Cada vez más ejemplos de acoso sexual en el trabajo
Casi como una epidemia que no cede, los casos se multiplican por la situación de poder de los acosadores y la vulnerabilidad de las víctimas, que temen perder su empleo
El escándalo de acoso sexual por parte del conocido productor de cine Harvey Weinstein como acosador serial, ha destapado una olla cuyo contenido no era ningún secreto. Sucedió tan luego en Hollywood, la meca del cine en Occidente, y se sumaron otras historias de víctimas y victimarios que pueblan las carteleras de los entretenimientos públicos.
La onda expansiva llegó hasta lugares lejanos, como en nuestro país, lo que terminó siendo una oportunidad para hacer visible una indecencia que se perpetúa en el tiempo y no solo en el mundo del espectáculo. Es un tema muy complejo que también se registra con asiduidad dentro de las empresas, aunque por lo general queda bajo la alfombra.
Suele decirse, cuando se abordan temas que no llevan a ningún lado, que es discutir "sobre el sexo de los ángeles". Pareciera ser que las organizaciones laborales, efectivamente, carecieran de sexo, lo cual es claramente imposible, ya que están compuestas por personas de carne y hueso. Hay atracciones y rechazos, como en cualquier lugar del mundo, y muy especialmente porque conviven durante muchas horas. De hecho, una buena proporción de relaciones tienen su génesis en los ámbitos laborales, lo cual no tiene nada de pecaminoso en tanto es consensuado.
La cuestión principal reside en el acoso, es decir, cuando alguien a obliga a otro u otra a compartir sexo mediante intimidaciones, regulares o no. Según define la Organización Mundial de la Salud (OMS), el acoso es "todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo".
Gretchen Carlson, ex Miss América 1989, socióloga y actual comentarista de televisión en su país, realizó una de las charlas TEDWomen en noviembre pasado. Allí fue como lanzó una definición que tal vez sea la más esclarecedora: "El acoso no es una cuestión de sexo: es una cuestión de poder". Cualquiera que se encuentre en una posición jerárquica superior, sea hombre, mujer o transexual, tiene la posibilidad de presionar a otro u otra para conseguir sus favores, bajo amenaza de despido u otras artes más sutiles, como obstaculizar su progreso en la empresa o destinarle trabajos inadecuados.
Naturalmente, no cualquiera tiene la posibilidad de negarse, ya sea por debilidad de carácter o por necesidad. Carlson desmiente algunos mitos: "El primero es que las mujeres pueden abandonar ese trabajo donde las acosan y buscarse otra carrera. Intenta decirle eso a la madre de familia con dos empleos que no llega a fin de mes y que está siendo acosada sexualmente".
Bárbara Ayuso, en el diario El País de España, aborda el tema francamente: "El miedo a perder el empleo es el principal factor que incapacita a quienes lidian con situaciones de acoso en el trabajo - mujeres, en su mayoría - y que les disuaden de tomar medidas legales". Porque es verdad que hay medidas legales en casi todos los países, pero el acoso hay que probarlo judicialmente, en especial con testigos que también tendrán miedo a perder el empleo. Como siempre, los abusos crecen en forma directamente proporcional a las necesidades.
Entonces, ¿quién se hace cargo para que estas cosas no sucedan? La propia empresa, sosteniendo políticas y códigos claros sobre la calificación de estos actos perversos. Es bastante sencillo con algo de sensibilidad y si es que se pretende una organización sana.
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