En 10 días, Estados Unidos reconocerá a la región como libre de aftosa sin vacunación;la baja producción de corderos impedirá su aprovechamiento inmediato
En un pésimo momento de la relación bilateral, el gobierno de Estados Unidos acaba de tenderle un demorado puente a la carne ovina y bovina argentina, desterradas de su territorio desde hace 13 años por los brotes de aftosa ocultados desde 2000 ¿Por qué? Porque, según varias versiones, la OMC estaba por fallar a favor de la Argentina en el juicio por discriminación que le inició al país del Norte, uno de los mejores mercados cárnicos del mundo.
Justo el viernes previo a la audiencia pactada en Ginebra para el lunes 1° de septiembre, el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA) hizo públicas dos iniciativas contemporizadoras. La primera: le reconoció a la Patagonia, a partir del 28 de octubre, el status de libre de aftosa sin vacunación (algo que la OIE, que es la autoridad mundial en materia de sanidad animal, le otorgó en 2002), con lo que, con alguna auditoría mediante, la región austral podría empezar a exportar carne ovina y bovina fresca y congelada a ese país, así como los rumiantes vivos.
En cuanto la región al norte del Río Colorado, donde se encuentran unos 50 de los 51 millones de bovinos del país y que debe vacunar contra aftosa para tener el status de libre, difundió un borrador de norma para someter a consulta pública hasta el 28 de octubre, de cuyo análisis surgiría la habilitación definitiva. Esta diligencia, que es la de mayor importancia económica para la Argentina, está más verde por el el lobby ganadero estadounidense, que desde 2008 viene mancomunando esfuerzos con los tenedores de fondos argentinos en default para que no se le compre carne fresca a la Argentina.
Hace unos días, la National Cattlemen's Beef Association (NCBA) junto con otras asociaciones del sector, solicitó una extensión de 120 días para la medida, que ahora el USDA APHIS debe decidir si acepta o no. Fuentes que conocen el palo creen que algún plazo les otorgará.
En tanto, si bien los vacunos son pocos y no alcanzan a cubrir el consumo local, en la Patagonia se concentran más de dos tercios del stock ovino nacional.
Los productores del exquisito cordero patagónico deberían estar saltando en una pata con la mejor noticia que se les presenta en muchos años. Pero tienen una alegría más teórica que práctica porque, dicen, para aprovechar ese mercado hay un montón de inconvenientes que resolver.
Por empezar, todavía no hay plantas habilitadas, y los frigoríficos aún no tienen claro si Estados Unidos mandará una misión para hacerlo o confiará en un prelisting del Senasa, como hace la Unión Europea. Pero esta cuestión no es la más seria.
"Las perspectivas de tener Estados Unidos abierto son excelentes, porque también es una carta de presentación", dijo Eduardo González Ruiz, gerente de la Cámara de Frigoríficos Patagónicos (Cafropat), cuyos asociados producen casi el 97% de la faena registrada por el Senasa en la región (aunque, vale aclararlo, el Senasa registra cerca de una cuarta parte del total, mientras que el resto son plantas sin habilitación interprovincial y mataderos clandestinos). "El problema es la producción", dice el directivo.
En los últimos años, la Patagonia se ha vuelto más seca. Esto, más el desmanejo de algunos productores que sobrecargaron campos con ovejas y perdieron las pasturas y a veces los suelos. A lo que hay que agregar la competencia cada vez más poderosa del guanaco sobre todo en Santa Cruz. Como si esto fuera poco están los depredadores y las cenizas del volcán Puyehue (equivalentes a más de 900 estadios de River según el INTA Bariloche) que taparon buena parte de Río Negro, que fueron letales para muchos productores ovinos. Se calcula que, en promedio, se perdió cerca del 20% del rodeo. Hoy hay entre 11 y 12 millones de ovinos, cuando hace unos diez años eran unos 15 o 16 millones. Y "entre fin del siglo XIX y comienzo del XX había 75 millones", recordó González Ruiz.
Michael O'Byrne, presidente de la Sociedad Rural de Río Gallegos, coincide: "Estamos produciendo la mitad que hace 20 años. El productor pequeño no puede recapitalizarse, y la ley ovina, que era una herramienta excelente, se desvirtuó al vencerse los primeros diez años", en 2011.
Para peor, la macro tiene a las economías regionales contra las cuerdas. De hecho, la Argentina tiene una especie de cuota Hilton ovina, de 23.000 toneladas, que nunca llegó a completarse. Cuando mejor estuvo, en la década pasada, se enviaron unas 8000 toneladas anuales. Pero de allí vino en picada y en 2013, el total de carnes y despojos ovinos exportados a todos los destinos fue de solo 1359 toneladas, según el Senasa.
El valor del dólar oficial con inflación en muchos casos no permite exportar. Este año, por la devaluación de 20% de enero, los despachos ovinos al exterior crecieron frente al año pasado. En julio alcanzaban 1867 toneladas. Pero esa ventaja se fue va disolviendo.
Más allá de lo económico y climático, otras cuestiones complican a esta cadena, como el abigeato (práctica frecuente y a veces organizada a escala), el guanaco (que salta alambrados y compite por el pasto y el agua), y los depredadores: el puma, el zorro colorado y los perros cimarrones en Tierra del Fuego.
Otro disgusto es la logística de transporte. La zafra ovina coincide con la de frutas y la exportación pesquera. Ambas actividades resultan mucho más importantes para las navieras que llegan hasta los puertos patagónicos, que lógicamente les dan prioridad, y muchas veces los ovinos quedan sin embarcar. "Una solución ha sido ir en camión y despachar por San Antonio o Bahía Blanca. Pero esto tiene un costo muy alto", dijo O'Byrne. Esto se agravó desde que el Gobierno desactivó el puerto de Montevideo, con lo que el trasbordo pasó al congestionado Brasil, donde se suman cuatro o cinco días de navegación.
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