En un contexto internacional con valores en máximos históricos, la nueva campaña local del grano fino se encuentra cruzada por demasiados condicionantes
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Sin duda alguna, las cotizaciones en Chicago contienen hoy no solo el tradicional “premio climático” de esta época del año, sino también un “premio bélico”. Así, es muy complejo determinar si estos niveles de precios se compadecen con el actual cuadro de situación mundial. Un cuadro signado por la guerra en Ucrania; la eventual disrupción del flujo físico (y por consiguiente comercial) por el Mar Negro; el clima en Estados Unidos (definición de rindes en maíz y soja en los próximos 60 días), y por un posicionamiento de los “fondos” amenazante (muy comprados en maíz).
Todo ello, en nuestra opinión, con “fundamentals” del mercado claramente alcistas, pues los stocks estadounidenses (verdadero “termómetro” de los precios) son muy ajustados para el cierre del actual ciclo 2021/2022 y también lo serán para quince meses vista (fin de la campaña 2022/2023).
Las proyecciones del USDA para el nuevo ciclo son, en nuestra opinión, algo optimistas en materia de niveles de producción. No solo para Estados Unidos, sino también para Sudamérica, región para la cual se pronostican aproximadamente 40 millones de toneladas de soja por encima de este año. Si bien el ciclo 2021/2022 resultó castigado por la doble Niña, es necesario considerar la eventualidad de una repetición del fenómeno meteorológico.
En semejante contexto, la inflación mundial se ha convertido en un tema muy preocupante con el índice de la FAO para el precio de los alimentos en niveles nunca vistos. Se evalúan decisiones que como mínimo derivarán en paquetes de ayuda alimentaria y medidas de ayuda humanitaria por parte de los países más desarrollados.
En tal sentido, el papel de la Argentina es penoso. Siendo un país estructuralmente exportador como ningún otro y absolutamente excedentario en trigo, maíz, girasol y soja mostramos mercados cerrados, intervenidos y productos gravados con derechos de exportación inadmisibles. Claramente no estamos a la altura de las circunstancias.
Mientras tanto, el productor argentino también debe lidiar con la crisis por el desabastecimiento de gasoil, con 19 provincias donde no se consigue combustible o se administra en pequeños cupos.
En simultáneo, nuestros “farmers” deben acostumbrarse no sólo a definir si los niveles de precios para 2023 son atractivos o no, sino también a considerar si son los que corresponden. Para ello es necesario buscar referencias. En primer lugar, las cotizaciones en Chicago. Luego, los precios FOB en el Golfo de México.
Considerando dichas “señales”, los valores forward para 2023 en los casos de la soja y el maíz no solamente son atractivos, sino también razonables y se ubican en niveles que estadísticamente son correctos.
En trigo la historia es otra. La falta de oportunas lluvias plantea reparos sobre el área a sembrarse, al tiempo que el FOB índice que define el Ministerio de Agricultura de la Nación no se corresponde con ningún parámetro aceptable. Dicho en criollo, se está permitiendo fijar cupos de exportación para el nuevo ciclo a precios que no pueden ser explicados. Ello no solo va a generar pérdidas al país por menor ingreso de divisas, sino que también derivará en una menor recaudación por derechos de exportación.
El autor es presidente de Nóvitas SA
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