“Aturdidos” y con incertidumbre, los dueños y empleados de locales gastronómicos reaccionan a las nuevas restricciones
Un recorrido realizado por la zona de Recoleta evidencia la preocupación en bares y restaurantes; muchos mantuvieron hoy el servicio en el interior, pero la mayoría decidió cerrar a las 19
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Más allá de que hoy entró en vigor el decreto que dispuso mayores restricciones a la actividad gastronómica, parece reinar un sentido de aturdimiento entre dueños y empleados del sector que analizan cómo adaptarse al cambio.
La norma publicada en el Boletín Oficial se reservó sorpresas que no habían trascendido en los anuncios del presidente Alberto Fernández y los funcionarios del Gobierno. Esta mañana, antes de que terminaran de digerir la medida del cierre anticipado -que redujo el horario de atención de 23 a 19 horas-, los bares y restaurantes descubrieron que hasta el 30 de abril solo podrán servir en mesas afuera.
Luego de un recorrido que realizó LA NACION en la zona de Recoleta antes de las 19, se vio que las medidas todavía no se cumplen y no se ven hasta el momento controles de las fuerzas porteñas o federales.
Los mozos y empleados del barrio esperan las directivas de sus superiores, con la incertidumbre de si mañana trabajarán o no. Por su lado, los gerentes y dueños recalculan el siguiente paso en la operación. Según refieren, la falta de precisión y la sorpresa en el contenido del decreto no les dio el tiempo suficiente para rearmar el esquema logístico que requiere combinar cambios de turno y hasta reducir personal. Algunos comercios se resisten a cumplir la prohibición de servir solo en el exterior porque consideran que es un golpe letal a su negocio, pero la mayoría coincide con resignación en respetar el nuevo horario de cierre.
“Nos duele, pero a partir de mañana trabajamos con todas las mesas afuera. No nos queda otra que respetar la decisión. Tenemos la suerte de tener todo este espacio en el exterior, aunque no todos tienen esa posibilidad A los bares de la zona se les va a hacer muy difícil facturar”, dice Miguel, gerente de La Biela, la histórica cafetería y parada obligada de los turistas extranjeros, hoy ausentes.
“Los clientes se quejan de la modalidad, pero los vamos a tener que atender afuera. Vamos a acatar lo que haya que acatar. Hay mucha incertidumbre entre los empleados, la gente quiere trabajar. Con la asistencia del ATP nos manejamos el año pasado para subsistir y el REPRO con la situación actual no nos funciona. Solo con delivery no se puede mantener el negocio, nuestra venta es presencial porque nuestros clientes vienen por la experiencia de comer acá”, agrega.
Además de las pérdidas que supone al negocio el nuevo horario, Miguel refiere que en promedio gastan $100.000 al mes en insumos del protocolo entre alcohol en gel, barbijos y sanitizantes.
Al cruzar la calle, se encuentra la Panera Rosa, donde los clientes comen adentro y afuera. “Esto nos arruina”, dice conmovido Daniel, encargado del local, y agrega: “La política vive en otra realidad , no entienden que se pierden fuentes de trabajo inevitablemente. Lo que más nos preocupa es nuestra gente, porque se van a tener que hacer recortes. A partir de mañana ya trabajamos con todas las mesas afuera y hoy operamos hasta las 7 de la tarde. Nuestro fuerte es la merienda que ya lo perdemos con el corte de la noche. Es un esfuerzo enorme que seguimos haciendo nosotros. Entendemos la situación sanitaria, pero se tomaron todas estas medidas sin pensar en los trabajadores”.
La situación es más crítica para aquellos restaurantes con espacios más acotados o con veredas muy angostas donde las mesas exteriores improvisadas entorpecen el paso de los peatones. “Todavía no sé si trabajo mañana, estamos esperando ver qué definen los dueños. No tenemos más información y seguimos sorprendidos”, dice una empleada del local Pasadena sobre la calle Guido.
En el área del Recoleta Mall, que cerró por completo su acceso a los locales internos, los restaurantes mantienen su servicio en el interior. “Por ahora la orden desde arriba es seguir atendiendo afuera y adentro, respetando el aforo máximo de cuatro clientes por mesa. Lo importante ahora es conservar el trabajo y que no nos cierren del todo. Sabemos que hasta el 30 de abril vamos a estar así y no nos queda otra. No nos sorprendió el anuncio, ya desde el martes nos venían diciendo que estemos preparados para el cambio de horario”, dice una responsable de Pani, y competa: “Es parte de la nueva realidad”.
En el Club de la Milanesa empiezan a preparar para potenciar el delivery después del cierre. “Queremos que nos dejen trabajar”, reclama un empleado, mientras prepara un encargo para repartir. “Hasta hace dos semanas veníamos trabajando bien y ahora esto nos sorprendió. Nosotros dependemos de las propinas. Estamos viendo qué dicen los dueños, pero hoy trabajamos hasta las 19. Mañana no sabemos qué hacemos”, remata frustrado.
El local extendió su terraza afuera, mientras los encargados definen la modalidad del servicio. A razón de las medidas ordenadas por el poder ejecutivo, los sindicatos, cámaras, empresarias y trabajadores de la gastronomía y la hotelería reclamaron juntos el cese de la prohibición de la actividad que definieron como “un tiro de gracia final” para todo el sector.
La UTHGRA (sindicato de trabajadores de turismo, hotelería y gastronomía), la FEHGRA (Federación empresaria hotelero gastronómica de la República Argentina) las cámaras AHRCC (asociación de hotelería, restaurantes, confiterías y cafes) y los trabajadores de la gastronomía se unieron en el reclamo de seguir ejerciendo su derecho al trabajo.
Desde el sector apuntaron que ya cerraron más de 10.000 locales y se perdieron más de 150.000 puestos de trabajo. Están en riesgo otros 200.000, gran parte de ellos jóvenes de entre 18 y 24 años.
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