Apreciado: la variable clave que mira el Gobierno y está en un nivel crítico similar al previo a la corrida con Macri
El tipo de cambio real multilateral se aprecia y llegó a niveles similares a los de abril de 2018; las consecuencias de la política del Gobierno y los efectos de la inflación
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“No necesitamos una fuerte devaluación”, afirmó Miguel Ángel Pesce, presidente del Banco Central, sobre un tema clave para la economía argentina: el dólar. Y mientras el cepo reforzado y la incertidumbre política llevan a la brecha con los paralelos por encima del 100%, hay una variable que refleja el atraso del tipo de cambio oficial.
Con una cotización de $127,60, el tipo de cambio mayorista acumula una suba del 24,5% en lo que va del año. Es un ajuste inferior a la inflación, y bien por debajo del 43% que subieron los dólares paralelos financieros, tras la escalada de las últimas jornadas.
Ese movimiento cambiario, sumado al contexto externo, alimentan una tendencia a la apreciación del peso frente a otras monedas, que se refleja en el tipo de cambio real multilateral (TCRM). Este indicador, que diariamente monitorea el Banco Central y refleja la competitividad de la Argentina frente al mundo, acumula meses de apreciación y se ubica en niveles similares a los de abril de 2018, cuando se disparó la corrida cambiaria que derivó en la crisis durante el gobierno de Mauricio Macri.
“El tipo de cambio real multilateral es un resultado del contexto externo y de lo que hacés con tu esquema de política económica, y lo que se ve es una tendencia a la apreciación. Es otra de las variables que dicen que este esquema no es sostenible”, sostiene Gabriel Caamaño, titular de Consultora Ledesma.
Técnicamente, el TCRM realiza un promedio ponderado de los tipos de cambio reales de la Argentina y de los 12 principales socios comerciales del país, y permite analizar el precio relativo de los bienes o servicios de la Argentina: cuanto más bajo el indicador, más caros resultan para el mundo, y a la inversa.
Al cierre de la semana pasada, ese indicador (que toma como referencia 100 a la foto el 17 de diciembre de 2015), se ubicaba en 93,3, y tocó su nivel más bajo en lo que va de la gestión de Alberto Fernández. Al momento de su llegada a la Casa Rosada, estaba en 124.
Para encontrar un valor similar a la foto de hoy hay que remontarse a abril de 2018. A fines de ese mes, con un dólar oficial que cotizaba a $20,88, el TCRM se ubicaba en 91,4. Ese contexto de apreciación cambiaria, en un modelo que dependía del financiamiento externo, se sacudió con el cambio de contexto internacional y la salida de capitales, que derivó en una acelerada suba del dólar.
La tendencia a la apreciación cambiaria es un atajo recurrente que han tomado diferentes gobiernos en la historia argentina. Un peso fortalecido tiene como consecuencia salarios en dólares, y se usa como ‘ancla’ de corto plazo contra la inflación.
Cristina Kirchner llegó a la Casa Rosada en 2007 con un dólar oficial de $3,17 y un TCRM de 160,20. Cuando se fue, en diciembre de 2015, el dólar cotizaba a $9,85 y apreciación del TCRM, con la inflación ya en doble dígitos, se reflejaba en su caída: estaba en 73,50, mientras el cepo cambiario sostenía al dólar oficial por debajo de los $14 a los que se vendía el blue.
“Obviamente que la tendencia es un problema, y se suman varios factores. Por un lado, la alta inflación que hay en el país, porque si bien hay una devaluación diaria por parte del BCRA, está yendo por debajo del ajuste en los precios”, dice el analista financiero Christian Buteler.
“Y también hay un fortalecimiento del dólar a nivel internacional, que hace que las principales monedas de los socios comerciales también se devalúen, y eso termina afectando nuestra moneda. Hoy no me parece que sea un problema, no escuchás a los exportadores quejándose del tipo de cambio, pero obviamente lo será si se mantiene la tendencia”, agrega el economista.
La película es seguida de cerca por el Gobierno y también enciende luces amarillas en el FMI, que en el acuerdo firmado este año planteó que el BCRA no atrase el dólar. No obstante, ese recurso, al que el Gobierno apeló en 2020 y 2021 como mecanismo para intentar contener la inflación, continuó atenuado en 2021 y 2022. Porque si bien el BCRA aceleró el ritmo de sus devaluaciones diarias (‘crawling peg’), esa evolución sigue detrás de una inflación que se aceleró.
La nueva ministra de Economía, Silvina Batakis, se refirió a la cuestión cambiaria y negó que esté en los planes un ajuste nominal. “Nos sentimos cómodos con este tipo de cambio”, dijo la funcionaria ayer, al anunciar sus primeras medidas.
“Como el TCRM es un resultado de tu esquema económico y del contexto externo, cuando hay un escenario internacional favorable se va a apreciar, y hay algo de eso hoy. Pero la tendencia sostenida a la apreciación de estos últimos dos años no es sostenible, y en algún momento se revierte”, plantea Caamaño.
Según el analista, esa tendencia concluye en un déficit de la cuenta corriente (el saldo de todas las operaciones de bienes, servicios y rentas entre un país y el resto del mundo) con falta de dólares que deriva en un ajuste (vía devaluación del tipo de cambio).
En ese punto, el economista advierte diferencias entre el contexto de apreciación durante la gestión de Macri y la foto actual: el cepo. “El esquema anterior tenía inconsistencias que derivó en una apreciación del tipo de cambio, la bola de Lebacs, la sobretasa de interés y el desbalance en la balanza de pagos. Pero como ahora hay cepo, la crisis no termina en una crisis de balanza de pagos: ante la apreciación, la dirección es cerrar el cepo para ajustar la cuenta corriente y que no salgan dólares, y eso genera caída de actividad y suba en la inflación”, dice el analista.
“Derivás en una estanflación autoinflingida, con inflación arriba del 100% y la economía estancada o cayendo. Es igual o tan dañina que una crisis de balanza de pagos, porque cuando tenés una crisis así, el ajuste se hace por las malas y rompe todo, pero al mismo tiempo acomoda algunas cosas. En este contexto, se postergan los ajustes, pero se pagan los costos altísimos en términos de inflación y actividad, y por ende en todas las variables sociales”, agrega Caamaño.
Mientras el Gobierno enfatiza en que no ve un escenario de necesidad de devaluación, y que el refuerzo del cepo fue para evitarla, como afirmó Pesce semanas atrás, los analistas advierten que un salto del tipo de cambio, como el aplicado por Carlos Fábrega en 2014, durante el segundo mandato de Cristina Kirchner, no mejoraría sustancialmente la competitividad porque se vería licuado con una aceleración de la inflación.
“Si movés el tipo de cambio nominal hoy, probablemente eso gatille un evento nominal”, sintetiza Caamaño. “El tipo de cambio real es un precio relativo, y si el ajuste dura dos milisegundos, no sirve para la toma de decisiones. No cambia la expectativa y nadie va a reasignar recursos a sectores transables o exportables para un tipo de cambio que va a durar nada”, concluye.
“El gran problema que tenés hoy es la inflación. La apreciación del tipo de cambio no se resuelve devaluando, porque hoy todo ajuste te lo termina comiendo la inflación, y no solo eso, sino que lo terminás alimentando. Acá lo fundamental es bajar la inflación y para eso necesitás una política monetaria más restrictiva. Si no, cualquier depreciación que se haga sobre la moneda puede generar un problema mayor, y el remedio ser peor que la enfermedad”, cierra Buteler.
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