El escritor Alberto Sarramone analiza la influencia en el medio rural de las corrientes inmigratorias
Aquello de dejar la casa de los padres y partir muy lejos ha sido para muchos un sueño romántico y para otros un trance de supervivencia. "Nadie que no es oriundo de una zona polar se va al Artico o a la Antártida", escribió Alberto Sarramone, refiriéndose a uno de los fenómenos inmigratorios que hacen que personas de un determinado lugar del planeta marchen hacia otro punto de la tierra que se le parezca al sitio donde nacieron y que seguramente vivirán añorando hasta el regreso, o como ha ocurridoen la mayoría de los casos, hasta que el final de sus días les apague su luz en cielos lejanos.
Sarramone es oriundo de Chillar, un pueblo chico en el partido de Azul que fue motivo de uno de sus varios libros escritos antes de los que en estos años ha dedicado a los inmigrantes. En esta línea, sus trabajos, volcados en libros y conferencias, comenzaron con los vascos y pusieron la lupa luego en varias de las corrientes que por con su llegada al país tuvieron una influencia preponderante en la vida sociocultural del país.
Según una de sus teorías, a la que llama horizonte climático, incluidas en el libro Los abuelos inmigrantes, es tan habitual que alguien originario de un clima cálido emigre a las zonas tropicales como que quienes vivieron en países fríos busquen ambientes parecidos para establecerse si es que las circunstancias les dan esa posibilidad y sobre todo si el desplazamiento se realiza voluntariamente. "Los que venían del clima frío templado de Europa buscaron el clima similar aquí, y los que venían del clima seco de Asia y Africa, se afincaron en Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Santiago del Estero y demás provincias donde hay gran presencia de gente de origen árabe. Fueron los que más pronto se argentinizaron porque ya traían muchos rasgos comunes como la piel morocha, las mismas creencias religiosas porque los árabes que llegaron eran en su mayoría maronitas (el mal llamado turco debido a su pasaporte otomano)", aclara el investigador. El manejo del caballo que ya les era propio en su tierra de origen, favoreció su integración al medio rural donde podían pasar por fieles exponentes de la raza criolla si su lenguaje tan característico y particular no ponía en evidencia su procedencia.
Dificultades
Sin embargo, no todos se adaptaron con facilidad y a algunas corrientes les llevó hasta dos o tres generaciones adquirir la idiosincrasia argentina. Así ocurrió con ingleses y alemanes (cuyo número de descendientes llega hoy a los dos millones) que conservaron sus raíces por muchos años, según afirma el autor.
Sarramone observa que en el centro y norte de la Argentina, la impronta inmigratoria no ha calado tanto en lo artístico. "En cuestiones de canto, de baile, en lo folklórico en general, evidentemente no hay como el criollo. Pero cuando se trata de los emprendimientos económicos la cosa cambia y entre los casos puedo citar a Colonia Dora donde hubo una gran inmigración judía junto con la de Moisés Ville en Santa Fe o Fernández con la inmigración española e italiana que dejaron una gran cultura del cultivo", asegura.