La cadena se enfrenta con uno de los retos más grandes del siglo XXI y la solución parece ser el trabajo colaborativo
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“El sistema alimentario está integrado por todos los componentes de la cadena que agregan valor antes de que el plato llegue a la mesa en los hogares. Del productor agropecuario, la distribución, la elaboración en las fábricas, el arco político que da regulaciones a esta cadena, los supermercados, el consumidor hasta el tratamiento de los desechos”, comenzó definiendo Axel Labourt, presidente de Corteva Agriscience de la Región Cono Sur, en el encuentro “El nuevo sistema alimentario. Del campo a los hogares”, organizado por LA NACION.
La visión sistémica de la cadena presenta el desafío mundial de “trabajar coordinadamente entre todos para incorporar lo que el consumidor pide todos los días en cada uno de estos eslabones”, aclaró, en diálogo con José Del Rio, secretario general de Redacción del diario y moderador del evento.
Con el foco en potenciar el producto agropecuario y ayudar al productor para agilizar la cadena, el representante de la compañía que se dedica enteramente a la agricultura dio a conocer que en el tiempo récord de dos meses lograron, de la manos de Pepsico, mapear el genoma de la avena: un cereal muy nutritivo e importante en la dieta humana.
El objetivo es entender cómo este alimento interactúa con el medio ambiente, el cambio climático, la sequía, el exceso de agua, su susceptibilidad a enfermedades y pestes, desde las empresas se proponen hacerla más resiliente. De esta manera, trabajan “desde el inicio de la cadena junto al productor para traer alimentos más sostenibles en el tiempo”, añadió.
La sustentabilidad, un factor indispensable en la actualidad
Contemplando que “la sostenibilidad es entender cómo lo que hacemos en el día a día impacta en el medio ambiente y en el uso de recursos naturales”, el ejecutivo enumeró los cuatro pilares en los que se basan sus metas para 2030: el trabajo con la comunidad, la reducción de la huella de carbono en sus operaciones productivas, la mejora de la salud del suelo y la política de trabajo que asista al productor agropecuario a producir de forma más sostenible.
Un ejemplo concreto de acciones sustentables es su colaboración con Seeds Energy, una empresa que recibe de 10.000 camiones de biomasa de descarte al año y que después convierte en biogás para generar fertilizantes como subproductos en el proceso, y que Corteva vuelve a utilizar en la producción. “Esto ayuda a reducir residuos, eliminamos 17.000 toneladas de dióxido de carbono al año y generamos electricidad para la matriz eléctrica de la Argentina”, especificó Labourt.
Los fenómenos climáticos como inundaciones y sequías que copan los medios del mundo día a día son un problema para el productor agropecuario y para la capacidad del sistema alimentario en sí. Por eso, el ejecutivo llama entonces a entender el impacto de las actividades diarias en el medio ambiente y la sostenibilidad para así poder anticiparse a estos fenómenos naturales y mantener la producción de forma consistente a lo largo del tiempo. En esta línea, Labourt recomienda que haya una red global entre países como estrategia para tener capacidad de respuesta frente a manifestaciones climatológicas.
“La tarea pendiente en el país es hacer un diagnóstico de seguridad alimentaria, que es cómo nos aseguramos de poner alimentos nutritivos y accesibles para todo el mundo, para entender qué parte de la cadena puede mejorar”, concluyó.
La seguridad alimentaria en la región
Del encuentro también formó parte Marcio Zanetti, director general de The Economist Intelligence Unit para Brasil, quien presentó el índice global de seguridad alimentaria. La herramienta tiene como finalidad comprender el déficit alimentario en el mundo, tomando en cuenta que en esta problemática intervienen características de nivel cultural, ambiental y geográfica.
El índice considera cuatro factores que se conjugan con los recursos naturales y la resiliencia en 113 países en todo el mundo. La asequibilidad, que busca mensurar la capacidad de compra de alimentos por las poblaciones de los países; la disponibilidad, que mide la capacidad de los países en suministro de alimentos a sus poblaciones; la calidad y seguridad, que buscan analizar las políticas públicas para asegurar niveles de calidad de los alimentos; y los recursos naturales y la resiliencia, que escanean los riesgos que cada país tiene frente a cambios ambientales enfrentados en los últimos años.
La huella de la pandemia en los sistemas alimentarios
Un aspecto a destacar sobre el informe regional que examinó a 19 países de América Latina es la manera en la que el Covid-19 generó un importante impacto en los sistemas alimentarios. Zanetti subrayó que el reporte “indica que la pandemia también puso de manifiesto las limitaciones en la capacidad de los problemas de la red de seguridad alimentaria, que provocaron importantes alteraciones en ese indicador” y que " la seguridad alimentaria mundial disminuyó por segundo año consecutivo”.
En cuanto a los desafíos del sistema alimentario de la región, como el aumento de los precios de los alimentos, la inflación y la recesión económica, el reporte señala que fueron significativamente afectados por la emergencia del coronavirus.
A su vez, manifestó que la pandemia también expuso las limitaciones de capacidad de los problemas de redes para brindar seguridad alimentaria de manera efectiva y añadió: “La mayoría de los países de América Latina adoptan cierta suficiencia en el suministro de alimentos y hay una dependencia limitada de la ayuda alimentaria crónica, con la excepción de Haití. Varios países tienen una estrategia nutricional operativa y la mayoría de los países ha implementado el etiquetado nutricional y la vigilancia del estado nutricional de la población”.
A modo de conclusión, cerró diciendo que la región logró “un sólido desempeño” en seguridad alimentaria, ayudado por los altos niveles de educación y acceso a agua potable, que se encuentran por encima del promedio mundial. “Las precipitaciones irregulares y las temperaturas por encima del promedio, entre junio y julio de 2019, llevaron a un segundo año consecutivo de fracaso de cosechas en el corredor seco de la región”, completó.
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