Mientras se lleva a cabo en Dubái la Conferencia de las Partes organizada por la ONU, este país en medio de una guerra minimizó su delegación en el evento, pero hace foco en las discusiones en las distintas comisiones dentro del marco de la convención sobre el cambio climático
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En estos días se está desarrollando en Dubái la Conferencia de las Partes, conocida como COP 28, un evento de importancia, organizado por la ONU. En esta plataforma, se abordan primordialmente los desafíos medioambientales que enfrenta nuestro planeta y se analizan las herramientas disponibles para adaptarse y mitigar las consecuencias del cambio climático. No obstante, la COP también tiene un marcado carácter político, sirviendo como espacio para que líderes y tomadores de decisiones que buscan asegurarse un posicionamiento con influencias a nivel internacional.
Israel, tras los eventos del 7 de octubre, ha optado por minimizar su delegación en el evento, enfocándose principalmente en participar en las discusiones de las distintas comisiones dentro del marco de la convención sobre el cambio climático.
Esta decisión no va en detrimento del trabajo existente en temas agrícola-ambientales, y la existente preocupación sobre cómo el conflicto vigente, y cómo este afecta los esfuerzos en curso para abordar temas de seguridad alimentaria, sostenibilidad ambiental y económica de los productores agropecuarios que operan bajo condiciones de beligerancia.
La problemática ambiental en regiones geopolíticamente complejas, como Israel, es significativa. Esta problemática se refiere a los desafíos medioambientales que surgen en áreas donde factores políticos, territoriales y sociales complejos interactúan y complican la gestión a realizar para alcanzar una producción agrícola sustentable. En Israel, estas complejidades geopolíticas añaden capas adicionales de dificultad a la vez que impactan la manera en que se abordan y resuelven los problemas agrícola-ambientales.
En Israel, para resolver cuestiones ambientales, sostenibilidad y seguridad alimentaria, es crucial considerar la interdependencia con los acontecimientos regionales. La dinámica regional requiere una estrecha colaboración entre actores. Esta colaboración es vital para enfrentar de manera efectiva los desafíos compartidos y garantizar el bienestar tanto a nivel local como regional.
En primer lugar, Israel, con un territorio de menos de 430 kilómetros de longitud y zonas donde su ancho se reduce a 12 kilómetros, el país enfrenta limitaciones en su superficie agrícola, mayormente compuesta por áreas (semi) desérticas con escasez de agua y bajo rendimiento agrícola.
Con más del 50% del territorio como desierto y regiones con precipitaciones anuales inferiores a los 50 milímetros, esto hace que Israel esté altamente sensible a cualquier cambio en el equilibrio ecológico de la región, ya que cualquier alteración en la disponibilidad de recursos naturales puede tener un impacto directo en la sostenibilidad ambiental del país.
Igualmente, Israel está intrínsecamente ligado a los sucesos regionales. Compartimos fronteras con múltiples países y se enfrentan desafíos comunes en términos de escasez de recursos naturales como agua, o problemas de desertificación y manejo de tierras agrícolas. Los problemas ambientales no reconocen fronteras y generalmente trascienden los límites políticos, lo que significa que cualquier problema ambiental en los países vecinos, como la contaminación del agua o la degradación del suelo, podría afectar directamente a Israel.
De aquí la necesidad de acuerdos que establezcan comités para supervisar y regular la extracción de agua de los acuíferos compartidos con Jordania y la Autoridad Palestina, buscando asegurar un uso equitativo y sostenible del recurso hídrico. Otro ejemplo, es la necesidad de la cooperación y gestión compartida de recursos hídricos en el Valle del Jordán.
El Valle del Jordán es una región que abarca áreas de Israel, Jordania y Cisjordania, y es atravesada por el río Jordán. Esta región es objeto de preocupación, debido a la contaminación de sus fuentes de agua, impactando, tanto el entorno natural como las comunidades locales que dependen de estos recursos. La gestión conjunta de aguas residuales representaría, un paso significativo hacia la preservación del medio ambiente y el bienestar de las poblaciones en toda la región.
Otro interesante ejemplo es la cooperación en la Cuenca del Mar Muerto, enfocado básicamente en abordar los desafíos ambientales y hídricos de esta región. La Cuenca es un área que enfrenta problemas como la disminución del nivel del mar debido a la reducción del flujo de agua de los ríos que lo alimentan y la extracción excesiva de agua para fines industriales y domésticos. La cooperación generó propuestas en aspectos como tratamiento de aguas residuales, desalinización y reutilización del agua, incluyendo la construcción de infraestructura conjunta.
Otro aspecto a tener en cuenta, es la necesidad de cooperar en los controles fitosanitarios y veterinarios, lo cual es crucial para prevenir la propagación de enfermedades vegetales y animales transfronterizas. Estos ejemplos, muestran cómo abordar desafíos ambientales y de recursos hídricos compartidos, aprovechando la colaboración entre los diferentes actores, para encontrar soluciones sostenibles, con beneficios mutuos en medio de desafíos ambientales comunes.
Sin embargo, hoy nos encontramos comprometidos en la búsqueda de soluciones cuando frente a nosotros existe un futuro incierto, colmado de desconfianza, decepción e interrogantes acerca de la viabilidad de la cooperación.
La dinámica actual en nuestra región nos sumerge en una especie de espejismo. Nos aferramos a la idea de que el cambio climático y sus soluciones aguardarán hasta que los conflictos se resuelvan por completo. Lamentablemente, esta suposición no es correcta.
Debemos afrontar ambos desafíos simultáneamente: abordar el conflicto como si el cambio climático no fuera un factor y, al mismo tiempo, adaptar nuestra agricultura a las necesidades que el cambio climático nos impone, intentando, paralelamente, mitigar sus efectos, como si el conflicto no estuviera presente.
El autor es ingeniero agrónomo, con una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue parte del Servicio de Extensión Rural perteneciente al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel, actualmente ocupa el cargo de Director del Departamento de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional
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