Bernardo Kosacoff: “Desde 2011, en el sector privado no se creó ni un empleo adicional”
Es licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires y docente en la UBA, la UTDT y la Unqui; fue economista senior de la Cepal (1983-2002) y director de esa institución en la Argentina (2002-2010); autor de más de 20 libros, es especialista y consultor sobre temas de competitividad y desarrollo de diversos sectores
Para Bernardo Kosacoff, la recuperación de la industria este año es una señal positiva que parte, también, del bajo nivel que arrastraba este sector de la actividad antes de la pandemia. Según el economista, especialista en el sector manufacturero, desde 2011 hay una crisis en esta actividad vinculada con la caída en la inversión, con la inestabilidad macro y con algunos problemas sistémicos, como los costos logísticos o el acotado mercado de capitales local.
En diálogo con LA NACION, el economista analizó los problemas de competitividad del sector y su heterogeneidad, y advirtió sobre el creciente ausentismo y sobre la dinámica del mercado de trabajo: “Desde 2011 a esta parte, el sector privado no ha creado un solo empleo adicional; ha caído un 4% el empleo privado formal y la población creció un 15%. Lo que creció fue el empleo público y el sector autónomo, informal y monotributista. Hoy el tema del empleo es central en la economía”.
–¿Cómo está hoy el escenario de la industria?
–El sector viene de una crisis estructural de largo plazo muy complicada. Uno lo puede tomar con la perspectiva de las últimas décadas o, fundamentalmente, verlo desde 2011, desde cuando se observa un estancamiento del sector manufacturero y de su capacidad de crear empleo. La crisis se profundizó notablemente a partir de abril de 2018. En los últimos meses se observa una recuperación, dentro de un escenario de caída, que está expresada en casi todos los indicadores: volúmenes físicos, creación de empleo, gasto de desarrollo, exportación de bienes industriales e inversión. En este contexto de profunda crisis que está viviendo la economía, el sector manufacturero está teniendo un proceso de recuperación mayor al de otras actividades.
–¿Y eso por qué se da?
–Los datos del Indec muestran que en 2021 la industria se recupera relativamente. Y eso tiene que ver con los bajos niveles que tenía antes y con el hecho de que hay un grado de protección mayor, en términos de las dificultades de abastecimiento del mercado vía importaciones. En 2019 la industria cayó 6,4%; en 2020, 6,9%, y en 2021 hay prácticamente una recuperación, que es de alrededor de 4% frente al año pasado. Si en 2020 el PBI cayó cerca de 10%, la industria tuvo una caída menor, y se puede observar que hay una recuperación muy heterogénea al interior del sector. La recuperación mayor está asociada a la industria automotriz, la metalmecánica y la siderúrgica, y hay relativa estabilidad en alimentos y bebidas. Y este año hay una recuperación del rubro textil.
–¿Y en cuanto al empleo?
–En la industria se había dado una fuerte caída del empleo y ahora hay una recuperación de algunos puestos. Desde septiembre de 2019 y hasta junio de 2020 hubo una caída permanente del empleo asalariado registrado, con una pérdida de 15.000 puestos en el sector. Ahora la industria recupera algo más de 10.000 puestos, pero frente a una disminución previa notable.
–¿Y cuáles son los problemas estructurales detrás del estancamiento que existe desde 2011?
–Hay un problema central, que es la pérdida de competitividad asociada al lento proceso de inversiones que tuvo la industria en este tiempo, y al escaso gasto en investigación y desarrollo, a lo cual se suman problemas sistémicos que se dieron por incrementos de costos logísticos. Simultáneamente, la pandemia generó fuertes costos en las operaciones de la industria, asociados al cumplimiento de protocolos. Y hay un elemento que era un tema estructural y que se agudizó notablemente: la cantidad de gente que falta al trabajo en el sector. Históricamente el índice era de 3% o 4%, y en muchas industrias ahora llega a 15% o 16%, según los registros del Centro de Estudios de la Unión Industrial. Es un problema de impacto fuerte en costos y también en productividad.
–¿Cómo se siente en la actividad el impacto de la segunda ola?
–Definitivamente hay un impacto negativo, pero el sector espera transitarla lo más rápido posible. No fue previsto y tiene como efecto una disminución del nivel de actividad por cierres obligados, pero al mismo tiempo hay una pérdida de ingresos de la población que afecta el consumo. Hay que tener en cuenta que la Argentina está viviendo una pérdida notable en términos de salario real visto en perspectiva, que se profundizó en 2020. Esa caída real en los ingresos, sumada a la destrucción de puestos y la caída de las horas trabajadas que achica la masa salarial, obviamente afecta al sector.
–¿Cómo ve el nivel del tipo de cambio hoy?
–En términos históricos, el dólar oficial está en valores razonables. Estos últimos cuatro meses, producto de la política antiinflacionaria del Gobierno, hay una actualización del tipo de cambio que está en torno del 1% mensual, notablemente menor al índice de inflación que estuvo, en promedio, en 4%, pero en términos históricos hay un nivel que es relativamente favorable. Y hay un nivel de salarios medidos en dólares que hace a la Argentina claramente competitiva. Vamos a transitar trimestres en los que el manejo del tipo de cambio estará asociado más a una cuestión antiinflacionaria que a la competitividad. De alguna forma, la apreciación del real en Brasil favorece el escenario, dado que es el principal socio comercial de la Argentina.
–¿Cómo influyen las mejoras en las perspectivas de Brasil?
–El país tiene un contexto de recuperación económica con apreciación cambiaria. Esto es favorable a la Argentina y de alguna forma se logra una mejor posición de la balanza comercial, que fue estructuralmente deficitaria en los últimos años. En términos sectoriales, hay industrias que están siendo favorecidas y son, al mismo tiempo, las que tienen alto grado de protección, como la textil.
–¿Cómo está hoy la Argentina en cuanto a su nivel de competitividad? ¿Cuáles son las claves para que hayan mejoras?
–En el país hay sectores en los que todo lo que es fronteras adentro de las fábricas es notablemente moderno; son sectores ubicados en la frontera técnica internacional y están asociados al patrón de especialización exportadora de la Argentina. Son todos los vinculados a los insumos básicos, la petroquímica, el aluminio. La Argentina está ubicada técnicamente en la escala internacional. También pasa en segmentos de la industria automotriz, en particular, en la fabricación de 4x4, donde hubo mejoras muy significativas, y en todo lo asociado a la actividad agroalimentaria. Hay otras actividades orientadas al mercado doméstico que tienen problemas estructurales, como falta de economías de escala o de especialización, donde al interior de la planta hay terreno para ganar. En el sector de confecciones hay niveles de competitividad alejados, pero al interior vas a encontrar algunas empresas, en particular algunos fabricantes de productos de alto diseño, donde los niveles de eficiencia son realmente elevados.
–¿Y dónde aparecen los problemas del sector?
–Hay problemas sistémicos que son bastante claros. El tema logístico es uno de ellos. Otro tema, que es central, es el de la presión impositiva. Cuando se miran los números agregados, la presión impositiva en la Argentina no está tan lejos de países relativamente similares, pero el problema es que acá hay un tercio de la actividad que es informal, y hay una presión que es realmente asfixiante para la gente que tiene que asumir los compromisos. La Argentina tiene una presión impositiva más alta que el resto de América y eso es negativo para el desarrollo de proyectos de inversión.
–En 2020 se desplomó la inversión a causa de la pandemia, pero la tendencia negativa es anterior. ¿Qué efectos tiene y cómo se puede revertir?
–La Argentina tiene hoy una tasa de inversión notablemente baja, como un fenómeno estructural, y eso se agudizó desde 2011. Con la crisis de abril de 2018 hubo inversiones que, en promedio, estuvieron por debajo de la amortización, con lo cual el sector productivo se ha descapitalizado. Ahora hay una recuperación frente a niveles muy bajos. La Argentina sigue teniendo una tasa de inversión de entre 13% y 14% del producto, que es muy baja. Y no hay una única decisión detrás de eso. Cuando se tiene que hacer un proceso de inversiones, no es solamente hundir máquinas y equipos, sino también implementar estrategias tecnológicas, de desarrollo de proveedores, de capacidades productivas, de recursos humanos, y eso se hace con activos específicos y mirando un horizonte de 10 años. Un problema que tiene la Argentina es la alta volatilidad, y el hecho de hundir activos específicos si se espera una crisis, no va a generar los retornos de la inversión. Además, están los problemas sistémicos. Uno de ellos es el muy reducido mercado de capitales que existe para dinamizar procesos de inversión. Es muy pequeño para la transmisión de ahorro a inversión, y ahora, además, el país está alejado del mercado de financiamiento externo. El país está ajeno a este escenario de liquidez internacional y de baja tasa de interés, que permitiría la financiación de procesos productivos.
–¿Cómo analiza el impacto del deterioro educativo por la pandemia sobre la fuerza laboral en la Argentina?
–Es una pérdida significativa, porque hay un deterioro en la formación formal de la gente, sobre todo de quienes están en sectores de menores ingresos. Y esto se ha agravado durante la pandemia, por todos los temas del cierre de escuelas y el pasaje a la educación digital, donde los sectores de menores ingresos tuvieron condiciones mucho más adversas. El otro problema es que una parte importante de la formación de los recursos humanos se da simultáneamente en un ‘aprender haciendo’ dentro de los puestos de trabajo, y en la medida en que durante muchas décadas un conjunto importante de la población estuvo ajena a ese proceso productivo, ha habido una pérdida importante de esa formación, que es fundamental para generar capacidades y aprendizajes permanentemente.
–¿Qué rol tiene o puede tener hoy el Mercosur?
–Para el sector manufacturero es fundamental. Es el mercado más cercano y existen posibilidades en las cuales no se ha avanzado lo que se suponía en un principio que se iba a avanzar, pero hay oportunidades de aprovechamiento conjunto, no solo para mercados ampliados sino también para lograr mejoras de competitividad
–¿Cómo analiza la situación del marco normativo del trabajo?
–La Argentina tiene que tener normas laborales que se planteen la cuestión de cómo incorporar a los informales y a la gente desocupada al sector formal de la economía. Hay muchos gremios que tienen un conjunto de regulaciones de hace 40 o 50 años, que corresponden a modelos de organización o de producción industrial que no están para nada vigentes hoy. Hay que lograr discusiones importantes con los sindicatos para modificar esas regulaciones y, así, permitir la creación de empleo.
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