentido, mañana las ventas externas rusas de trigo pasarán de tributar un impuesto fijo, que desde marzo pasado resultó de 50 euros por tonelada (unos 61 dólares), a un sistema de aranceles flotantes que el Gobierno fijará de manera semanal según una fórmula ligada a los precios de exportación que reportan los comerciales y que comenzará en un nivel de 28,1 dólares por tonelada.
“Esta transición de 61 a 28 dólares por tonelada es probable que impulse las exportaciones rusas de trigo en junio –la nueva cosecha comenzará hacia fines de mes– y que genere un efecto bajista limitado sobre los precios internacionales”, dijo a LA NACION desde Moscú Andrey Sizov, director General de la consultora rusa SovEcon.
Acerca del desempeño de las exportaciones de Rusia tras la imposición de aranceles, Sizov señaló que “las ventas se ralentizaron en la segunda mitad de la temporada comercial, ya que si bien el rublo se devaluó respecto del dólar, esa devaluación no alcanzó a compensar totalmente el impacto del arancel. Esto lo vemos en el hecho de que desde una estimación de 40 millones de toneladas que teníamos para las exportaciones de la campaña 2020/2021 antes de la medida oficial, ahora las calculamos en 37,70 millones”. El volumen de la cosecha rusa fue de 85,90 millones de toneladas, según SovEcon.
Los aranceles a las exportaciones de trigo –también quedaron gravados otros cultivos, como maíz, girasol, soja, colza y la cebada– fueron reintroducidos por el gobierno de Vladimir Putin en febrero último y se los presentó como una medida tendiente a morigerar el aumento del valor de los alimentos.
–¿Tras la imposición del arancel a la exportación de trigo y de otros granos se logró el objetivo buscado por el gobierno, de bajar el costo de los alimentos?
–El nivel del Índice de Precios al Consumidor es más bajo que el que sería sin el impuesto, pero el efecto general de la medida es muy limitado.
–En la Argentina, en torno del trigo y de su impacto sobre el pan, se debate la incidencia del grano sobre el valor del producto al consumidor y desde el sector agropecuario se sostiene que esa incidencia ronda el 13%, ¿cómo se da esta discusión en Rusia?
–En los mismos términos, aquí el grano representa alrededor del 10% del precio minorista del pan. Hoy la inflación de los alimentos, que muestra un aumento interanual cercano al 7%, resulta un gran problema para las autoridades, que están preocupadas por las elecciones parlamentarias de septiembre.
–¿Hubo alguna reacción del sector agropecuario ruso en estos meses tras la imposición de aranceles?
–Nada, hasta el momento sin protestas que, en rigor, creo que no se darán. Las especulaciones en cuanto a que el gobierno levantará los impuestos están muy extendidas entre los agricultores, aunque en mi opinión son solo ilusiones.
–¿El nuevo impuesto tuvo alguna repercusión sobre la producción de trigo?
–No, eso recién se podrá evaluar en la campaña 2022/2023. En el momento en que se impuso el arancel el trigo de invierno ya estaba sembrado y, luego, los buenos precios internacionales que tuvo el trigo, que en rublos fueron récord –los granos en Rusia se comercializan con la moneda local, no con el dólar–, y la necesidad de resembrar áreas de trigos de invierno que fueron dañados por el mal clima, impulsaron la siembra de primavera, que representa cerca del 30% de la oferta total.
Sizov señaló que en los últimos días, en la previa del paso del arancel fijo al flotante, que como se explicó anteriormente implicará –al menos en su primera semana de vigencia– una caída a casi la mitad, los precios internos del trigo comenzaron a recalentarse en el mercado interno. “La oferta doméstica es limitada y los molinos están cortos de mercadería y a esto hay que sumar que la cosecha podrían demorarse un poco debido al desarrollo más lento que tuvieron los cultivos en este ciclo”, explicó.
Perspectivas 2021/2022
La semana pasada, SovEcon redujo su estimación para la nueva cosecha de trigo en Rusia de 81,70 a 80,90 millones de toneladas, frente a los 85,90 millones de la campaña precedente. Este recorte fue consecuencia de un ligero ajuste sobre el área sembrada con variedades de invierno y de la desmejora en el estado del trigo de primavera. Las exportaciones del nuevo ciclo, en tanto, fueron calculadas hoy por la consultora en 36,60 millones de toneladas.
“Las condiciones climáticas primaverales fueron favorables para los cultivos de invierno. Sin embargo, ahora hay un gran interrogante sobre la cosecha de trigo de primavera. En muchos casos, los productores sembraron sobre tierras con déficit de humedad, con la esperanza de ver lluvias pronto, pero las perspectivas meteorológicas actuales siguen siendo decepcionantemente secas”, señaló Sizov.
En cuanto a la previsión de exportaciones inferiores a las de la campaña precedente, según el entrevistado, el condicionante no solo será la menor cosecha, sino también al aumento esperado del consumo interno de trigo forrajero en medio de un crecimiento del sector ganadero, “que se convertirá en el principal beneficiario de los impuestos a la exportación de cereales. Este sector puede mostrar un aumento interanual en su producción de entre el 2 y el 3%”.
Como limitante adicional para las exportaciones Sizov apuntó la posibilidad de ver ventas relativamente lentas de parte de los productores en la primera mitad de la temporada comercial, por el hecho señalado anteriormente, de la expectativa puesta en que el gobierno resuelva quitar los aranceles a la exportación. Y, por último, destacó que Rusia tendrá en la campaña 2021/2022 una mayor competencia en el mercado del trigo por la oferta creciente de la Unión Europea y de Ucrania. Para este último país, que con Rusia y Kazajstán forman el triunvirato de proveedores del trigo de la zona del Mar Negro, SovEcon proyectó una cosecha de 28,60 millones de toneladas, por encima de los 24,90 millones del ciclo anterior.
Cabe señalar que tanto la cifra de cosecha como la de exportaciones que hoy maneja SovEcon para Rusia son inferiores a las pronosticadas por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) en su informe de mayo, de 85 y de 40 millones de toneladas, respectivamente.
Acerca de las perspectivas para el mercado internacional de trigo, Sizov argumentó que si bien los precios podrían bajar en la medida que vaya ingresando en el circuito comercial la nueva cosecha del hemisferio norte, “cualquier interrupción en los suministros podría conducir a un aumento sustancial de los precios, ya que el balance de oferta y demanda continúa siendo bastante ajustado”.
Agregó que uno de los mayores hechos alcistas de la campaña 2020/2021, que fue el incremento de las importaciones chinas de trigo –pasó de comprar 5,38 a 10,50 millones de toneladas–, que ya ubicaron a ese país como el segundo mayor demandante del grano fino solo detrás de Egipto, “permanece en la agenda de la nueva temporada, por lo que seguiremos de cerca sus compras. Además, estaremos observando el clima en el hemisferio norte, que no es amigable para el trigo de primavera en Rusia y en América del Norte, y la chance de que la menor oferta de maíz de Brasil incremente la demanda de trigo forrajero”. En ese sentido, y con la expectativa de un sinceramiento de las cifras, Sizov señaló que el USDA actualmente prevé una cosecha de maíz brasileño casi 10 millones de toneladas por encima de los pronosticadores del país sudamericano. En efecto, el volumen proyectado por el USDA en su reporte de mayo fue de 102 millones de toneladas, contra un rango de estimaciones privadas que va de 91,50 a 96 millones.
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