“Cachetazo”: los monotributistas siguen enojados y piden ver a Alberto Fernández
La mayoría tomó el crédito a tasa cero que se ofreció el año pasado y ahora lo está pagando; se le suman el retroactivo y el aumento mensual
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CORDOBA.- Sigue la indignación de los monotributistas por el cobro retroactivo a enero de este año por los aumentos en las categorías del monotributo dispuesto por la AFIP al reglamentar la ley 27.618. A través de Monotribustistas Asociados República Argentina (Mara) insisten en un pedido de audiencia con el presidente Alberto Fernández; por ahora, el ministro Daniel Arroyo les respondió que los recibirá el lunes próximo.
A la deuda acumulada por el retroactivo, muchos suman que están pagando los créditos que Nación les otorgó el año pasado a tasa cero y, además, una parte no factura por las restricciones o lo hace de manera cortada en función de las flexibilizaciones. LA NACION recogió diferentes testimonios y una constante es la caída de ingresos y la decisión de facturar lo menos posible.
“La Argentina fomenta la clandestinidad; lo que está pasando es una cachetada a la cultura del esfuerzo -dice Noelia Villafañe, presidenta de Mara-. Pienso que tal vez tendría que tener bigotes para que el Presidente nos escuche, llevamos más de un año pidiendo audiencia”. Es contadora, creó la entidad en 2019 (no se cobra a los 700.000 asociados) e insiste en que no reemplazan a los profesionales de Ciencias Económicas, sino que le ponen “voz” a los reclamos del sector.
Insiste en que la “llave” para que no se aplique el retroactivo la tiene el Presidente: “En Uruguay les dieron al sector tres cuotas de subsidios que suman unos 21.000 pesos uruguayos y acá nos maltratan”, lamenta.
Emigrar, la salida
Nahuel Pazos, de Lomas de Zamora, tiene 31 años. Abrió un local gastronómico en 2015, y en 2018 pudo avanzar a otro más grande. Desde el arranque asegura que se vio afectado la “burocracia del municipio”. Las ventas empezaron a crecer “muy lentamente” y, en marzo del 2020, la facturación cayó 95%. “Quedé solo, cuando antes éramos cuatro. Dejé el departamento que alquilaba y me mudé al local”, describe.
En julio decidió que “no tenía más futuro” en la Argentina; en noviembre cerró y empezó a vender lo que “con tanto esfuerzo” había comprado. “Perdí mucho dinero”, asegura.
Pazos tenía categoría de monotributista y cuando los números no le dieron más, se fue. Hace tres meses que vive en Europa y dos en Alemania: “Conseguí trabajo a los 10 días de entrar al país; estoy integrado al sistema y pensando en alquilar un departamento para irme solo, ahora vivo con mi prima que lleva más de una década acá”, cuenta.
“De a poco voy pagando el tendal de deudas que tuve que dejar por la crisis, como les pasó a tantos otros -repasa-. Cuando digo que no veía futuro es porque nos ponen muchos palos en la rueda, cuesta mucho conseguir una estabilidad económica. Si seguía así, el día de mañana solo iba a tener una jubilación mínima. Me veía a los 65 años sin plata siquiera para poder llegar a fin de mes. Ni hablar lo difícil que es acceder a una vivienda digna, ya sea alquilarla o aún más comprarla”.
Vender el capital de trabajo
Andrea Spagnuolo era transportista en la Ciudad de Buenos Aires; tiene 47 años. Cuenta que se quedó sin trabajo con el inicio de la pandemia, se reconvirtió y empezó a vender ropa. Tomó el crédito a tasa cero. “Pensamos que se iba a alargar el plazo, pero en diciembre empezaron a llegar las cuotas. Estamos tapados de deudas, ni hablar de la tarjeta de crédito. Por su suerte, mi marido pudo trabajar algo, pero no alcanza para una crisis sin precedentes”, sostiene.
“Sigo con la ropa, es una forma de sobrevivir a todo esto, pero es muy complicado”, agrega.
Paga crédito y ahora deuda
Tomás, de Córdoba, tiene una cancha de paddle; prefiere no dar sus datos personales por “temor” a la AFIP. El año pasado tomó una de las líneas de préstamos y desde marzo paga una cuota de casi $40.000. Ya le llegó el retroactivo de casi $10.000. “¿Qué podemos opinar? Todo es más de lo mismo, lo mismo que hacen todos de cualquier color político; viven de los que trabajamos y nos atropellan”, comenta a LA NACION.
Subraya que a ese contexto se le suman las restricciones para trabajar. En su caso, además del cierre del 2020, no pudo trabajar por el decreto nacional de hace una semana y por 14 días no lo podrá hacer por las limitaciones dispuestas por Córdoba. “Pude abrir, en el medio, cinco días hasta las 19 y no el fin de semana, cuando hay más tarea. No hay ninguna explicación lógica de por qué no puede haber cuatro personas al aire libre en una cancha. Pero tengo que seguir pagando todo, hasta los últimos centavos de los intereses y nos piden que hagamos el esfuerzo. Es inaceptable”, sostiene.
Menos ingresos
Pablo Alejandro Petrucci tiene 51 años, es de Buenos Aires y es electricista. “Del año pasado a este, no recibí una ayuda del Gobierno -cuenta-. Ahora la AFIP me reclama la deuda por no poder pagar el monotributo, más intereses y el 35% que está fijado por el Estado”, cuenta.
Asegura que, aunque está catalogado como “esencial”, su facturación cayó alrededor del 70% de la pandemia. “Solo en mayo, la baja fue del 80%, cómo con estos números voy a poder hacer frente a lo que me quieren cobrar”.
Sin habilitación nunca
Guadalupe Rocchia habla en representación de monotributistas que tienen salones de fiestas en provincia de Buenos Aires, una actividad que “nunca” fue habilitada desde el inicio de la pandemia. “La mayoría pidió el crédito y empezaron a pagar las cuotas sin poder trabajar; están ahorcados de deudas, con la tarjeta de crédito de por medio, vendieron mobiliario, auto; sólo sobrevive el 35% del rubro y de ese total el 60% son monotributistas”.
Agrega que la mayoría son mujeres, de las que depende “llevar la comida a la mesa”. “Los monotributistas y autónomos del sector están desesperados, como todo el resto, porque no nos han escuchado”. Rocchia apunta que están recibiendo “muchas intimaciones” de Arba por deudas de Ingresos Brutos e Inmobiliario.
Parados y endeudados
Desde Santa Fe, Jorge Bleza -63 años, 41 como transportista escolar- repasa que están sin trabajar porque las clases presenciales están suspendidas (como pasa desde hace semanas en buena parte del país). “No tenemos trabajo, no estamos facturando; aumentó el monotributo; estamos endeudados con el crédito a tasa cero y con otros que tomamos para poder seguir”.
Enfatiza que la situación ya es intolerable: “No aguantamos más, salimos a hacer changas para tener un plato en la mesa; necesitamos que se nos ayude en forma inmediata. Estamos cayendo en un vacío del que no sabemos cómo podremos salir”.
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