Argentina ya tiene su Ed Wood (de las pampas)
Daniel Burmeister recorre el país con una propuesta: comida y alojamiento a cambio de rodar una película con la gente del pueblo
Para su última película, el director de cine Daniel Burmeister ubicó a un grupo de bomberos alrededor de un hoyo poco profundo en una explanada. "Entonces, ¿quiere que grite en el hoyo como si hubiera una emergencia?", preguntó uno de los bomberos.
Burmeister, cuyas producciones de bajísimo presupuesto llevaron a un crítico argentino a bautizarlo como el "Ed Wood de las Pampas", sugirió al improvisado actor que dejara volar su imaginación. No es un hoyo, le dijo, "es un pozo profundo con una pequeña niña atrapada en el fondo".
Después de recitar su parlamento, el bombero ofreció hacerlo de nuevo, con más energía. Pero Burmeister no ha producido unas 80 películas desperdiciando tiempo en segundas tomas. Además, estaba muy ocupado planeando la siguiente escena como para prestarle atención.
Como guionista, director, productor, camarógrafo y proyeccionista, Burmeister, un hombre de 70 años con pinta de abuelo, llega a poblaciones pequeñas y les ofrece a los líderes locales un negocio: si le dan un mes de estadía y comida, hará una película que dará a los habitantes del lugar una probadita del estrellato en la pantalla grande.
Burmeister tiene unos 12 guiones listos, que incluyen eventos como accidentes o bodas, y que contienen muchos personajes que se representan a sí mismos. Mientras más habitantes del pueblo pueda incluir en la película, más entradas al cine y copias en DVD podrá vender en una proyección local cuando la cinta se estrene.
"Es agotador mantener su ritmo", dice Lucas Marcheggiano, codirector de El Ambulante, un documental argentino sobre Burmeister. La primera vez que los realizadores del documental trataron de grabar a Burmeister en acción, finalizó la escena que estaba rodando antes de que el equipo pudiera alistar la cámara sobre el trípode.
El ritmo frenético de Burmeister tiene sus inconvenientes. "Puede empezar con un personaje montando una bicicleta roja, corta y regresa con el mismo personaje, pero en una bicicleta azul", cuenta Adriana Yurcovich, otra directora del documental. Burmeister reconoce que la continuidad y atención al detalle no sus grandes virtudes. Una vez, relata, estaba editando la escena de la niña en el pozo, algo recurrente en sus producciones, y se avergonzó al descubrir que había filmado a la misma niña parada junto al bombero a la orilla del hoyo.
Los habitantes de las pampas, sin embargo, perdonan estas fallas. Una típica película de Burmeister nunca se exhibe fuera del pueblo donde ha sido rodada, pero jamás es olvidada por la gente de esos lugares. "Utiliza la psicología para que la gente trabaje en equipo y hace milagros casi sin presupuesto", dijo Omar Sánchez, el director cultural de la población de San Genaro. Sánchez dice que hace un par de años, una película de Burmeister ayudó a solucionar un viejo enfrentamiento entre dos barrios rivales de San Genaro. El diplomático director logró la unidad del pueblo al seleccionar al galán de un barrio y a la actriz principal del otro para luego alternar el rodaje entre las dos partes del pueblo.
Burmeister empezó a hacer lo que él llama "cine artesanal" ya mayor, después de trabajar como escultor, profesor de francés, perfumero, chef y titiritero. Hizo su primera película en una apuesta en 1998 y ha estado recorriendo la llanura pampeana desde entonces. Los títulos de sus películas incluyen Zumi el extraterrestre, Terror en la casa abandonada y Matemos al tío.
Hace unos meses, empacó su achacada videocámara y se fue a Coronel Suárez, una población de 30.000 habitantes, para rodar Volver a vivir, un melodrama sobre una pareja mal avenida que se reencuentra luego del grave accidente de su hija.
Al principio, Burmeister enfrentó una crisis de producción: el gerente de la casa de banquetes donde el director quería grabar la escena de una fiesta exigió que él y sus actores pagaran por la comida. "¿Pagar por nuestra comida?", exclamó Burmeister escandalizado ante la mera noción de tener que pagar por sus alimentos.
Por fortuna, Burmeister tenía buenas conexiones en su elenco. El protagonista era el principal asistente de un delegado del pueblo, mientras que el alcalde tuvo una aparición fugaz. "Los políticos son actores naturales, y pueden ayudar en muchas otras formas también", dice Burmeister, al explicar porqué le gusta escogerlos para sus producciones. Funcionarios locales tomaron cartas en el asunto y, al fin de cuentas, Burmeister se salió con la suya y no tuvo que pagar.
Luego, cuando el director apareció sin cita previa en el centro médico de la localidad, persuadió a una enfermera para que lo dejara rodar dentro de un consultorio. La enfermera, claro está, obtuvo una parte con parlamento en la película. "Siempre soñé con expresar lo que tengo dentro de mí", dijo Estela Maris Benítez.
Después de terminar de filmar, Burmeister le pidió a la enfermera una pastilla para la diabetes. Benítez le dio la caja entera.
Un par de días después, durante el rodaje de la escena con el bombero, él y un espectador se enfrascaron en un debate sobre el realismo del túnel de rescate, otro hoyo en la tierra. Si realmente fuera un túnel de rescate profundo, preguntó un bombero, ¿no debería haber una montaña de tierra al lado y no sólo la pequeña cantidad que había sido acumulada? Tras un momento de silencio, otro bombero habló en defensa del director. "Tal vez la tierra ha sido llevada a otro lado", indicó. "Sí, exacto, sigamos grabando", señaló Burmeister.
Un sábado en la noche, un mes después de que el rodaje había terminado, unas 200 personas llegaron a la sala de cine del pueblo para el estreno. Hacia el final de la película, durante una escena crucial, el DVD empezó a saltarse hasta que la imagen se congeló en la pantalla.
"¿Quién puso los dedos en el disco?", pregunto Burmeister, mientras corría hacia el proyector. La sombra del director se veía en la pantalla mientras revisaba la máquina en la oscuridad por varios minutos. Finalmente, logró que la proyección de la película continuara.
Sin inmutarse por los problemas técnicos, la multitud le dio a la cinta una resonante ovación. "Reconozco que lloré", confesó una de las espectadoras, Margarita Graser. Después de la proyección hubo una celebración con carne y empanadas para el reparto de actores. Pero Burmeister no se quedó por mucho tiempo. Tenía que tomar el autobús para empezar a buscar el pueblo que serviría de escenario para su próxima película.