Permiten sustituir o complementar químicos, promover el crecimiento vegetal y combatir plagas cuidando el ambiente
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La agricultura está cambiando aceleradamente. Uno de los principales objetivos de este cambio es cuidar el ambiente y utilizar menos fitosanitarios. En esa línea va, por ejemplo, el empleo de drones que aplican chorritos de insecticida en cuanto se detecta un foco de una plaga, una técnica que se está difundiendo rápidamente en Brasil. Se evitan así las aplicaciones en cobertura total.
“La agricultura que viene es más sana, al introducir cultivos de cobertura, que reducen la necesidad de aplicaciones de herbicidas; cordones perimetrales para evitar el ingreso de plagas a un lote y otras herramientas que la ciencia va poniendo a disposición de los agricultores”, proyecta Alejandro Perticari, investigador del INTA.
Precisamente, esa línea de trabajo que busca menor carga de químicos está abriendo paso a productos biológicos con distintos usos en los planteos agrícolas: los más comunes son los que permiten fijar el nitrógeno del aire mediante la simbiosis entre rizobios y leguminosas, pero hay otros que estimulan el crecimiento de las plantas y otros que desarrollan un control biológico de plagas, entre otros objetivos.
Primero, los inoculantes
“La historia de los productos biológicos comenzó hace muchos años con los inoculantes para leguminosas”, rememora Perticari. “Se desarrollaron cepas de rizobios para distintas especies de leguminosas -soja, alfalfa, vicia, maní- que fijan el nitrógeno del aire de manera simbiótica con las plantas y reducen las necesidades de fertilizantes”, destaca. Esta herramienta hoy está consolidada en muchos países y es muy eficiente sobre todo para aumentar las producciones de soja y de alfalfa.
Más tarde aparecieron los promotores de crecimiento de las plantas, una tecnología que está representada principalmente por el uso del Azospirillum sp y otros microorganismos en gramíneas. “Producen fitohormonas, por ejemplo auxinas, y otras sustancias que generan mayor crecimiento de las plantas, sobre todo en las etapas iniciales”, resalta el técnico.
Más recientemente surgieron los productos de promoción indirecta del crecimiento mediante biocontrol. En esta clasificación se incluye a Trichoderma sp, un hongo que se comporta como biofungicida y puede controlar otros hongos del suelo en trigo y soja, sin afectar a los rizobios. Se aplica como tratamiento de semilla.
En paralelo, se desarrollaron productos a base de Bacillus subtilis y otras especies que también hacen biocontrol de patógenos. Son bacterias que se pueden encontrar en el suelo y tienen actividad fungicida natural porque excretan antibióticos, enzimas líticas y toxinas. Son muy fáciles de producir y pueden sobrevivir largo tiempo en condiciones extremas.
Nutrición
Por su parte, el consultor Martín Díaz Zorita clasifica los productos biológicos en los que tienen efecto positivo sobre la nutrición, por ejemplo, los inoculantes a base de rizobios en leguminosas, y los promotores del crecimiento vegetal mediante microorganismos que aumentan principalmente el desarrollo radical y aéreo como el Azospirillum sp.
También considera a los productos para control de patógenos por competencia directa -Trichoderma sp- o por procesos sistémicos, cuyo ejemplo más conocido es el Bacillus thuringiensis que permitió desarrollar híbridos de maíz Bt, para control del barrenador del tallo.
Dentro de los inoculantes para leguminosas, Diaz Zorita cita diferencias positivas del orden del 15% promedio en el cultivo de maní; alrededor de 8% en soja y de 15-20% en el primer corte de alfalfa, con efecto positivo sobre la persistencia de las plantas. Esta tecnología evidenció una muy favorable relación insumo/producto en los últimos años.
Los productos orientados a promover mayor crecimiento de las gramíneas, sobre la base de Azospirillum sp por ejemplo, producen hormonas que inducen a un mayor desarrollo de las raíces, lo que genera indirectamente un mayor desarrollo aéreo.
Otros productos que incluyen hongos del género Trichoderma estimulan el crecimiento de las plantas de gramíneas y agregan control biológico de patógenos fúngicos. También ayudan en la implantación del cultivo, todo lo que se traduce finalmente mayor tasa de acumulación de materia seca.
El género Trichoderma tiene varias especies que se encuentran presentes en el suelo, pero no en grandes cantidades. Son hongos que se alimentan de otros hongos, al romperles las paredes celulares mediante enzimas y antibióticos fúngicos que liberan al medio. Indirectamente, estimulan a las raíces para aumentar su capacidad de absorción de nutrientes.
Los productos para control biológico de insectos están representados principalmente por Bacillus thuringiensis, que permitió el desarrollo de las líneas del maíz Bt para enfrentar los ataques de Diatraea sacharalis. Estas bacterias producen proteínas tóxicas para ese insecto, que muere al ingerirlas.
Diaz Zorita también afirma que hay otros productos biológicos “de nicho” que están en etapas de desarrollo y que requerirán “que los productores participen del cambio cultural que propone esta nueva generación de insumos”. El cambio ya ocurrió en los cultivos intensivos, donde los productos biológicos están mucho más desarrollados y adoptados por los productores de casi todos ellos, sobre todo en lo referido a control biológico de plagas en maduración y cosecha.
Desarrollo
Muchas empresas de semillas y fitosanitarios para el campo están desarrollando productos biológicos que buscan sustituir o complementar a los productos químicos. Gabriel Mina, de Rizobacter, enumera las características del fungicida biológico registrado para trigo, soja y arroz que ofrecen a base de Trichoderma harzianum: “La cepa fue seleccionada por el INTA por su efectividad para controlar enfermedades en cultivos de importancia productiva”, resalta.
“Cuando se aplica el producto a la semilla, luego de la germinación se produce un rápido crecimiento de Trichoderma, que compite contra los hongos patógenos por nutrientes y espacio en la zona de las raíces y les provoca la muerte. También secreta compuestos que activan los mecanismos fisiológicos y químicos de defensa de las plantas estimulando el crecimiento”, detalla.
“Tiene muchos años de ensayos en distintas localidades, en las que dio un incremento del rendimiento promedio del 3,3% respecto del mejor curasemilla incluido las pruebas”, cuantifica. Según Mina, ofrece un control de patógenos más persistente a lo largo del ciclo del cultivo y no genera riesgo de resistencias, con un costo de aplicación similar al de un fungicida químico. Actualmente está difundido en 480.000 hectáreas de trigo y 300.000 de soja.
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