Antonio Monteiro: "Me impresiona la falta de confianza de los argentinos"
CÓRDOBA.- Desde hace poco más de un año, y tras siete de la quiebra y el rescate de la Troika europea (integrada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI), que le impuso un fuerte ajuste, se habla del "milagro" de Portugal . Es que no solo volvió a crecer, sino que también redujo la desocupación y bajó el déficit fiscal con el que había convivido durante décadas. El acuerdo lo firmó una administración de derecha y lo respetó su sucesor, un gobierno socialista aliado con la izquierda radical. "No lo definiría como milagro, sino como una recuperación importante, resultado del sacrificio y de una capacidad de adaptación notable de la gente", dice Antonio Monteiro, exrepresentante de Portugal ante las Naciones Unidas, exministro de Negocios Extranjeros, ejecutivo de bancos privados y actual titular de la Fundación del Banco Millennium, el más importante del país. En diálogo con LA NACION, afirma que lo "impresiona la falta de confianza de los argentinos en la política" y sostiene que "tal vez se debería luchar más por el interés nacional que por el partidario".
-Se habla del "milagro" económico portugués. ¿Comparte esa definición?
-No diría que es un milagro; hubo una recuperación fuerte que se debe a muchos sacrificios y a una capacidad de adaptación notable que tuvieron los portugueses.
-¿Cuáles fueron los sacrificios y cuáles las adaptaciones?
-La crisis a la que llegamos en 2011 nos obligó a tener que recurrir a un préstamo, que vino condicionado por un programa de ajuste muy difícil que definió la llamada Troika europea. Las condiciones eran muy duras y apuntaban, en esencia, a reducir el déficit público, que había llevado al alza del endeudamiento y que dejó al país sin capacidad de mover su economía. La necesidad nos obligó a respetar estrictamente el programa, incluso a sobrecumplirlo. Todos los portugueses debieron sumarse al sacrificio, no quedó ningún sector exento, aunque las medidas fueron impopulares, muy.
-¿Cómo se logró que la gente aceptara que no había otro camino?
-Eso es lo que considero una respuesta extraordinaria, el efecto más notable. Era muy complejo que el pueblo entendiera qué era lo que había que hacer, que tenía que ganar menos, perder algunas cosas que había conseguido, que el país tenía que pagar un precio por lo que había hecho mal. Se comprendió que era el sacrificio el que permitiría un alivio. Le cuento un ejemplo concreto del banco privado en el que estoy, que también debió hacer su parte para cumplir el programa exigido para recibir la ayuda: les pedimos a los trabajadores que aceptasen una reducción salarial para mantener el empleo, y lo hicimos apenas con la promesa de que no bien el banco lograse recuperar su camino se lo devolveríamos. Hoy lo estamos haciendo.
-¿Dónde estuvo la clave de esa aceptación y de que no hubiera una movilización social en contra?
-Hubo críticas y cuestionamientos, pero el país en general aceptó el sacrificio y los años en los que solo se hablaba de austeridad. Los años que llevó hasta que nos liberamos del ajuste más duro y conseguimos una salida limpia fueron difíciles; en todos lados se redujeron sueldos, se suspendieron aguinaldos. Y, en el medio, el gobierno que llevó adelante el ajuste ganó las elecciones, aunque sin mayoría. Esa también fue una experiencia nueva. El que ajustó no verificó una pérdida significativa de apoyo. En 2015, el gobierno socialista se alió en el Parlamento con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista, y aunque se hablaba de "engendro" avanzó y dio estabilidad. Eso fue muy importante. También el turismo ayudó a la recuperación; se inició un auge del sector. Y las empresas portuguesas, que estaban adormecidas, empezaron a innovar, las exportaciones subieron enormemente. Portugal se puso muy de moda, se percibió como un país tranquilo que podía acoger gente, se reiniciaron relaciones externas, todo cobró más dinamismo. La internacionalización se debe a los empresarios y a los trabajadores, no solo al gobierno.
-Los portugueses no tienen la historia de crisis recurrentes de los argentinos. ¿Habrá ayudado eso al apoyo?
-Es cierto, no tenemos esa historia. Sí desde 2000 vivíamos una situación difícil, con un déficit público a tal nivel que nos colocó en muchas dificultades.
-Ya desde el inicio de la Unión Europea, junto con Grecia, eran los miembros pobres...
-Es verdad. Portugal se tornó ahora un buen alumno porque respetó lo que acordó. No crea que no hubo muchas críticas porque había que aceptar medidas impuestas por la Troika y, además, porque había que respetar las condiciones. Finalmente, la integración a la Unión Europea es muy positiva y la gente entendió que respetar los compromisos internacionales es muy importante. El otro aspecto relevante, a mi entender, es que hubo confianza en los dirigentes.
-¿Cuánto tiempo les llevó empezar a sentir los resultados en el bolsillo?
-Cerca de cuatro años, que era el plazo definido en el acuerdo en 2011. Un elemento importante, y una diferencia con la Argentina, es que Portugal, al estar dentro de la zona del euro, no tiene inflación. El gobierno de centroizquierda respetó los compromisos asumidos y pudo empezar a aliviar la austeridad para garantizar una mejora. El déficit se explicaba porque se gastaba no solo en infraestructura, sino también en proyectos muy discutibles; hubo incapacidad de equilibrar recetas y un modo de hablar muy liviano. Desde hacía años se venía diciendo que había que cambiar, pero no se aceptaba, se pensaba siempre en la próxima elección. La clave fue crear una cadena de confianza entre gobernantes y ciudadanos. Maduramos todos; la iniciativa privada fue determinante.
-¿Puede aprender algo la Argentina de esa experiencia?
-En lo personal, me impresiona la falta de confianza de la gente de aquí en la política, la mira como si fuera de otros. La Argentina es un país formidable; hace años fue una potencia y tal vez debería ver el beneficio de luchar más por el interés nacional que por el partidario.
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