"El mágico Ayrton" solía decir que hablaba con Dios en los lugares más insospechados, como curvas peligrosas o túneles traicioneros. Tal vez, también lo hizo aquella trágica tarde del 1° de mayo de 1994, cuando perdió la vida al volante, luego de haberse convertido en uno de los pilotos de Fórmula 1 más grandes de la historia y de haber hilvanado tres campeonatos mundiales.
Ayrton Senna Da Silva o simplemente "Beco", como lo llamaba su familia de chico, nació el 21 de marzo de 1960, en San Pablo, Brasil. Fue el menor de tres hermanos y creció en el seno de una familia acomodada, en una gran casona que había pertenecido a su abuelo.
Parece increíble, pero, según contó su madre Nayde, Ayrton tenía problemas de coordinación motriz hacia los 3 o 4 años, le costaba caminar y subir las escaleras. "Pero ya le gustaban los coches y por eso su padre, Milton, le armó un karting con un motor de una picadora de caña, que le permitía alcanzar los 60 kilómetros por hora", relata Daniel Meissner, uno de los periodistas que más saben de Fórmula 1 y que escribe en Campeones.
A los 7 años, Beco le pidió a su papá que lo dejara empezar a estacionar el coche familiar en su casa, cada vez que este llegaba. Pero pronto querría más. "Un día le quitó la camioneta a su padre en la playa de Ithamae y salió a las aceleradas, era tan chiquito que sus pies no llegaban a los pedales. Ese día terminó detenido por la policía y su padre entendió dos cosas: que debía seguirlo de cerca y que ya no podría detener su pasión por el volante", recuerda Meissner.
De gran conducta religiosa, Ayrton se crió bajo parámetros muy rígidos y desde adolescente colaboró con la industria metalúrgica de su padre, que sólo cuando tuvo la seguridad de que su hijo se había encarrilado, lo apoyó en su carrera deportiva.
Desde sus comienzos en el automovilismo tuvo una convicción que no abandonó jamás: la de acelerar a fondo siempre, fuera o no necesario. Ese "todo o nada" edificó su leyenda desde que probó un kart en su San Pablo natal, y la acrecentó en los setenta, cuando hizo estragos en los circuitos del mundo, siendo campeón inglés y europeo de la Fórmula Ford 2000 y Fórmula 3 británica.
Con ese mismo "a todo o nada" llegó en 1984 a la F1, donde ya en su primera temporada mostró que era un diamante en bruto que se puliría solo: si arriba de un auto que no era de lo mejor, ya se colaba entre los primeros, cuando le dieran una máquina de punta sería imbatible. Y así fue: fichó para Lotus y en su segunda carrera, en Estoril, subió a lo más alto del podio: fue el 21 de abril de 1985.
Muchos años después, "el mágico Ayrton" se refirió así a ese primer podio en la F1: "Después de mi triunfo en Donington de 1993 con el McLaren todo el mundo me decía que esa había sido mi mejor victoria… ¡De ninguna manera! Los autos ya tenían control de tracción y bastaba con no cometer errores, porque eran más sencillos de conducir. Reconozco que fue un gran éxito, sí, pero ni se acerca al de Estoril de 1985".
Era perfeccionista y competitivo: bajo la lluvia era imbatible y eso se debía, según contó su madre, a que cuando corría en karting perdió una carrera por culpa de que la pista estaba mojada y se juró que nunca más le pasaría eso: cada vez que llovía dejaba lo que estaba haciendo y salía a practicar con su karting.
Dueño de una técnica superlativa, aceleraba a fondo donde otros aflojaban. "Solía decir que hablaba con Dios en los lugares más insospechados, como en la curva Eau Rouge de Spa-Francorchamps, Bélgica, la que transitaba a máxima velocidad y donde la mayoría de sus colegas nunca se jugaba a ir a fondo por miedo a accidentarse, o en el iluminado túnel de Montecarlo, durante cada Gran Premio en el Principado", destaca Meissner.
Luego de entablar la rivalidad más intensa de la historia de la F1, con el francés Alain Prost (muy bien relatada en el documental Senna. Sin miedo. Sin límites. Sin rival, dirigido por Asif Kapadia), llegó a lo más alto al ganar tres veces el Campeonato Mundial en 1988, 1990 y 1991. Para ese entonces, ya era ídolo en todo el mundo, pero sobre todo en su Brasil natal, donde decían que "el mágico Ayrton" era la única alegría que tenía ese pueblo.
Meissner relata una anécdota que muestra la admiración de Senna por Juan Manuel Fangio. "Cuando el Chueco le entregó el trofeo al ganador en Brasil ’93, él se bajó del escalón más alto del podio para recibirla por una sencilla razón: siempre sostuvo que nadie podía tratar a Fangio (su máximo ídolo) mirándolo desde más arriba que él", cuenta el especialista.
Aquel chico con problemas de coordinación motriz, era ahora el mejor piloto de la glamurosa F 1, era considerado el más rápido de todos los tiempos y era amado en el mundo entero por su extraordinario carisma. Estaba en su mejor momento. Tocando el cielo con las manos. Pero… siempre hay un "pincelazo" que lo estropea todo.
El domingo 1 de mayo de 1994, Ayrton estaba tenso, incómodo con el auto que le había preparado Williams y, en verdad, no quería correr ese día en Imola. Según se relata en el documental mencionado, su médico y amigo, Sid Watkins, le había dicho: "Ayrton, renuncia ahora. Has ganado tres mundiales, eres el mejor piloto del mundo. No tienes necesidad de arriesgar ahora. Vámonos de aquí, vamos a pescar". Con la mirada perdida, él le respondió: "No puedo. Necesito continuar".
Horas después, con un mal presentimiento, se subió al auto, se calzó su casco y encaró aquel recordado Gran Premio de San Marino. Largó primero, a las 14, y a las 14.17, cuando iba por la séptima vuelta, seguía líder de la carrera. Fue a esa hora exacta cuando llegó a la curva de Tamburello, que todos los pilotos toman a 300 kilómetros por hora, pero él tomaba a 310 kilómetros por hora.
Su auto nunca dobló, siguió recto y golpeó contra el paredón. Ayrton quedó inmóvil, con la cabeza recostada sobre la derecha. Llegaron los socorristas, llegó el helicóptero y fue trasladado al hospital. Pero ya todo era en vano, el mágico Ayrton había muerto en el acto, exactamente a las 14.17, cuando una varilla suelta golpeó su cráneo. El mundo, sin embargo, se enteró recién a las 18.40, cuando los médicos anunciaron que el piloto más rápido de la historia se había ido para siempre.
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