Biocombustibles: el proyecto oficial va en contra de metas internacionales ratificadas por la Argentina
Según especialistas, la propuesta baja los niveles de mezcla, cuando se supone que debería aumentarlos; la Agencia Internacional de Energía dice que los países deben abandonar las energías fósiles en 2050
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CORDOBA.- La Agencia Internacional de Energía (AIE) en su último documento señala que, para paliar el calentamiento global, los países deben abandonar, a más tardar en 2050, las energías de origen fósil. El planteo coincide con el avance en el Congreso del proyecto del kirchnerismo para reducir la participación del biodiesel y el etanol elaborado a base de maíz. La iniciativa logró el martes despacho de mayoría en las comisiones de Energía y de Presupuesto de Diputados. El fundamento de la decisión que deslizaron los oficialistas es que buscan evitar que la suba de commodities incida en el surtidor.
El principal punto de conflicto con la propuesta oficialista es la reducción del corte de biodiésel para el gasoil, del actual 10% al 5% (pudiendo la Secretaría de Energía llevarlo a un piso de 3%), mientras que mantiene en 12% la mezcla de bioetanol en la nafta.
Para el exsecretario de Energía e integrante del Instituto Mosconi, Jorge Lapeña, ese proyecto “va en sentido contrario” al planteo internacional: “Baja los niveles de mezcla, cuando se supone que debería aumentarlos. Hay una alta influencia corporativa a favor de una u otra alternativa y lo que se discute es un síntoma elocuente de que vamos por mal camino”.
Subraya que la Argentina todavía no definió cómo alcanzará la meta de emisiones neutras en 2050 a la que se comprometió en el Acuerdo de París en 2015 y en convenios posteriores y que fue ratificada por el presidente Alberto Fernández en su participación en la Cumbre Climática virtual realizada hace poco menos de un mes. “El hecho de que se haya comprometido y se haya ratificado no implica que se haya dicho cómo se hará. La respuesta sólo puede surgir de un plan energético estratégico de largo plazo”, dice Lapeña a LA NACION.
Víctor Bronstein, director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys), tiene una mirada diferente. Por un lado, entiende que los objetivos señalados por la AEI son “difíciles” de cumplir. Indica que la transición energética planteada “no será lineal” y describe que, tradicionalmente, estos pasos eran de fuentes de energía de menor calidad a una de mayor, “en cambio ésta es forzada por externalidades ambientales y geopolíticas”.
“La Argentina tiene que ir a su ritmo, no tenemos la espalda fiscal de otros para subsidiar biocombustibles o autos eléctricos como lo hace Noruega, usando recursos provenientes del gas y el petróleo -agrega-. Es cierto que el país ratificó acuerdos, pero hay una presión geopolítica, un sistema de gobernanza global que suena políticamente correcto”.
El experto admite que el proyecto para biocombustibles –a los que no avala por entender que atentan contra el precio de los alimentos al usar commodities para su producción- va en contra de las adhesiones argentinas a acuerdos internacionales. Con todo, explica que tiene lógica que se promocione más los elaborados en base a caña de azúcar, porque el maíz “tiene mercado con otros productos”.
Sin avances
El informe de la AIE reconoce que los combustibles líquidos de bajas emisiones son irreemplazables para una gama de transportes que no podrán ser electrificados por problemas de infraestructura. Plantea un escenario de migración hacia energías cada vez más avanzadas.
La consultora Verónica Geese marca que para regiones como Europa los biocombustibles presentan la complejidad de escaso acceso a la materia prima: “La AIE indica que sin los bios no se puede hacer la migración y subraya que no hace falta invertir más en combustibles fósiles. Lo que hacemos en la Argentina va totalmente en contra de lo que se señala a nivel mundial, estamos retrocediendo en las renovables”.
Las estimaciones internacionales dan cuenta de que el 55% de las emisiones de gases proviene de la energía y el resto de desmontes, mal uso del suelo, ganadería. “Es de pura lógica que la transición del estado actual al objetivo debe hacerse incluyendo la descarbonización de la energía; hay que consumir menos petróleo y menos gas, que, en conjunto, representan 85% en el país; hay que reducir ese porcentaje e incrementar el de las energías que no producen gases, incluyendo el menor uso de combustibles fósiles”, recalca Lapeña.
El exsecretario insiste en que los biocombustibles deben ser “certificados” y con trazabilidad de huella de carbono para garantizar que “no provengan de desmontes”. En el proyecto de ley eso no está contemplado.
Respecto de los argumentos en la comisión de Diputados acerca de que hay que avanzar en la electrificación del transporte, Geese los califica de “green washing” (lavado verde), ya que en el corto plazo en un país “fundido” es complejo de lograr. “Está muy bien seguir pensando en el hidrógeno también, pero le falta tiempo y necesita de fuentes renovables para que sea verde, si no es gris, en base a gas. Hoy no estamos cumpliendo nada, ni siquiera avanzamos en eficiencia energética que depende de la conducción política y gestión y no de millones de dólares”, cierra.
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