Solapadas por los sucesos en la zona del Mar Negro o por la tensión entre China y Taiwán, la caída de stocks en EE.UU. y la incierta evolución de la campaña 2022/2023 en Sudamérica suman influencia en la formación de los precios
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En los últimos dos meses, la atención de los operadores en Chicago se fue centrando en el contexto. Esto es, el acuerdo sobre un corredor cerealero marítimo seguro en Ucrania, la creciente tensión entre China y Taiwán, la política de “cero Covid” en China y, por supuesto, en la agresiva postura de la Reserva Federal estadounidense (FED, por sus siglas en inglés) y del Banco Central Europeo para controlar la inflación vía incrementos fuertes y consistentes en la tasa de interés.
En este último caso, la FED, en palabras de su titular, Jerome Powell, dijo: “Vamos a aplastar a la inflación”, lo que implica que muy probablemente la postura sobre una política monetaria contractiva vaya a continuar de forma agresiva. Si a todas estas variables de gran impacto, por cierto, le sumamos la creciente preocupación por la economía china y su trascendencia en la demanda futura, pareciera razonable entender porque al mercado le cuesta “levantar cabeza”.
Pero también existen, subrepticiamente, factores importantes en dirección inversa. En tal sentido, no solo el reconocido tour de especialistas que recorre el midwest estadounidense, sino también especialistas agrónomos como Michael Cordonnier, evalúan la cosecha estadounidense de soja y sobre todo la de maíz en niveles inferiores a los proyectados por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. De tener razón, tanto la relación stock/consumo de la oleaginosa como la del forrajero terminarían el ciclo comercial 2022/2023, exactamente dentro de un año, en el orden del 5%. Y ese número es claramente muy bajo.
Pero eso no es todo. Si bien la demanda china podría “aflojar” como consecuencia del impacto económico de la política de “cero Covid”, la importante sequía que “azota” esa región del planeta –como también a otras– podría consumir sus stocks estratégicos de reserva, generando mayores importaciones futuras. Claramente Estados Unidos con ese nivel de reservas poco podría hacer para paliar dicha eventualidad.
Las estimaciones del USDA para la cosecha sudamericana de maíz y de soja están proyectadas en niveles récord. Con 193,5 millones de toneladas de maíz y con 215,7 millones de toneladas de soja, el dato es alcista por antonomasia. Puesto que la probabilidad de lograr ese nivel de producción con los actuales costos y con un escenario climático incierto resulta de por sí difícil, la posibilidad de que sea aún mayor y que se transforme en un factor de impacto bajista es prácticamente imposible.
Pero sí es mayor la factibilidad de que sea menor a esos niveles récord previstos. Es en ese contexto donde los bajos stocks estadounidenses y la sequía en China cobran un singular protagonismo. Nuevamente, apelamos a la consecución de estrategias comerciales lo suficientemente flexibles para poder cubrir de forma amplia el espectro de posibilidades futuras.
El autor es socio de Nóvitas SA
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