La decisión del Gobierno de facilitar la importación de la vacuna contra esa enfermedad, ante las quejas de los productores por su elevado precio local, revivió las idas y vueltas que tuvo el país hace más de 20 años
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Una fuerte polémica que trascendió al sector agropecuario se generó en los últimos días en torno de la vacuna contra la fiebre aftosa, que la Argentina aplica para mantener bajo control esta enfermedad que, si bien no genera problemas para los humanos, provoca pérdidas productivas en el ganado e históricamente funcionó como una suerte de barrera para el acceso a ciertos mercados para la carne vacuna.
La controversia comenzó cuando, en plena campaña de aplicación de la dosis, los productores denunciaron el alto costo que se paga en la Argentina con respecto a lo que se cobra en países vecinos. Eso generó que diputados presenten proyectos de ley para fomentar la importación. Incluso, en medio de la discusión, el economista, expresidente del Banco Central (BCRA) y asesor presidencial Federico Sturzenegger habló del costo del insumo en el país versus la región. Finalmente, la esta semana el Gobierno decidió facilitar el ingreso de la vacuna desde el exterior con un cambio de normativa.
En la actualidad, son dos los laboratorios argentinos que la fabrican para los más de 52 millones de cabezas de ganado que por año se vacunan en la Argentina, donde el ganado menor recibe doble dosis, en otoño y primavera.
Con ventas anuales cercanas a las 100 millones de dosis, el valor que se maneja en el país es de alrededor de US$2 para este producto, mientras que, según un relevamiento de la Asociación Argentina de Brangus, los precios en el Mercosur van de los US$0,24 a los US$0,72. Año tras año, el mercado doméstico representa para las empresas un negocio de más de US$150 millones (aproximadamente unos US$2000 millones desde que comenzó el plan de vacunación, hace más de 20 años).
Fue así que la semana pasada una empresa biotecnológica de capitales argentinos, Tecnovax, envió al Senasa un pedido de autorización para traer de Brasil en un principio unos 15 millones de dosis a mitad de precio. “El ingreso de nuevas vacunas de probada eficacia y seguridad va a contribuir a abastecer la demanda y evitar las imperfecciones propias de una oferta concentrada, ayudando a bajar sustancialmente los costos para el sector ganadero, favoreciendo de la competitividad de todo el sector”, dijeron en la empresa.
Eso puso en el tapete por qué si en el resto del mundo se usan vacunas bivalentes (de solo dos cepas) contra la enfermedad, en la Argentina está la exigencia de inocular al ganado con una tetravalente (cuatro cepas). Del lado de los laboratorios que fabrican en el país, Biogénesis Bagó (la mitad pertenece a la familia Bagó y la otra mitad a Insud, de la familia Sigman) y del Centro Diagnóstico Veterinario (CDV) insistieron en que su vacuna, que contiene las cepas O1 Campos, A24 Cruzeiro, A Argentina 2001 y C3 Indaial es más eficiente que las que se inoculan en el resto de la región.
Cepa A2001, la piedra angular de la disputa
“Un trabajo reciente realizado por científicos argentinos, del Cevan, Conicet, Senasa y Biogenesis Bagó, demostró que esta vacuna pudo mostrar alto nivel de protección con diferentes virus de fiebre aftosa, tipo A y O, que circularon en 35 países del mundo. La vacuna que contiene las dos cepas de A (A24 y A2001) confiere una protección mucho más amplia, contra diferentes tipos de virus A, que las vacunas que tienen uno solo”, dijo Esteban Turic, CEO de Biogénesis Bagó.
Entonces, la esencia de la discusión estaría exactamente en la cepa A2001, que solo se encuentra en la vacuna argentina. Para Diego La Torre, presidente de Tecnovax, también es un tema de bioseguridad para la región, porque esa cepa no se manipula en otros países del mundo. Dijo que su compañía va a participar del mercado de vacuna contra la aftosa con el producto que “Senasa defina como esencial, en este caso la vacuna bivalente”.
“En un nuevo escenario epidemiológico, la vacuna bivalente cubre contra los serotipos necesarios. De hecho, hay inmunidad cruzada entre A2001 y A24, que son las cepas en cuestión. Sucede que la cepa A2001 no era fácilmente aceptada para la producción fuera de la Argentina por ser exótica. Eso confería a la industria nacional de una ventaja que lastimosamente fue usada para subir los precios hasta niveles intolerables para el productor. El escenario de vacunación no cambia. Los cambios en la composición de las vacunas han sido frecuentes, sobre todo cuando no existían datos sobre protección cruzada. Hoy, todos sabemos que la cepa C ya no circula y que hay inmunidad cruzada entre las cepas A2001 y A24. Eso definieron los equipos técnicos y a las luces de la ciencia parece una decisión adecuada”, explicó.
Tal fue la repercusión que se generó que, tras una reunión esta semana en el Senasa con los laboratorios involucrados, el Gobierno confirmó que modificará la normativa para que se pueda importar y aplicar en el país la vacuna bivalente contra la enfermedad bovina. Luego del anuncio, desde Biogenesis Bagó indicaron que esperan conocer la resolución del Senasa y el análisis técnico.
Después, el miércoles pasado, Biogénesis comunicó a sus clientes que la empresa decidió “hacer un esfuerzo de acompañar la baja de la inflación, dejando sin efecto el último incremento de precio, lo que implica una reducción del 23% del valor de la vacuna que permanecerá vigente hasta el 1 de julio de 2024, garantizando el abastecimiento y la misma calidad de siempre”. La decisión de la compañía llega cuando ya está vacunado el 60% del stock ganadero y la mayor parte de las compras fueron concertadas.
Pero, ¿qué hay detrás de esta enfermedad ganadera de la que tanto se habló, atravesó al campo y que poco se conoce? Cuando se mira el mundo y las exportaciones de carne vacuna, la importancia para la Argentina en ser un país libre de fiebre aftosa es enorme.
Esta enfermedad virósica ataca principalmente a animales con pezuña partida (hendida), como bovinos, ovinos, cerdos y caprinos, entre otros. Si bien no siempre es mortal, provoca fiebre y úlceras en forma de ampollas en la lengua, labios, boca, ubres y entre las pezuñas. El organismo causante es un aftovirus de la familia Picornaviridae.
Si un animal está infectado, sus síntomas le generan una dificultad para comer, por lo que automáticamente pierde mucha ganancia de peso, sumado a la complicación para moverse por la molestia de las ampollas en sus extremidades.
Mientras es endémica en varios países de Asia y en gran parte de África y Medio Oriente, en Sudamérica la mayoría de los países, incluida la Argentina, han aplicado la zonificación y son reconocidos como libres de fiebre aftosa, con o sin vacunación. Actualmente, según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA), solo Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Centroamérica, Estados Unidos y Europa Occidental están libres de fiebre aftosa, “sin embargo, la enfermedad puede ocurrir esporádicamente en áreas típicamente libres”.
En los últimos tiempos, Brasil intentó ser un país libre sin vacunación y días atrás anunció que 16 de sus estados están libres de fiebre aftosa sin vacunación. La Argentina vacuna al norte de la Patagonia, mientras esa región es libre de la enfermedad sin vacunación.
El camino de la enfermedad en la Argentina
Durante más de 70 años, el mercado internacional de la carne vacuna puso a los países productores en dos veredas diferentes: los “aftósicos” y los “no aftósicos”. Y, pese a ser considerada poseedora de la mejor carne del mundo, la Argentina formaba parte del primer conjunto. Esa posición global, sumada a las consecuencias directas de la enfermedad, como pérdida de peso en los rodeos de carne y merma de producción lechera en los tambos, llevó a que en 1990, con el Senasa como organismo sanitario del control de la enfermedad, se pusiera en marcha el primer Plan Nacional de Erradicación de la Fiebre Aftosa, con aplicaciones solo a especies bovinas y bubalinas.
Según recordó el presidente del organismo sanitario de ese tiempo, Bernardo Cané, se logró por un lado “blanquear” la mitad del rodeo que estaba sin declarar (“en negro”) y además “cayeron los focos de manera drástica y se consiguió erradicarla del país”.
Las ansias del presidente Carlos Menem de que la Argentina integrara ese selecto grupo de libre de la enfermedad tuvieron que esperar siete años, cuando se pudo constatar que la actividad viral no se manifestaba, aparentemente. En 1997 la Oficina Internacional de Epizootias (OIE, ahora OMSA) declaró al país libre de aftosa con vacunación y luego, por un acuerdo bilateral, se logró el ingreso de carne fresca madurada y desosada (sin hueso) a los Estados Unidos.
Faltaba la otra pata más importante para poder exportar carne vacuna a los exclusivos mercados de Japón y Corea del Sur. A poco de terminar su mandato, Menem quería llevarse los laureles: en abril de 1999, a modo simbólico, aplicó en la estancia Facundo, en Colonia Caroya, provincia de Córdoba, la última vacuna oleosa contra la Aftosa. Entonces, se solicitó a la OIE el reconocimiento de “País Libre de Fiebre Aftosa sin Vacunación”. En mayo de 2000, el anhelo de ser un país ganadero con el máximo status sanitario en el comercio mundial de carnes era una realidad que el menemismo (que ya no estaba en el poder) se colgaba como cucarda.
Poco iba a durar ese regocijo en el sector. A mediados de 2000, un rodeo proveniente de Paraguay que ingresó sin controles a Formosa desató el desastre sanitario y la actividad viral regresó. En un principio, el gobierno de Fernando de la Rúa, con la anuencia de la industria frigorífica y de determinadas entidades rurales, buscó ocultar esos focos para que la información no trascendiera y no se perdiera la condición sanitaria. Pero en marzo de 2001, antes que la situación se desmadre, se decidió blanquear el tema e implementar un nuevo plan de erradicación de la enfermedad, a través de fundaciones creadas al efecto. Allí, el Senasa reconoció la existencia de más de cien focos infecciosos.
“En esa época, como hoy, no añadía nada tener el agregado de ‘sin vacunación’, porque la Argentina manda carnes sin hueso a Estados Unidos y Uruguay manda carne sin hueso a Japón y Corea. Pero los funcionarios siempre quieren tener una medallita. Fue un gran papelón internacional que hubiera aftosa y aun más que se ocultara”, rememoró Cané.
Lo primero que se hizo fue prohibir los movimientos de hacienda en todo el territorio nacional por el lapso de 21 días, con excepción de aquellos con destino a faena inmediata y mercados de hacienda. Y, en caso de detectarse el tránsito de animales sin la autorización correspondiente serían decomisados y posteriormente sacrificados, sin derecho a indemnización. Esto no tardó en tener el gran coletazo que el gobierno de De la Rúa y, sobre todo los exportadores, querían evitar: el cierre de las exportaciones de carnes a los principales mercados, entre ellos la Unión Europea, Israel y Estados Unidos.
Solo se salvó la Patagonia, al sur del Paralelo 42º, que se mantuvo al margen de la epidemia. Vale recordar que el motivo por lo que los países se protegen de la aftosa y de manera inmediata prohíben productos provenientes del foco infeccioso es porque el virus persiste mucho tiempo en el producto cárnico, en los forrajes e incluso en el ambiente.
“Los animales infectados liberan, entre otras cosas, una gran cantidad de virus en forma de aerosol y pueden infectar a otros animales por vía respiratoria, oral, saliva, leche y semen, contagiando el rodeo. El virus se difunde por carne o productos animales infectados, crudos o insuficientemente cocidos”, dicen en la OMSA.
Pasaron dos años para que en 2003 el organismo internacional reconociera el status solicitado de “Zona libre de fiebre aftosa que practica la vacunación” al territorio argentino ubicado al norte del paralelo 42º. Pero, nuevamente, en agosto de ese mismo año, la presencia de un foco en Tartagal, Salta, desencadenó una suspensión que se recuperó a mediados de enero de 2005. Con este antecedente, la Argentina instrumentó medidas de delimitación sanitaria para un “cordón fronterizo”.
El último foco que se conoció fue allá por febrero de 2006 en San Luis del Palmar, en la provincia de Corrientes. En mayo de 2014 la OIE unificó a la Patagonia Norte B con la Patagonia Sur como todo una zona libre de fiebre aftosa sin vacunación. Y ya en 2015, después de estar cerrado, durante el gobierno de Cristina Kirchner se logró abrir el mercado de Estados Unidos. En junio de 2015 EE.UU. había abierto su mercado tras perder un panel ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por demoras en abrirle esa plaza a la Argentina. Sin embargo, en medio de la mala relación que el kirchnerismo tenía en ese momento con la administración norteamericana, la concreción de la apertura tuvo que esperar a 2018, con Mauricio Macri.
Situación sanitaria
Si bien la tecnología y los escenarios cambian con el correr del tiempo, el sector agropecuario hace hincapié en que lo elemental es preservar el status sanitario conseguido. Para el consultor ganadero Víctor Tonelli, no se puede ni se debe olvidar que en 2001, “luego de negar (y mentir) acerca de la existencia de múltiples casos de fiebre aftosa”, la Argentina perdió sus principales mercados (Unión Europea, Estados Unidos, Chile, entre tantos) y tuvo que esperar mucho tiempo para la rehabilitación del ingreso a Estados Unidos, que en la actualidad es el “mercado con mejores precios”.
“Es una espada de Damocles que nadie quisiera volver a pasar. Si bien en el mundo hay fuerte debate acerca de si es lógico la división de países libres de aftosa con o sin vacunación, y si bien la vacunación no conlleva riesgo alguno a través de la exportación de carne a los países importadores, todavía hay países o regiones que siguen discriminando a aquellos que, no presentando casos de la enfermedad, vacunan regularmente sus rodeos”, enfatizó.
Lo que queda claro en todos estos años de idas y vueltas, de debates interminables alrededor de la enfermedad, donde se discute nuevos modelos de campaña, es si se debe subir la barrera del paralelo 42º, o suspender la vacunación y si influye o no para los mercados internacionales ser libre con o sin vacunación, es el valor de la credibilidad de la Argentina en el mundo.
En este escenario, para Cané antes que el relato “debe estar el dato”. Señaló: “Desde hace más de tres años no tenemos datos de los análisis epidemiológicos [que se venían haciendo en los últimos 20 años para saber cuál es el nivel de protección que tiene el rodeo argentino y si es que hay actividad viral en el stock vacuno]. Lo indispensable es tener esas dos cosas, después se discutirá si se corre la barrera para arriba o no. Hoy, eso no cambia el acceso a los mercados internacionales”. De hecho, con el mismo status sanitario, la carne uruguaya tiene las puertas abiertas a los mercados japoneses y coreanos.
En esa línea y recogiendo el guante de la última controversia, el exfuncionario remarcó que en el tema de vacunas también se debe “tener la mente abierta y analizar de manera transparente y precisa, con datos, la importancia y la incidencia de las diferentes cepas”.
Pese a reconocer a la medida del Gobierno como buena, Tonelli alertó que esto no debe llevar a decisiones erróneas que pongan en riesgo un sistema público-privado que “ha demostrado, más allá del costo, funcionar con eficiencia y sustentabilidad”.
“Eso es lo que se necesita para mantener el status sanitario de un país que ya destina un tercio de su oferta de carne a los mercados del exterior, convirtiéndose en la columna vertebral de su crecimiento y competitividad”, finalizó.
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