Según el economista jefe de la FAO, Máximo Torero, los países deberían abstenerse de adoptar medidas que perjudiquen las exportaciones
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Las consecuencias de la guerra en Ucrania sobre la seguridad alimentaria mundial y los sistemas de producción no serán de corto plazo y los países deberían abstenerse de adoptar medidas que perjudiquen aún más un escenario global complejo.
Ese concepto fue expresado por Máximo Torero, economista jefe de la FAO, a LA NACION, de paso por Buenos Aires, tras haber participado de la 37ma. Conferencia Regional del organismo que depende de las Naciones Unidas, que se realizó recientemente en Quito, Ecuador.
“Hay que evitar cualquier restricción a exportaciones de insumos porque eso va a exacerbar el escenario crítico”, dijo Torero, quien recordó que Rusia, país que inició el conflicto, es exportador líder de fertilizantes.
Para el especialista de la FAO, los países deben asumir que los problemas con la provisión de fertilizantes van a continuar por un tiempo prolongado. Y consideró que deben alentarse iniciativas de apoyo financiero para enfrentar las dificultades de acceso a estos insumos. Además, señaló que los países deben adoptar políticas coordinadas para evitar mayores problemas con los fertilizantes porque los problemas “van a persistir el año próximo”, advirtió.
Al mismo tiempo, Torero sostuvo que esta dificultad debería aprovecharse como una oportunidad para impulsar una mayor eficiencia en la producción. “En el caso de los fertilizantes, el uso de mapas de suelos para aplicar las dosis justas contribuye a lograr una mayor eficiencia”, sostuvo el especialista.
Respecto de los problemas sobre la seguridad alimentaria global, el economista de la FAO, de origen peruano, destacó que el organismo al que pertenece sigue muy de cerca la evolución del conflicto armado. Sostuvo que la oferta de cereales de Ucrania y Rusia, aunque no haya desaparecido del todo, es particularmente crítica para un grupo de países importadores netos de alimentos, especialmente del norte de África y del sur de Asia. “Es esencial mantener la asistencia social con la expansión de programas para las zonas vulnerables que hoy en día están en crisis alimentaria y que van a tener mayores consecuencias”, dijo.
Torero señaló que el problema para los países importadores netos de alimentos no solo se origina por el aumento de precios de los cereales como el trigo, sino por la revaluación del dólar que encarece el tipo de cambio en esos mercados. “Antes de la guerra, el índice de precios de alimentos estaba en valores nominales más elevados al pico de 2011, aunque en términos reales era más bajo por efecto de la inflación”, explicó y recordó que en el comienzo de la guerra tanto a Rusia como a Ucrania le quedaban por exportar unos 24 millones de toneladas entre trigo y maíz. También puntualizó las dificultades sobre el mercado de aceites, especialmente el de girasol en el que los países en conflicto tienen el 52% del comercio global.
Torero destacó que la guerra en Ucrania agravó la situación crítica de la seguridad alimentaria global que se había alterado por la irrupción del Covid-19. “Por la pandemia pasaron a situación de pobreza 161 millones de personas y en 91 millones en riesgo de desnutrición crónica”, describió. “La crisis actual complica el proceso”, añadió.
Respecto de las críticas de especialistas a las Naciones Unidas por alentar el cambio en los sistemas de producción sin tomar en cuenta el aporte de la tecnología, Torero respondió que las Naciones Unidas no objetan estas formas de producción. “Hablamos de cómo producir más con menos recursos”, sostuvo. Aun así, consideró que se debe impulsar un cambio porque, además de los problemas de desnutrición y hambre, el mundo enfrenta una crisis de obesidad por alimentación inadecuada. “Esto nos indica que algo debemos hacer”, sostuvo.
La Argentina, junto con Brasil, y el resto de los países de las Américas lideraron la posición sobre el respeto a las formas de producir en la región con el uso de tecnologías modernas, con fertilizantes y fitosanitarios, en contraste con los reclamos de la Unión Europea que procuraban alinear las políticas de las Naciones Unidas con el Pacto Verde que impulsa el bloque regional. Sin embargo, con la guerra en Ucrania, esta iniciativa de la UE quedó en pausa.
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