En un año con contrastes climáticos según las regiones, donde la sequía golpeó fuerte en la zona núcleo agrícola y Brasil también resintió fuerte su producción granaria por la falta de agua principalmente en el sur, se agregó primero el ¨conflicto¨ y luego la invasión de Rusia a Ucrania.
Con ello siguió la tendencia creciente de los commodities que se daba hasta mediados de enero de 2022 por expectativas de oferta y demanda mundial. Explotó llegando a valores nunca alcanzados ( en trigo, por ejemplo) y se convirtió en lo que es hasta hoy un sube y baja que impactará fuertemente en la economía y el comercio mundial de las materias primas.
Nadie puede adelantar el resultado de la actual situación de conflicto, que dejó de ser una guerra entre Rusia y Ucrania para convertirse en una guerra de intereses políticos, geopolíticos y económicos donde participan todos, Rusia, Ucrania, la UE, la OTAN, China, Estados Unidos, etcétera, y que seguramente nos afectará a todos en distinta medida.
En el medio de esta convulsión generalizada, la Argentina juega peligrosamente a dos puntas. Toma una posición y luego la contradice. Hablan y opinan unos y otros, estando en el medio de la negociación para tratar de resolver el tema de endeudamiento. Algunos promueven y otros boicotean los acuerdos posibles y nadie dice o plantea el cómo seguimos para adelante.
Frente a un panorama incierto a partir del Covid-19 en 2020, con demandas cambiantes, alta volatilidad y mucha incertidumbre sobre lo que ocurriría en el mundo de los commodities, durante 2021 asistimos a una mejora sostenida de precios.
Los países emergentes y en especial los asiáticos retomaron el crecimiento muy rápidamente pospandemia y hoy demandan calidad y cantidad de alimentos, todas las carnes, lácteos, harinas proteicas, aceites etcétera y suman a ello una demanda creciente de productos elaborados de alto valor nutricional y sustentables.
Solo China creció un 8% en 2021 y hoy un tercio de su población (500 millones de personas sobre un total de 1500 millones) tiene un ingreso per cápita de entre 35.000 y 40.000 dólares anuales, que es equivalente al promedio de los países de la UE en 2020, según el Banco Mundial. De esta forma, el valor agregado y la calidad de la demanda en China es cada día mayor y lo mismo ocurre en el resto de Asia, aunque en distinta proporción.
Ese ¨cómo seguimos adelante¨ no es cómo llegar al 2023 o al próximo gobierno, sino que debería ser un plan, o como quieran llamarlo, proyecto, programa, rumbo u objetivo de país para los próximos 20/30 años, tratando de cambiar la decadencia de los últimos 60/70 años.
Lo que viene
En forma diaria asistimos a marchas y contramarchas de las autoridades políticas y económicas en decisiones de política fiscal, ajuste o no ajuste, subsidio o no de tarifas, reforma laboral y previsional o no, temas de educación y salud pública, comercio exterior e interior.
Se proclama para la tribuna un país para exportar más e ingresar dólares y seguimos cerrando la economía, regulamos y limitamos las exportaciones priorizando un consumo interno sobreabastecido en casi todos los productos y ahora subsidiamos, además, ese consumo interno creando cupos, precios máximos, precios cuidados, regulaciones y fideicomisos pagados siempre por las cadenas productivas y, en especial, por quienes son los productores primarios.
En forma simultánea, distintos sectores económicos y/o políticos acostumbrados a convivir e incluso crecer bajo esta forma de administrar el país, proponen y participan de iniciativas para subsistir y continuar de la misma forma que nos ha llevado a esta realidad de atraso y pobreza, a pesar de la Argentina teórica que se planteó en la apertura de las sesiones del Congreso recientemente, donde todo funciona bien y tenemos un futuro notable entre los países de un mundo que nos envidia y donde nada de lo planteado parece ser real.
¿No se entiende? ¿A dónde vamos? ¿Qué queremos?
Lo hemos planteado desde hace años en la Fundación Producir Conservando, podemos y necesitamos producir mucho más que lo que hoy producimos. Necesitamos volver a sembrar 19-20 millones de hectáreas de soja y producir 65/70 millones de toneladas que sean procesadas por una industria oleaginosa que hoy tiene la capacidad y le falta la materia prima para hacerlo.
Necesitamos poder volver a pensar en las 40-42 millones de hectáreas sembradas y los 160 millones de toneladas de granos y subproductos
Debemos seguir aumentando el área de cereales (fundamentalmente maíz) que nos permita mantener una rotación de cultivos sustentable y, a la vez, agregar valor en carne aviar, porcina y bovina, mayor producción de lácteos, biocombustibles etc.
Necesitamos poder volver a pensar en las 40-42 millones de hectáreas sembradas y los 160 millones de toneladas de granos y subproductos que planteáramos hace cinco años para el 2027 y poder hacerlo sustentablemente.
Sembrar esa superficie implica realizar inversiones, solo en la producción primaria cercanas a los 20.000-22.000 millones de dólares por año, a lo que debemos sumar las realizadas para transformar luego la producción en carnes, lácteos, aceites, harinas, biocombustibles etc. Todas esas inversiones son generadoras de empleos formales y reducirían sin dudas los índices de pobreza.
De esta forma, las exportaciones solamente de granos y subproductos deberían alcanzar, con los valores FOB actuales, 45.000-50.000 millones de dólares estando el mercado interno plenamente abastecido a lo que deberíamos sumar otros 6000-7000 millones adicionales por las exportaciones de carnes (aviar-bovina y porcina) y lácteos.
Enorme oportunidad para una Argentina en la que tenemos que, entre todos, definir qué queremos, a dónde vamos y luego armar un plan, proyecto, programa, rumbo u objetivo de país a seguir en los próximos años y decididamente ponerlo en marcha.
Como siempre, de nosotros depende.
El autor integra la Fundación Producir Conservando (www.producirconservando.org.ar)
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