En medio de la pandemia, los valores de los campos bajaron entre un 15 y 20% respecto del año pasado. En la zona núcleo, por ejemplo, los precios rondan hoy entre 12.500 y 13.000 dólares la hectárea.
Ese dato lo brindó Juan José Madero (h), presidente de la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales (CAIR), que cumplió 10 años, durante la VII Jornada Nacional de Actualización del Sector Inmobiliario Rural realizada el viernes pasado.
Madero se preguntó cuál es el valor real de un campo. "Este año, los mismos operadores nos cuestionamos si había un mercado porque estamos en presencia de un mercado desnaturalizado por la tormenta de arena que significó la pandemia", dijo.
Además de la cuestión económica, dijo que la política pesa mucho en la proyección de la actividad. "Con el coronavirus, en marzo pasado se rompe el mundo. Es un barajar en un tablero nuevo, estábamos jugando en ajedrez y nos pusieron uno de la oca. Todo el mundo empezó a reperfilar a ver que pasaba", explicó.
A pesar que la producción agropecuaria no paró, la actividad inmobiliaria tuvo inconvenientes para repuntar. Hubo pequeñas señales pero con el proyecto del impuesto a la riqueza y los temores respecto de un avance sobre la propiedad privada, como en el intento de expropiación de la cerealera Vicentin y el caso de la toma del campo del exministro de Agricultura Luis Miguel Etchevehere, la actividad se vio afectada. "Estamos en un indice de actividad bajo pero retomando, queriendo buscar un buen equilibrio", señaló.
Entre los tres rubros -las compraventas, los alquileres y las tasaciones- en que se divide el mercado inmobiliario rural, para Madero la demanda por alquileres de campos fue lo más activo y superó la oferta en todas las regiones productivas del país con valores sostenidos. "Los arrendamientos volaron, incluso recibimos consulta a ver si los campos que figuran en venta se alquilaban", puntualizó.
Por otra parte, dijo que "la piedra" de hoy es la compraventa porque a pesar de formar parte de las actividades esenciales, al sector se le presentó dificultades para poder trasladarse a las distintas provincias para revisar los campos, donde algunas incluso estaban blindadas. "Hoy sacar un negocio adelante es un esfuerzo gigante de voluntad de todos", indicó.
Otras de las vicisitudes que tuvo el sector fueron los cambios que traen consigo los distintos dólares del mercado en los ánimos de los clientes. "Ese escenario cambiante también dificulta lo que es la negociación. El inversor hace valer fuerte sus dólares y realiza ofertas hostiles del orden de entre el 40 y 50% por debajo del valor pedido. Esas ofertas no prosperaron", apuntó.
Hacia adelante, la actividad inmobiliaria rural tiene un signo de interrogación, según evaluó. Para Madero, el sector está "entrando en una zona de valle cuya profundidad desconocemos".
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