La mejora económica de los productores dependerá de la futura evolución de los precios internacionales y de lograr mayores grados de eficiencia para alivianar el costo creciente de sus empresas
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Esta semana tanto el presidente de la Nación, Javier Milei, como el ministro de Economía, Luis Caputo, volvieron a confirmar la política cambiaria y a defender el actual valor del dólar, dando fundamentos al supuesto “no atraso” del mismo. Asumiendo que fuera así, vemos que los costos crecen mensualmente muy alejados del nivel mensual de la divisa oficial.
En mi carácter de analista de mercados, y sin ser economista, veo que el dólar oficial se ajusta al 2% mensual, en un movimiento conocido como crawling peg, mientras que la inflación mensual corre muy por arriba del 2%.
Los índices de precios al consumidor y mayorista acumularon alzas superiores al 70 y al 50% desde diciembre, respectivamente, mientras que el dólar oficial lleva acumulado un 10% de aumento.
La suba del IPC es consecuencia del aumento de tarifas, salarios, servicios y de combustibles, y de impuestos provinciales y municipales. Todos estos ítems impactan en el incremento de los costos de las tareas de los productores agrícolas.
Entonces, vemos que los productores venden su cosecha a precio internacional, con el dólar oficial cuyo valor se aleja de la realidad operativa, sufriendo en consecuencia el aumento del costo interno argentino. Esta realidad la hemos vivido en otras oportunidades y su corrección puede diferirse en el tiempo, lo que genera un resultado negativo permanente para un sector que, además, debe enfrentar el impacto de las retenciones como una sobre carga ya casi histórica.
El productor sufre el cepo del dólar; el cepo de las retenciones, y el cepo de la presión impositiva en su conjunto. Ergo, si el Gobierno bajara la presión impositiva podría mejorar sustancialmente la pérdida de competitividad diaria que sufre la gente de campo.
A juzgar por la posición de Gobierno, y conforme la letanía: “No devaluarás; no bajarás retenciones, y no liberarás el cepo” hasta que las reservas monetarias liquidas lo permitan y disminuyan así los pasivos monetarios remunerados del BCRA, podemos asumir que los productores deberán convivir con un sistema que erosionará diariamente la rentabilidad de su negocio.
La única posibilidad que tienen los productores de mejorar su rentabilidad y de salir de la zona de márgenes negativos es a través de una suba de los precios internacionales de los granos que pueda arrastrar a un cambio en el valor de venta de sus cosechas. Esto será así durante todo el próximo semestre y hasta la salida del cepo cambiario.
Si tenemos que analizar las perspectivas económicas de la próxima cosecha 2024/2025, la incertidumbre es todavía mucho mayor, pues la salida del cepo va a producir un reacomodamiento de todos los precios relativos y nadie puede aventurar hoy como serán los valores que definirán los márgenes de la nueva campaña.
A esto debe agregarse la inflación reprimida y el ajuste de los servicios públicos regulados que entrarán en vigencia entre junio y julio, que generarán un nuevo impacto en el aumento de los costos futuros.
Por todo lo expuesto, el éxito o la mejora económica de los productores dependerá de la futura evolución de los precios internacionales y de lograr mayores grados de eficiencia para alivianar el costo creciente de sus empresas.
El autor es presidente de Pablo Adreani y Asociados
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