Cambiemos: debe haber una política monetaria dura
La coyuntura monetaria e inflacionaria de 2018 es más complicada que la de 2017. La reputación y la credibilidad del Banco Central son mucho menores que el año pasado, por lo cual la efectividad de la política monetaria se ve reducida. Como consecuencia de lo anterior, hay caída de la demanda de dinero, un fenómeno que no existía el año pasado. Así, la inflación de 2018 es mayor que la de 2017.
El BCRA se ha quedado sin credibilidad y reputación porque su independencia ha sido violada por el poder político en general y por Jefatura de Gabinete en particular. Un banco central es independiente si tiene libertad de elegir y mover sus instrumentos de política monetaria -la tasa, la meta (que es un instrumento porque es un ancla)- sin que dichas decisiones puedan ser influidas, modificadas o alteradas.
La independencia es fundamental para bajar la inflación. Bajar la inflación es como un proyecto de inversión, que en el presente tiene costos, y los beneficios se recogen gradualmente con el paso del tiempo. Y los políticos no tienen paciencia ni miran el largo plazo. Tampoco los medios de comunicación ni el público. Ninguno comprende los largos retardos de la política monetaria.
En la Argentina está cayendo la demanda de dinero, lo cual acelera por sí sola la inflación. Es decir, aunque sigas emitiendo "lo mismo" y el nivel de actividad "no cambie", la inflación se acelera por la caída de la demanda de dinero. La demanda de M1 (con depósitos de cuenta corriente) cayó 1% interanual en términos reales en marzo de 2018. La demanda de M2 (+2,1%) aumenta en términos reales menos que el nivel de actividad económica (+2,9%). Como contrapartida, aumenta la demanda de dólares. El tipo de cambio subió de $18,75 a $20,15 y el BCRA vendió US$2425 millones.
La aceleración de la inflación es indiscutible, y no es por "culpa" del aumento de tarifas. La inflación núcleo se aceleró de 1,7% a 1,75% y 2,07% promedio mensual en los últimos 12, 6 y 3 meses, respectivamente. La inflación núcleo anualizada aumentó 5,4 puntos porcentuales en el primer trimestre del año, pasando de 22,4% (primer trimestre de 2017) a 27,8% (igual período de este año).
Con un BCRA sin reputación ni credibilidad, con caída de demanda de dinero y más inflación, se necesitan dos cambios fundamentales. Primero y, ante todo, el Poder Ejecutivo debe devolverle la independencia al BCRA, blindándolo del poder político en general y de la Jefatura de Gabinete en particular. Sin este blindaje, la política monetaria no tendrá efecto y la inflación no bajará. Segundo y fundamental, se necesita una política monetaria mucho más dura para reavivar el proceso desinflacionario. El ritmo de crecimiento de la cantidad de dinero debe reducirse drásticamente.
En este escenario actual, si la política monetaria no se endurece, la inflación de 2018 puede ser mayor que la inflación de 2017. Por el contrario, si la política monetaria se endurece solo un poco y por un breve período, la inflación de 2018 podría ser bastante similar a la inflación de 2017. Puesto en números, si entre abril y diciembre de este año la inflación cae a un promedio mensual de 1,6% (el promedio fue 1,7% entre abril y diciembre de 2017), la inflación alcanzaría un 23% interanual en diciembre de 2018 y un 25% promedio anual este año.
En otras palabras, si el Gobierno pretende que la inflación de 2018 tienda al 18%/20% interanual en diciembre, se necesita que la política monetaria del BCRA se endurezca significativamente y que eso se mantenga por un tiempo prolongado. No se debe volver a caer en el error de relajar la política ante el más mínimo descenso de la inflación, ya que el proceso desinflacionario podría volver a abortarse y la inflación acelerarse, pero con un piso más alto.
Hay que tener paciencia. En el largo plazo el dinero es neutral, o inclusive puede ser dañino. Por el contrario, la emisión nunca puede estimular la actividad y/o el empleo. En este marco, ante la disyuntiva inflación versus actividad, todo banco central debe actuar preventivamente contra la inflación más que contra el desempleo. Los datos son contundentes para la Argentina. En 2011/2017, la política monetaria fue marcadamente expansiva y el PBI per cápita cayó 5% de punta a punta.
En definitiva, el poder político y la Jefatura de Gabinete deben dejar actuar al Banco Central, ayudándolo con lo que les toca: aplicar políticas que incentiven la oferta agregada acelerando la velocidad del gradualismo. Hay que bajar más rápido el gasto público y el déficit fiscal. Sin esto, la inversión y el crecimiento serán muy modestos y la lucha contra la inflación y la pobreza estará perdida. Además, la velocidad del gradualismo la pone el mercado internacional, que muestra que debe acelerarse.
El autor es director de E&R y profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA