"Apagamos el incendio, no lo prendimos"
Mendiguren defendió su papel en el fin de la convertibilidad y afirmó que la alternativa a sus ideas era la hiperinflación
Cinco años después de la devaluación y la pesificación asimétrica decididas en enero de 2002, José Ignacio de Mendiguren siente que carga "injustamente" con el peso de ser señalado como el responsable de esas medidas, que marcaron formalmente el fin del plan de convertibilidad instaurado en 1991.
Mendiguren, uno de los dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA) con mayor predicamento entre sus pares y en el Gobierno, afirmó en una entrevista con LA NACION que en su gestión en el gobierno de Eduardo Duhalde no se equivocó y que la alternativa a devaluar era la hiperinflación.
-¿Cuándo percibió que la crisis era insostenible?
-El modelo era inconsistente después de 1998; tras la devaluación brasileña perdió competitividad la economía, pero nos prometían un proceso purificador para volverla más eficiente. Comenzamos a plantear que había que salir de la convertibilidad, porque no había un problema financiero puntual, sino de solvencia externa. La industria se convirtió en un conjunto de fábricas de ensamblaje llenas de productos importados, por lo que aumentó brutalmente el déficit comercial. Nos querían hacer creer que sólo se trataba de un problema fiscal, pero no era así, sino que los intereses de la deuda habían hecho estallar el sistema.
-¿Y por qué no se buscó una salida ordenada del sistema?
-Así lo planteamos durante el blindaje de 2000, con US$ 30.000 millones de reservas y la promesa de 40.000 millones de apoyo externo; había que usar esos fondos para salir ordenadamente, porque de lo contrario iban a servir, como ocurrió finalmente, para financiar la fuga de capitales.
-Pero la mayoría de la sociedad apoyaba la convertibilidad.
-La gente no tenía por qué saber qué estaba pasando. La convertibilidad era como un edificio de 80 pisos construido en la ciudad de San Francisco sin sistema antisísmico. Por eso es curioso que culpen a la brigada que buscó apagar el incendio en vez de responsabilizar a los incendiarios. Nosotros apagamos el incendio, no lo prendimos.
-¿Los empresarios no tuvieron responsabilidad en el colapso?
-Creo que en el principio de la convertibilidad sí, pero después cada uno se quería salvar por su lado por instinto de conservación. Además, los responsables del modelo, adentro y afuera del país, convirtieron en tabú palabras como la devaluación.
-¿La pesificación asimétrica no implicó la ruptura de todos los contratos preexistentes?
-Los contratos ya estaban rotos: no hay ningún sistema jurídico que pueda sostener un modelo económico inconsistente. Esta fue la crisis más anunciada de la historia: había bonos provinciales, una tercer moneda; ¿de qué contratos hablan? La alternativa era devaluar, dolarizar y crear una banca off shore, o sea apelar a la magia económica que terminaría en un desastre, como las experiencias previas. Nosotros planteamos pagar los costos de no buscar estos atajos.
-¿Los costos no los pagaron los pobres con la devaluación?
-La pobreza fue creada por el retraso cambiario; cuando se ingresa en una etapa de sinceramiento cambiario, hay una crisis, pero después comenzó el crecimiento y la mejora social. Y mi responsabilidad era que el país arrancara, porque todas las empresas tenían patrimonio neto negativo. De hecho, en marzo de 2002 comenzó a mejorar el nivel de actividad, mientras se hablaba de licuación de pasivos, pero fue la primera vez que no hubo un seguro de cambio para las empresas.
-Pero se licuaron deudas.
-La licuación es otra cosa: si antes de la crisis alguien necesitaba 10 bicicletas para pagar una deuda y luego 3, entonces se podría hablar de licuación, pero en dólares las empresas debían lo mismo en 2002 que en 2001. Además, el Banco Central planteó que si no se pesificaban las deudas, la incobrabilidad sería del 85%. De hecho, la pesificación asimétrica la pidieron los bancos porque se dieron cuenta de que si no no iban a cobrar nada.
-La contrapartida fue que desde 2002 hubo una rentabilidad muy alta para las empresas.
-Es cierto. Pero esa rentabilidad permitió lograr este fuerte crecimiento económico del 9% anual desde 2003, porque no hubo otro mecanismo de financiación para el sector privado.
-¿Cree que no se equivocó en nada en su gestión ministerial?
-No; pusimos en marcha el país .
-¿Qué se aprendió desde entonces y cuáles son las asignaturas pendientes de este modelo?
-Se aprendió que hay un proyecto de crecimiento con tipo de cambio competitivo, la necesidad de mantener las cuentas públicas y externas en orden. Ahora hay que pasar al desarrollo, con valor agregado en las cadenas de valor, que le permitirían al país doblar su PBI en 10 años. Para eso se necesita inversión y financiamiento de largo plazo, como hacen los brasileños y los chilenos para comprar tantas empresas argentinas.
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