Resultan difíciles de digerir las estimaciones que el USDA hace sobre las cosechas locales de maíz y de soja, con 55 y con 49,50 millones de toneladas, respectivamente
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No resulta todo los mismo. Si bien cuando hablamos del clima en Sudamérica nos referimos a los principales países productores (léase Brasil y Argentina), la región es tan vasta que las vicisitudes meteorológicas van cambiando tan rápidamente como cambia el paisaje. En esta oportunidad, no solo somos noticia por haber salido campeones del mundo en mundial de futbol, sino también por el impacto que está generando la sequía sobre nuestros cultivos.
Y no es todo lo mismo, ya que en Brasil la situación resulta un tanto diferente. No es que no tengan problemas productivos, solo que los tienen en una escala mucho menor. En Uruguay la situación también es distinta. “No sobra nada”, me hacía mención un productor de la zona de Mercedes en el vecino país, a lo que agregaba: “Pero los cultivos todavía aguantan y venimos de una muy buena cosecha de trigo, de cebada y de colza”. Totalmente contrapuesto a lo que está ocurriendo con la cosecha de trigo en la Argentina.
Y, en este sentido, parecieran difíciles de digerir las estimaciones que el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) continúa sosteniendo para nuestro país en materia productiva. Lo que ellos estiman en 55 millones de toneladas como producción de maíz podría llegar actualmente a los 45 millones de toneladas si el clima acompaña a partir de ahora.
En el caso de la soja, frente a los 49,50 millones de toneladas proyectados por el USDA otras empresas estimadoras internacionales, como Oil World, creen que la producción no llegaría a los 40 millones de toneladas y manejan guarismos incluso menores.
Es dentro de ese contexto que los stocks mundiales de ambos productos terminarían siendo menores a los actualmente previstos para la temporada 2022/2023. Porque en definitiva Sudamérica es el último eslabón de oferta en el final de cada ciclo. Sin ningún otro país que pueda “torcer” el rumbo de esta última variable, la única manera que las existencias finales globales no se vean reducidas sería por una caída de la demanda.
Acabamos de ingresar en el verano austral y el “partido” recién está comenzando. El problema es que venimos perdiendo por goleada en materia productiva, justo antes de empezar. La pregunta perspicaz está vinculada a cómo nos vamos a manejar desde el punto de vista comercial. ¿Vendemos, frente a precios que nominalmente resultan tentadores? ¿No hacemos nada, observando el panorama más arriba descrito? O ¿buscamos algo intermedio que nos genere “pisos” de precios pero que mantengan una buena “performance” ante una suba de las cotizaciones?
La respuesta es simple: no se puede recomendar “vender” con todo el mercado climático por delante. No se puede “no hacer nada” si entendemos que nuestro negocio es una actividad netamente productiva con resultados económicos fácticos.
El filósofo Immanuel Kant dijo alguna vez que “la inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar” y es claramente muy cierto. Lo que no dijo Kant es que las decisiones son las que, sin lugar a duda, pueden reducir la incertidumbre. Seamos, pues, inteligentes a la hora de decidir. ¡Feliz Navidad!
El autor es socio de Nóvitas SA
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