La Bolsa de Comercio de Rosario proyecta un incremento de la superficie sembrada con la oleaginosa en 700.000 hectáreas
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“Venimos de varios años de retroceso en la superficie de la oleaginosa, y ahora se estima que por primera vez en cinco años se va a recuperar”, afirma Emilce Terré, economista en jefe del Departamento de Información y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), quien calcula que se pasaría de 16,1 millones de hectáreas de la actual campaña a 16,8 millones de hectáreas en la 2022/23.
Este dato podría llenar de optimismo no solo al Gobierno, más necesitado de dólares que nunca, sino también al complejo industrial. Una mayor intención de siembra podría recuperar la producción y los volúmenes de procesamiento de soja en un año marcado por la escasez de materia prima.
Según la experta, esto se debe en gran parte a que los márgenes que se esperan tienen buenos horizontes. Y si se consideran los problemas de provisión de insumos de cultivos como el maíz y el trigo, la siembra de soja es percibida como más segura o, por lo menos, más estable.
Pero, claro. Todo dependerá del clima. Para la campaña que se avecina se prevén condiciones de seca parecidas a la anterior. “Nuestro país necesita descargas de lluvias importantes porque viene de años relativamente secos, donde los requerimientos de humedad no se pueden asegurar, y este elemento podría agregar más incertidumbre a los mercados”, remarca Terré.
¿Qué pasa con los precios de la 2022/23? “Es muy difícil predecir qué va a suceder con los precios futuros en contextos como estos”, dice la economista, aunque aclara que los valores de la campaña pasada fueron extraordinarios desde muchos puntos de vista.
En este sentido, alerta sobre posibles nubes oscuras en el horizonte. En primer lugar, se prevé un crecimiento de la producción global de soja respecto del año pasado; en consecuencia, una oferta más holgada hace esperar precios con menos impulso alcista. Por otro lado, una caída de la actividad económica mundial y el temor a una recesión de países clave (entre ellos China, principal demandante de soja) constituyen una de las principales amenazas.
A estos desafíos hay que sumarle lo que está sucediendo en el mercado de harinas y aceite de soja. Si bien la Argentina viene recuperando el procesamiento, Brasil y Estados Unidos también aumentaron su volumen de crushing. “Hoy tenemos más harina de lo habitual, y si esta tendencia se sostiene el próximo año, habrá que seguir el tema con bastante precaución porque es el principal producto de la Argentina”, advierte la especialista.
Esto nos lleva a pensar qué herramientas tiene el productor para cubrirse en un contexto marcado por incertidumbre política, económica y climática. La economista de la BCR enfatiza en que es prioritario recurrir a una “cobertura de caída de precios de los mercados de futuro, de la misma manera que existen coberturas para granizo”.
“Los mercados de futuros son una herramienta disponible para los productores que es importante que la tengan a mano para no poner en riesgo su rentabilidad futura ante un violento cambio en el mercado”, argumenta.
Como nunca está de más hacer docencia sobre estos temas, Terré explica, muy sencillamente, cómo funcionan. Frente a escenarios de alta volatilidad, la cobertura de riesgos de precios frente a posibles caídas abruptas es una herramienta clave. En los mercados de futuros y opciones, los productores tienen la posibilidad de, pagando una prima -tal como se hace en un seguro contra granizo, por ejemplo-, obtener el derecho a vender la cosecha a un determinado valor. Llegado el momento, si el valor garantizado resulta atractivo, porque el mercado está muy bajo, ejerce su derecho y se asegura una rentabilidad. Si por el contrario los precios continúan aumentando, simplemente no ejerce su derecho y vende más caro al valor actual del grano. En ese caso, sólo habrá “perdido” la prima.
En un momento marcado por la necesidad imperiosa del Gobierno de obtener dólares provenientes del campo, Terré proporciona un dato llamativo: 2022 es récord. ¿Por qué? “El agro nunca ingresó tantos dólares al país como ahora. Y si bien faltan algunos meses, se estima que se podrían alcanzar los 40.600 millones de dólares en todo el año (alrededor de 22.000 millones en el primer semestre y algo más de 18.000 millones en el segundo)”, detalla. Esto ocurre a pesar de una merma en la producción de soja, afectada por las altas temperaturas y el estrés hídrico, pero compensada con una relativa buena cosecha de maíz y, sobre todo, una producción récord de trigo.
Dicen que “los productores son optimistas por naturaleza”. Vaya aquí una muestra.
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