Luego de varias actividades ligadas al campo, el ingeniero agrónomo Ignacio Eguren creó una plataforma de agricultura basada en datos para ayudar a productores y asesores
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En el decálogo del emprendedor no puede faltar la pasión, la creatividad, la valentía para hacerlo y una mirada a largo plazo del negocio a emprender. Tampoco debe escasear esa capacidad para adaptarse a lo que puede venir hacia adelante, responsabilidad, madurez y prudencia para encarar el proyecto, un equipo que acompañe. Pero sobre todo debe haber un liderazgo innato para encarar el desafío.
Con 42 años en sus espaldas, para Ignacio Eguren estas 10 cualidades parecieran formar parte de su esencia. Aunque simplemente sumaría otra: su resiliencia permanente. Oriundo de la localidad bonaerense de General Villegas, desde joven todo lo que encara le surge de manera tan natural que hace parecerlo demasiado sencillo.
Sin embargo, su niñez en el pueblo no fue como la de cualquier chico. Cuando Sandra, su madre, lo trajo al mundo solo tenía 15 años y estaba sola. Así lo crió, con mucho esfuerzo, trabajando más de 16 horas por día como enfermera, haciendo guardias y horas extras por doquier. Cuando no alcanzaba para pagar el alquiler, de casa en casa, fueron muchas las mudanzas que atravesaron su infancia.
“Nunca me faltó nada, tampoco sobró. Me acostumbré a estar por un tiempo en la casa de mis abuelos y luego ir a vivir a los de mis bisabuelos, eso era parte de mi vida. Una sola vez, a los 9 años, le pregunté quién era mi padre y como la vi llorar tanto, decidí nunca más repetir esa pregunta”, cuenta a LA NACION.
Una tardecita regresaba del club de jugar al básquet y en la puerta de su casa su madre conversaba con un hombre. “Lo saludé con respeto y ahí me dijo que era mi padre. Paradójicamente, tenía 15 años, la misma edad que tenía mi madre cuando me tuvo”, relata.
A partir de ese momento, sin rencores y con una resiliencia absoluta, comenzó a construir una relación con su padre, Néstor. Dejó de ser Lirio, su apellido materno y a partir de ese momento, previo examen de ADN, pasó a ser Eguren.
Allí también comenzaría un acercamiento al campo del que nunca más se alejaría. Su familia paterna, a la que poco a poco fue conociendo e integrándose, era agropecuaria, tenía campo y su padre había estudiado agronomía y trabajaba en el establecimiento rural.
“Cuando estaba terminando el secundario, debía elegir una carrera y me gustaba el estilo de vida de la gente de campo, sin horarios ni oficinas por lo que decidí seguir agronomía como mi padre”, dice.
Durante la carrera que cursó en Santa Rosa y que duró cinco años y medio, para sorpresa de muchos (ya que en la adolescencia solo quería pasar de grado) las horas de estudio no bajaban de las 14 por día. En sus momentos de descanso, imaginaba y proyectaba cuál sería su destino, aunque de algo estaba seguro: “No iba a vender insumos ni tampoco dedicarse a la agricultura”.
Sin embargo, ya recibido al regresar a su pueblo el primer trabajo que le ofrecieron fue en una empresa proveedora de fertilizantes, agroquímicos e insumos agropecuarios. Ahí, en 2004, comenzó su profesión. Pero a los cuatro meses, la vida le jugaría una mala pasada.
“Saliendo del pueblo por la ruta 188 tuve un accidente tremendo, que me dejó en coma más de dos semanas y más de un mes en terapia intensiva. Cuando me recuperé, continué como vendedor de insumos y en paralelo comencé a monitorear los cultivos, asesorar a productores y a sembrar en tres campos alquilados”, detalla.
Pasaron los años y en 2009, cuando era gerente en la empresa, sintió que era muy difícil seguir trabajando de esa manera, por un lado en la compañía de insumos y, además, asesorando ya unas 5000 hectáreas. “Era demasiado. Algo debía dejar y me gustaba la idea de tener algo propio. Se los comuniqué a los dueños y en enero del 2012 creé Eguren y Cia, un gerenciamiento agrícola para productores”, describe.
En la actualidad, la firma, con un equipo de cinco personas, administra unas 12.000 hectáreas por año, en 200 kilómetros a la redonda de General Villegas. “Es una empresa boutique que crea negocios de manera súper personalizada, donde hace hincapié en el servicio. Le proponemos un negocio de manera integral al cliente: sembrar un cultivo, le mostramos los números del negocio para ese año y salimos a buscar el campo. Nos encargamos de punta a punta del negocio: comprar los insumos, de las labores de la cosecha y de la comercialización”, asegura.
“Hasta el fin de semana pasado, la sociedad era 100% mía pero ahora sumé como socio a mi hermano Juan Pablo, también agrónomo, y que hace cinco años trabaja en la parte operativa”, completa.
Otros años más pasaron y en 2019 la vida le propondría un nuevo reto. “Ese año anterior me empecé a plantear qué hacer de mi vida, necesitaba algo distinto. Estaba entre retirarse; ir a estudiar a la Universidad Stanford, en Estados Unidos, o armar una plataforma digital”, enumera.
Sin temores y con 39 años, su espíritu emprendedor le volvería a tocar la puerta de su corazón y lo llevaría a elegir lo último como opción de vida. Al desafío lo llamaría Agropro y donde depositaría hasta el último céntimo de sus ahorros.
“Confíe en mi proyecto e invertí todas las ganancias de mi vida: US$1,2 millones. Siempre voy hasta al final y pensé que tenía mucho para compartir y ofrecer a otros. Esto me motivaba para encararlo a pleno, por eso decidí hacerlo con fondos propios y jugármela”, destaca.
Según describe, esta segunda iniciativa se trata de una plataforma de agricultura, basada en datos que ayuda a los productores y asesores a conocer el margen bruto y la rentabilidad de su negocio y a conectarse con toda la cadena de valor. El primer año sumó a cinco personas y en la actualidad ya son 20 trabajando: “Ahora estamos en una ronda de inversión, donde buscamos otro millón de dólares”.
En la actualidad, están en la Argentina pero el plan es expandirse para fin de año a Brasil. Tienen 6000 usuarios, con un perfil de productores medianos de 400 hectáreas, aunque también están los grandes de 40.000 hectáreas.
“Nuestro mayor valor es el conocimiento que tenemos del negocio, de los procesos (el análisis del negocio, la planificación, la gestión de los insumos, la cosecha y la comercialización). Sabemos cómo se trabaja en el campo”, señala.
Eguren es un agradecido de la vida y nunca tuvo miedo a emprender. De hecho, en 10 años se ve emprendiendo por enésima vez y a la vez ayudando a otros a cumplir su sueño. “Lo que busco al final de los días es el desarrollo personal, el dinero per se no es lo que te llena el alma, para mí solo es una herramienta para llevar a cabo otros objetivos. Si me va mal, no será un problema para mí, porque si tengo que volver a arrancar a monitorear cultivos, sin duda lo haría. En el mientras tanto, estaría pensando en un nuevo proyecto”, finaliza.
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