La economía de Brasil: ¿solo un rebote o una locomotora que se pone en marcha?
Por primera vez en diez años y pese a la crisis política, la economía del socio mayor del Mercosur –bloque ahora interpelado por la estrategia de Uruguay– crecerá de forma significativa y más allá de la caída de 2020; cuál es el impacto para la Argentina
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La letra de la famosa canción de Antonio Carlos Jobim,”Tristeza não tem fim, felicidade si”, podría estar finalmente equivocada, a pesar de que durante los últimos años ilustró casi a la perfección el incierto derrotero de la economía brasileña.
La locomotora que sorprendió al mundo en la primera década de este siglo con su condición de investment grade, su nave insignia Petrobras o sus espectaculares hallazgos petrolíferos offshore, y que había planeado coronar su ingreso a la élite con la organización del Mundial 2014 y las Olimpíadas de Río 2016, entró en un período de oscuridad en aquellos años pensados para la celebración.
Tras dejar atrás una caída fuerte forzada por la pandemia de coronavirus en 2020, este año pinta como el que puede significar el despegue para Brasil. Algunos analistas señalan que es solo un rebote, mientras que para otros puede ser el comienzo de un período de crecimiento prolongado. Este 2021 será el primer año de crecimiento fuerte tras una larga etapa en la que los años de recesión se intercalaron con años de crecimiento raquítico. Algunos la llaman “la década pérdida”.
La mayor economía de América Latina está posicionada para tener un crecimiento de su PBI que superará el 5% según todas las estimaciones –el índice llegaría a 5,3% según el último informe del FMI y a 5,2% de acuerdo con las proyecciones de la Cepal, por ejemplo–, algo que no sucedía desde 2010. Cayó 4,1% el año pasado, con un primer semestre malo y un segundo semestre en el cual la economía empezó a reaccionar.
Y estas buenas noticias, según coinciden en señalar los analistas consultados por LA NACION, ya están impactando en la Argentina, acostumbrada a resfriarse cuando el gigante estornuda, pero también a “engancharse” cuando la locomotora empieza a tomar velocidad.
Mientras tanto, se generan preocupaciones dentro del Mercosur, sobre todo luego de que el martes último el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, anunció que avanzan las conversaciones entre ese país y China, con vistas a lograr un acuerdo de libre comercio. La decisión pone una luz de alerta para quienes se preguntan sobre el futuro del bloque regional.
Rebote dinámico
“Es cierto que se trata de un rebote, pero es un rebote muy dinámico y con un salto mayor a lo que perdió la economía en 2020. Al revés de la Argentina, que cayó 10% el año pasado y rebotaría 6 puntos este año [según se estima], en el caso de Brasil la suba será superior a lo perdido en el año de la pandemia”, señala Marcelo Elizondo, economista y consultor en temas de comercio exterior.
“Si las turbulencias políticas no lo impiden, Brasil está posicionado para avanzar con reformas importantes que pueden apuntalar aún más ese crecimiento”, señaló el extitular de la Fundación Exportar.
En Brasil, los economistas estiman para este año un crecimiento superior a 5% y para 2022 un avance de entre 2 y 3%. “Nosotros proyectamos un crecimiento del PBI del 2,7% para 2022”, indicó a LA NACION la economista Soledad Pérez Duhalde, directora de Operaciones de la consultora Abeceb, donde monitorean mes a mes el comercio bilateral.
“Si bien en 2022 la dinámica sería menor a la de este año, que sea positivo es muy importante para la Argentina”, reflexionó Nadin Argañaraz, economista jefe del Instituto de Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).
Los ruidos de la política
Un tema que ensombrece el panorama es la turbulenta coyuntura política que atraviesa Brasil. Símbolo de esos nubarrones políticos fue lo ocurrido en el acto por el día de la Independencia, cuando el presidente Jair Bolsonaro desafió a la Corte Suprema ante una multitud de seguidores. “O el jefe del Poder (Judicial) pone en caja a uno de los jueces de la Corte, o ese poder puede sufrir lo que no queremos que ocurra”, desafió el martes último, desde una tribuna emplazada en la Avenida Paulista, en la ciudad de San Pablo.
“Por ahora, la política no está afectando a la economía, aunque es una amenaza”, considera Elizondo.
Enganchase a la locomotora
Las exportaciones desde nuestro país a Brasil están creciendo fuerte y ya superaron el nivel del 2019, antes de la llegada del coronavirus.
La Argentina está vendiendo más bienes industriales, sobre todo autos, pero también alimentos y materias primas como trigo y harina, productos forestales y energía eléctrica.
“La dinámica de la economía de Brasil es relevante para el comportamiento de las exportaciones argentinas y, por ende, de nuestro nivel de actividad, principalmente industrial. Este año las ventas terminarán con un nivel superior al de la prepandemia”, explica Argañaraz.
“Se estima que por cada punto del PBI que crece la economía brasileña, nuestra economía agrega un tercio de punto de producto a su propio crecimiento”, detalla Elizondo. Es decir, si Brasil crece 5 puntos, explicará 1,5 puntos de incremento de la actividad en nuestro país.
El intercambio comercial entre la Argentina y Brasil ya superó los niveles prepandemia. En agosto estuvo por encima de los US$2100 millones y fue el más alto en los últimos tres años.
Es una de las notas salientes de la economía argentina, que atraviesa un “rebote amarrete” en muchos sectores. En el caso de los negocios con Brasil, ese “rebote amarrete” se convirtió en crecimiento.
La Argentina le compró a Brasil en los primeros ocho meses del año por US$7830 millones y le vendió por US$7153 millones. En el período de enero a agosto el intercambio se incrementó 49% en comparación con el mismo lapso de 2020.
“Se compensa y aun más la caída causada por la pandemia; la compraventa de bienes desde y hacia nuestro principal socio comercial supera en 7% a la de igual período de 2019”, detalló en un informe la consultora Ecolatina.
Crecen más las importaciones
Un dato distintivo de la relación con Brasil es que cuando el socio mayor crece, reaccionan más las compras que nuestro país le hace a los brasileños que las ventas.
Por eso, el despegue de Brasil resultó en un rojo en la balanza comercial, que tiende a agrandarse a medida que la “locomotora” acelera. “El balance comercial fue deficitario en US$116 millones en agosto, 21% más elevado que el rojo registrado en agosto de 2020. De esta forma, entre enero y agosto el déficit comercial acumulado trepó a US$677 millones, el peor saldo para el periodo desde 2018”, señalan desde la consultora Abeceb.
Salvo en 2019, la relación con Brasil siempre fue deficitaria para la Argentina, desde 2004 para acá.
Pero, además, Brasil está recuperando negocios con la Argentina a un mayor ritmo al que lo hace con el resto de sus socios comerciales.
“Las ventas de la Argentina a Brasil vienen siendo más dinámicas que las del resto del mundo. Al observar los datos agregados del comercio exterior de nuestro principal socio, se concluye que las compras de Brasil a todos los destinos subieron 34,4% interanual. En cambio, sus compras a la Argentina crecieron 45,8%”, describe Pérez Duhalde.
“Esto responde al mayor aumento de importaciones automotrices en relación al promedio”, agrega. Los automóviles son el principal producto que la Argentina vende a Brasil. “Y se exportan muchos productos químicos”, dice la analista.
Además, se exportan algunos productos forestales. “Brasil está muy bien, con muy buen nivel de actividad, pero el mundo en general está atravesando un momento así en el sector forestal. Brasil está con muy buenos precios y pasó de estar con una capacidad ociosa a ser importador; nosotros estamos vendiéndole tableros, por ejemplo”, explicó Pablo Ruival, country manager de Arauco Argentina, la mayor empresa foresto-industrial del país, que coloca allí parte de su producción de pasta celulósica de fibra larga. “Brasil tiene producción propia en pasta de fibra corta. Nosotros aproximadamente exportamos un tercio a China, un tercio a Brasil y un tercio queda en el mercado local”, dice Ruival.
Los riesgos a futuro
Brasil era la novena economía del mundo antes de la crisis del coronavirus. Con el retroceso de 2020 quedó en el puesto doce, con un PBI de US$7,4 billones (millones de millones). El tamaño de la economía Argentina no llega al medio billón de dólares, aunque es un dato que está algo distorsionado por el bajo valor del peso.
El país de la samba y el carnaval, a pesar de estos años de coyuntura difícil, en algunos rubros está en un pequeño grupo de naciones, apenas por debajo de Estados Unidos y China. Por ejemplo, con Embraer, Brasil es el tercer fabricante de aviones detrás de Boeing y Airbus, superando a la canadiense Bombardier.
Incluso en la polémica decisión de interrumpir el clásico del fútbol mundial el domingo pasado hubo cierta actitud de Brasil-potencia que ya se vio en otras oportunidades: la de mandar un mensaje al mundo, bien fuerte. ¿Qué mejor amplificador para ese mensaje que metiéndose en el medio de un partido donde Messi se enfrentaba deportivamente a Neymar? ¿Alguien piensa que Brasil quería evitar el escándalo y no lo buscó?
Brasil cada tanto suele enviar este tipo de mensajes al mundo, para avisar que es una potencia, que sus reglas deben cumplirse y que están por encima de un partido de fútbol de categoría mundial.
O bien, hay decisiones polémicas para dejar en claro que trazan su propia hoja de ruta alejada de las potencias. Como cuando en 2009 Luiz Inácio Lula da Silva –en el pico de su popularidad como presidente–apoyó “el programa nuclear pacífico” de Irán, generando irritación en Estados Unidos.
Hay un período reciente que muchos llaman la “verdadera década perdida” de Brasil. Siempre se denominó así a los años 80, signados por la crisis de la deuda que arrastró a todos los países de América Latina. Entre 1981 y 1990, año que terminó con una crisis y confiscación de los depósitos de Collor de Mello, Brasil creció en promedio solo 1,5%. Pero entre 2011 y 2020 la economía del país tuvo un crecimiento promedio de 0,3% anual. Con unas consecuencias sociales tremendas para un país con 210 millones de habitantes.
Para muchos analistas, el “boom” de Brasil terminó a inicios de la década pasada, con el final del ciclo de altos precios de las commodities, la interrupción del flujo de inversiones extranjeras, la suba del gasto público y la irrupción de la inflación. El país cambió su crecimiento sostenido por dos años consecutivos de recesión que son considerados el peor momento. El PBI cayó casi 10% entre 2014 y 2016, empujando a millones de brasileños a la pobreza y disparando la tasa de desempleo por encima del 10%.
Luego, la economía entró en estancamiento o en un crecimiento muy moderado, que empezaba a cobrar vigor apuntalado por algunas reformas que encaró Jair Bolsonaro y su poderoso superministro de economía, Paulo Guedes.
Ahora, el Banco Central está aplicando una política dura y subiendo las tasas de interés hasta niveles máximos de los últimos años, para tratar de despejar uno de los principales escollos para el crecimiento sostenido: la inflación alta. En los últimos 12 meses la inflación acumuló 9%. En julio, los precios al consumidor subieron 1% y fue la mayor marca desde 2002.
Cuando miles de argentinos vuelvan a las playas brasileñas el próximo verano o el siguiente, se encontrarán con que la caipirinha o la cerveja que durante años costaba siempre lo mismo, ahora salen un par de reales más.
La tasa Selic, de referencia en Brasil, estaba en 2% en marzo, un nivel mínimo. Desde entonces, el Comité de Política Monetaria empezó a retocarla en 0,75 puntos porcentuales en cada reunión, y se espera para los próximos días una suba más agresiva, de un punto porcentual. Brasil no quiere que le suceda lo que a la Argentina y prefiere penalizar el consumo y ralentizar un poco su economía, antes que lidiar con un problema que puede amenazar sus posibilidades de estar en la senda del crecimiento sostenido.
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