Avanza un deterioro de la economía global para el cual la Argentina no está preparada
En las últimas semanas, el panorama internacional que enfrenta el país se complicó sustancialmente
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La crisis de la coalición de gobierno es tan grande que ni la suerte parece querer seguir siendo parte de ella. Existe el mito, que es solo parcialmente cierto, de que históricamente el peronismo se benefició de ciclos internacionales muy favorables, con el precio de las exportaciones en niveles muy elevados. Esto les ocurrió, por cierto, a Juan Domingo Perón y a Cristina Kirchner en sus primeras presidencias y a Néstor Kirchner en la suya.
Alberto Fernández parecía estar, hasta hace poco, tocado por la misma varita mágica. En mayo último, el precio de la soja –nuestro principal producto de exportación del país– llegó a uno de sus máximos niveles históricos, mostrando una suba del 57% con respecto al mes anterior a que el presidente asuma su mandato. Los US$9000 millones adicionales de exportaciones que brindaron en 2021 los mayores precios internacionales le están permitiendo al Gobierno, aunque no sin sobresaltos, llegar a la elección de noviembre sin devaluar al peso en el mercado oficial.
Pero la suerte se le terminó. En las últimas semanas, el panorama internacional que enfrenta la Argentina se complicó sustancialmente. Los fuertes paquetes de estímulo fiscal y monetario que implementaron los países desarrollados para combatir el impacto económico del Covid-19 dieron lugar a una aceleración de la inflación global. En Estados Unidos, el alza de precios superó el 5% anual desde mayo de este año, que se compara con una meta del 2% anual. En Europa, la inflación pasaría el 3% anual en septiembre, en lo que quizás sea la segunda inflación más alta de este siglo para ese continente.
Como consecuencia, en las últimas semanas, tanto la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) como el Banco Central Europeo comenzaron a tomar pasos tentativos para ajustar su política monetaria. Gran parte de los bancos centrales de los otros países desarrollados y de los emergentes también comenzaron a recalibrar su política monetaria.
Una política monetaria más restrictiva en los países desarrollados implica mayores tasas de interés de los bonos de dichos países. Esto suele ser muy dañino para los países emergentes, ya que, cuando las tasas son más atractivas en las naciones desarrolladas, el capital sale de los emergentes y busca refugio en países más confiables. Dado que la inflación picó en punta en Estados Unidos, se teme que la Fed actúe más rápido que otros bancos centrales, lo que está llevando al dólar a apreciarse contra otras monedas, porque los bonos norteamericanos se vuelven más atractivos que los de otros países, como los europeos. El problema para la Argentina es que, cuando se aprecia el dólar, los precios de las commodities suelen caer.
Otro nubarrón que se cierne sobre los países latinoamericanos es la desaceleración que está experimentando la economía de China, la gran demandante mundial de materias primas. Tiene varias causas, pero una de ellas es la agenda ambiental del gobierno, que intenta reducir el uso del carbón en la generación de energía eléctrica. El 70% de la electricidad en China se produce con carbón. Cuando la demanda de productos industriales se disparó a la salida de la pandemia, los productores chinos no pudieron abastecerla por los problemas de suministro de energía.
A esto se suma el problema que enfrenta el desarrollador inmobiliario chino Evergrande, sobre el que corre el período de gracia de un cupón impago de un bono emitido en dólares. La deuda total de este gigante de la construcción es de cerca de US$300.000 millones, casi lo mismo que toda la deuda del gobierno argentino. A diferencia de eventos pasados, el gobierno chino no acudió en su auxilio. El riesgo es el efecto dominó que podría generar un default, dado su tamaño. Los expertos estiman que el daño será limitado, pero el trasfondo es claro: la capacidad de China de crecer sobre la base de la construcción de viviendas y el endeudamiento ya pasó su límite. La deuda ya es muy elevada, la tasa de natalidad está bajando y su población está envejeciendo. Mal presagio para América Latina.
Esta combinación de expectativas sobre la política monetaria de Estados Unidos y sobre el crecimiento de China ya están teniendo un impacto sobre los precios de las commodities. Los precios de la soja y del maíz cayeron alrededor de un 25% desde su máximo del año. Pero no todos los productos primarios están a la baja. Los precios de la energía, particularmente del gas natural licuado, del que la Argentina se convirtió nuevamente en importador por obra de la política energética del Gobierno, están volando. Valen más del doble que en mayo. Juan Luis Manzur debe estar rezando para que el próximo invierno sea más benigno que este.
Pero esto no es todo. En inglés existe una expresión que dice “cuando llueve, diluvia” (when it rains, it pours). El problema que enfrentamos es, sin embargo, el inverso. Llovió poco y quizás llueva menos en los meses siguientes. El clima seco contribuyó a hacer caer el volumen de la cosecha 2020/2021 casi un 7%. Los últimos pronósticos sugieren que en los próximos meses podría darse un episodio moderado/fuerte del fenómeno conocido como “La Niña”, que trae clima seco a la zona pampeana, en lugar de un episodio débil, como se pensaba hasta hace poco.
En otros momentos, el empuje de la economía de Brasil ayudó a la Argentina a pilotear momentos difíciles, pero esta vez no será posible. La sequía en el país vecino hizo disparar los precios de la electricidad, ya que el 65% se produce en represas hidroeléctricas, y la inflación se elevó al 10%, lo que se compara con la meta del Banco Central del 3,75%. Para moderar la inflación, la autoridad monetaria ya subió la tasa de interés cuatro puntos porcentuales, hasta 6,25%, y prometió subirla un punto más en su reunión del 27 de octubre.
El consenso de economistas espera que llegue al 8,25% a fin de año, una de las tasas más elevadas del mundo. Sumado a una consolidación fiscal que está implementando el gobierno de Jair Bolsonaro y al elevado ruido político que genera su presidencia, el crecimiento económico, que venía muy fuerte, se está empezando a resentir. El consenso espera que la economía se expanda solo un 1,57% en 2022.
La combinación de un dólar fuerte, tasas en alza en los países desarrollados y precios de las materias primas bajas es muy desafiante para los países emergentes. El daño que puede ocasionar depende de las reservas y el acceso al crédito que tenga el país y de la capacidad de implementar políticas fiscales y monetarias anticíclicas. En todos los frentes la Argentina muestra deficiencias con respecto a sus vecinos. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, calcula una medida de cuan adecuadas son las reservas internacionales de un país. En la Argentina están bien por debajo del nivel adecuado, mientras que en países como Brasil y Colombia se encuentran más de un 50% por encima de su nivel adecuado.
Hay posibilidad de choque, pero el Gobierno está acelerando. El Banco Central (BCRA) pierde reservas internacionales a un ritmo elevado, proceso que solo interrumpe temporalmente cuando impone más restricciones a las importaciones y a la operatoria de los mercados paralelos, como ocurrió el miércoles último. Las reservas internacionales, netas de depósitos de terceros y del swap con el Banco Central de China, están en US$7617 millones y podrían llegar a menos de US$2000 millones a fin de año, un nivel no visto desde octubre de 2015. Al mismo tiempo, la impresión de pesos para financiar el déficit se aceleró. A los $960.000 millones emitidos hasta septiembre, se agregaron $75.000 millones a inicios de octubre. El BCRA emitirá $600.000 millones más hasta fin de año, lo que seguramente repercutirá en la inflación en 2022, que probablemente sea mayor a 60%.
En el mundo de los traders se suele decir que es mejor tener suerte que ser inteligente (better lucky than smart). La suerte nos está dejando de lado y el Gobierno se prepara para enfrentar el choque externo de una manera muy poco inteligente.
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