Argenchinos: emprendedores que atravesaron la gran muralla
China se presenta como una tierra de oportunidades para cada vez más empresarios argentinos que se animan a probar suerte en las antípodas, a pesar de las barreras que enfrentan en materia de idioma e idiosincrasia
Aventurarse a emprender en el exterior ya es complicado. Aventurarse en un mercado de 1300 millones de habitantes obliga a una actitud casi temeraria.
Una nueva generación de empresarios sub-40 argentinos se animó a emprender en China enfocados en rubros tan disímiles como la carne seca, los libros en español y el software.
En la Argentina no hay mercado interno. Es un mantra que repiten empresarios de todos los rubros por igual. Pasar de un país subpoblado a uno donde solo una ciudad, por caso, Pekín, tiene casi la mitad de la población de todo el país, requiere un entrenamiento extra para fundar un proyecto privado.
Esta nueva generación de empresarios se valió de algunas herramientas clave para triunfar en un mercado exponencialmente más grande que el argentino. La primera, tener un socio local: las empresas joint venture entre locales y extranjeros tienen más oportunidades de crecimiento que las que están constituidas en un 100% por capitales internacionales, acuerda esta liga de emprendedores.
Los consejos para emprender en el gigante asiático incluyen también tener un buen manejo del idioma, que puede llevar años de práctica por las diferencias de alfabeto y en pronunciación, y tomarse el tiempo necesario para hacer una "inmersión cultural" que lime las asperezas entre Occidente y Oriente. Además, se apoyan entre sí: los miembros de la comunidad argentina en China se conocen entre sí y reciben el respaldo de los consulados argentinos en Pekín y Shanghai.
"Un amigo dijo una vez que China es lo más parecido a ir a vivir a Marte, tal es el grado de distancia entre nuestras culturas. Incluso en Asia, si uno va a Japón o Filipinas no siente tanto el desarraigo", asegura Néstor Bustamante, un argentino que hace cinco años se animó a dejar Córdoba para radicarse en Shanghai, donde hoy está al frente de una empresa de tecnología.
"Hay que entender que China es su propio mundo. Sus gustos, costumbres y cultura son diferentes a los de Occidente. Pensar que podemos venderle lo que nos sobra en la Argentina es no entender a China y a sus consumidores. Hay que empaparse y observar qué consumen, qué comen, qué hacen para divertirse", coincide Tomás Fuentes Benítez, otro argentino que emprendió el viaje de Necochea a Pekín para montar su emprendimiento de snacks de carne para el mercado chino.
Más allá de las dificultades, los argentinos que se animan a China destacan que en el gigante asiático las oportunidades compensan todos las dificultades. "En China se puede constituir una empresa privada sin ningún tipo de problema", explica Guillermo Bravo, que puso en marcha su librería de libros en español en pleno Pekín.
Brian Nejamen
Salir de la zona de confort, la frase tan trillada en el mundo laboral, para Brian Nejamen fue dejar un trabajo vocacional al que muy pocos llegan: ser futbolista. Tenía 26 años y ya había pasado por clubes del ascenso argentinos y hasta por instituciones del exterior. No se sentía cómodo en su rol y decidió, por un momento, seguir los pasos de su padre, importador de juguetes desde China hacia la Argentina.
Estudió chino y quería dedicarse al comercio. Pero un viaje al país asiático lo hizo cambiar de parecer: "En 2014, cuando decidí viajar a China por primera vez en busca de oportunidades, reapareció el fútbol como medio de comunicación cultural. En ese momento surgió la idea de crear una 'escuelita' para formalizar el intercambio comercial", relata el exjugador.
El esposo de su madre, Eduardo Delgado, también fue jugador profesional: pasó por Vélez, Rosario Central y All Boys, entre otros clubes, entre los años 70 y 80. Nejamen lo convocó para armar la escuela.
Mientras armaba su compañía, Airez Sports Group, el gobierno chino asumió al fútbol como una política de Estado. Ese año se publicó el "Programa para la reforma y el desarrollo del fútbol chino", una hoja de ruta para convertir al país asiático en una potencia futbolística.
"Pude notar claramente un antes y un después. Vimos el cambio en el interés de sus padres para que sus hijos practiquen este deporte desde muy pequeños, mientras que antes temían que se lastimen", relata.
Hoy la escuela de fútbol que ya tiene acuerdos con tres colegios y dos academias de fútbol a las que les brindan todo el soporte del entrenamiento profesional.
Además, la compañía organiza la Copa Argentina de Fútbol Infantil, con dos ediciones anuales, un campamento de verano y un viaje de intercambio a la Argentina cada febrero.
Brian González
Brian González acumula 1,3 millones de seguidores en Weibo, la red social del país asiático que combina las características de Twitter y Facebook. Como cualquiera de estas estrellas de las redes, promociona marcas y tiene un diálogo directo con sus seguidores, que muchas veces lo reconocen por la calle.
González es una figura particular: es un inmigrante que habla perfecto chino. A los 15 años le pidió a su mamá que le consiguiera una profesora particular del idioma "solo porque sí", recuerda. Enseguida se dio cuenta de que tenía talento: ganaba competencias, y le prometieron una beca para irse a estudiar a China cuando cumpliera 18 años.
Terminó el secundario, siguió estudiando el idioma en Chino ya desde Pekín y finalmente decidió quedarse. Más adelante, estudió un máster en Comercio Exterior, y hoy utiliza ese conocimiento en su compañía Green Channel, una agencia que organiza tours de compras mayoristas para extranjeros en la ciudad de Yiwu, el centro de "chucherías" más grande del país, explica.
Su segundo sombrero, el de personaje mediático, llegó de casualidad. Una productora de televisión lo fue a buscar a la universidad porque se enteraron de que había un argentino que hablaba bien en chino. Hoy es panelista de un programa en el que debate con otros inmigrantes sobre las culturas de cada país. Tuvo que explicar de todo sobre la Argentina: desde el origen de la bandera hasta qué es un gaucho.
Si bien le dedica mucho tiempo a sus seguidores, no descuida su compañía de comercio. Para ese proyecto cuenta con un socio chino, que además es su mejor amigo. "Las empresas joint venture entre chinos y extranjeros son más fáciles que las compañías exclusivamente de capitales internacionales, que requieren de trámites más engorrosos por una cuestión ideológica de priorizar el emprendedurismo chino".
Eric Lichtenstein
A los 24 años, se puede decir que Eric Lichtenstein ya tiene varias vidas en su haber. La primera como piloto de karting, disciplina en la que obtuvo 16 títulos. Luego saltó a los automóviles de turismo en el Top Race Series y se retiró después de participar en la Fórmula Ford inglesa y la categoría GP3 Series. Viajando conoció China y le encantó por lo que decidió instalarse con su empresa de importación de carnes.
La empresa es Lichtenstein Prime y originalmente era de su padre y su tío, pero hace tres años se fundió en parte porque sus antecesores no pudieron entender la cultura china. "Se perdió el capital de ellos y la inversión que yo había hecho. Mi madre vendió un departamento por US$300.000 y con eso fue que revitalizamos la empresa y pudimos salvar lo poco que quedaba", contó en diálogo con LA NACION.
En ese entonces, tenía 21 años, hace tres que no corría y con su hermano Ron, de 18, se repartieron las tareas: Eric quedó a cargo de la parte financiera comercial para conseguir tratos en China y Ron -que también vive en Shanghai, pero viaja mucho a la Argentina para ver la carne de los frigoríficos- de la parte operativa y logística.
"Tenés tres calidades de carne. La premium que es la AB, la CD y la EF que es la carne manufacturada. Una de las decisiones que tomé fue centrarme solo en la AB. Empecé a trabajar y fuimos creciendo. Hoy proveemos a hoteles cinco estrellas, a servicios de catering, escuelas internacionales y a supermercados como Carrefour. También tenemos un e-commerce del que somos accionistas que se llama Kate and Kimi", detalló Eric.
En China tienen tres oficinas en Shanghai, Pekín y Dongguan con 16 empleados y personal indirecto porque subcontratan y tercerizan la logística. Por la carne premium facturan US$1,8 millones anuales y por lo que es carne commodity US$9 millones al año.
Guillermo Bravo
Las historias unen. Y con esa premisa Guillermo Bravo intentó tender puentes entre China y los países hispanoparlantes con la cadena de librerías Mil Gotas, que ya va por su tercera sucursal en el país asiático y vende literatura en español.
Mil Gotas tiene presencia en Pekín, Shanghai y Chongqing y es una especie de club para los chinos que estudian español y para inmigrantes hispanoparlantes. Vende unos 900 libros al mes, entre los que se destacan los de Jorge Luis Borges, pero también los de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
El proyecto tiene tres partes: la cadena de librerías, que ya tiene tres sucursales, una editorial que publica libros de China en español y una agencia literaria que vende derechos de autores chinos para el mercado hispanoamericano y viceversa.
"Las editoriales chinas no conocen autores argentinos contemporáneos, así que no hay forma de que se fortalezca el intercambio. Faltan nexos", dice Bravo, de 37 años.
Bravo llegó a China en 2012, cuando lo contrataron como profesor de Literatura en español en la Universidad de Pekín. Sus alumnos leen clásicos de España, como El Cantar de Mio Cid, y del boom latinoamericano. Hoy esta actividad sigue siendo su principal fuente de ingreso.
Para poder tener éxito en su negocio, Bravo tiene una socia china, que es quien se encarga de los trámites para poder abrir el local y vender. "En China se puede hacer una empresa privada sin ningún problema. Se gana el dinero exactamente igual que en la Argentina y la mía es una empresa totalmente privada", señala.
"En China hay mucho interés por la literatura latinoamericana. Se compran mucho más los autores del boom latinoamericano que los libros de Cervantes, y eso se debe a que el interés geopolítico del país asiático está mucho más enfocado en América Latina hoy", resume.
Néstor Bustamante
Hace cinco años y tres meses, una colega alemana con la que había trabajado en Córdoba le pidió a Néstor Bustamante ayuda para encontrar unos perfiles gerenciales. Ella estaba viviendo en China y era la gerente de reclutamiento de una empresa alemana en Shanghai. "Cuando me pasa la descripción de la posición le digo que es un perfil muy parecido al mío. Me responde: ?Sí, pero vos nunca te vendrías a vivir a China'. En ese momento estaba trabajando, junto a mis socios, en nuestra propia startup, LVK Labs. Hablé con mis socios y después de decidir que íbamos a tratar de hacerlo funcionar juntos. Pasé las entrevistas, firmé el contrato, puse todo lo que tenía a la venta, recibí los pasajes y me vine a Shanghai", explica el argentino que hoy está al frente de su propia compañía: Lean Task Force.
La firma de Bustamante provee servicios de consultora en management de producción de tecnología. "Somos una empresa innovadora porque usamos principalmente frameworks de toma de decisiones basados en datos", explica Bustamante.
El cordobés asegura que la adaptación no le resultó fácil. No solo por temas prácticos, sino también por el cambio cultural que implica hacer negocios en China.
"Tal vez el concepto más importante que hay que aprender para hacer negocios en China es el guanxi y es el sistema de redes sociales (humanas, no electrónicas) y relaciones de influencia que facilitan los contactos de negocios y personales. En muchos países occidentales, las referencias y el CV verificado de una contraparte comercial es suficiente para dar un marco de confianza en una transacción. En China, hasta que las partes no se han relacionado directamente, después de haber sido presentadas por un contacto directo o conocido personalmente, el negocio no va a tener lugar. Así funciona el guanxi en China y es un cambio de paradigma".
Tomás Fuentes Benítez
A Tomás Fuentes Benítez le agarraba hambre entre comidas en la oficina, pero no quería consumir lo que consideraba "porquerías". Entonces pensó en el beef jerky -o carne seca- como el snack perfecto, muy popular en los Estados Unidos. Y, si bien comenzó a producir en la Argentina, tuvo que llevar su experimento a China cuando ganó una beca para hacer un máster en la universidad de Tsinghua.
"Empecé desarrollando el producto en la Argentina hace unos tres años en el quincho de la casa de mis viejos en Necochea. ¡Las primeras pruebas fueron terribles!", contó en diálogo con LA NACION.
"Para mejorarlo, aprendí de química de alimentos y probé cientos de recetas. No era fácil para un abogado como yo. Después de un par de meses así, me acuerdo que un fin de semana dejé una bolsa en la alacena y para el lunes ¡no quedaba nada! Ahí me di cuenta de que había creado un producto", agregó.
Sin embargo, en ese momento Fuentes Benítez quería irse a estudiar negocios al exterior y ganó la beca Schwarzman Scholars.
"Decidí llevar el producto conmigo a China a ver qué pasaba. Cuando llegué, me acuerdo que fui al supermercado y me encontré con góndolas enteras de snacks de carne, pero todos de baja calidad. Había una oportunidad para un producto como el mío", afirmó.
Empezó a producir en su cuarto en la universidad en secreto y, después de graduarse, alquiló una cocina en un restaurante, compró mejores máquinas y puso un stand en un farmer's market.
"Después de varios meses de trabajar, tenía un producto en el que creía. Entonces empecé a buscar una fábrica que pudiera producir mi snack y conseguí una perfecta en Shanghai. Saqué una preventa y ahora conseguí una orden de compra de una cadena de supermercados de alto nivel en Pekín", aseguró.
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