Animaná: revalorizar las raíces y exportar sustentabilidad
En un famoso soneto, Francisco Luis Bernárdez confiesa que después de todo ha comprendido "que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado". Sin dudas, la historia de Animaná hubiera resultado más que interesante para el poeta.
Animaná es mucho más que una marca de ropa, accesorios y decoración que transforma mediante el diseño las fibras naturales de los Andes y la Patagonia en artículos de lujo. Animaná ha logrado revalorizar las raíces hasta hacer que florezcan.
Sí, no hay nada de exagerado en esta explicación porque aunque Adriana Marina comenzó a gestar Animaná en 2009, para conocer la historia real de la flamante ganadora del Premio ICBC Comercio exterior en la categoría Microempresa, hay que hablar también de la ONG HechoxNosotros.
"Nací en la Patagonia, rodeada de la naturaleza, esquilando ovejas. Desde niña sentí mucha indignación al ver las pocas posibilidades de desarrollo que hay en el interior, especialmente en las zonas rurales, al mismo tiempo que el potencial que existe es enorme", relata Adriana.
Con un doctorado en Economía en su haber, hace 10 años se fijó una ambiciosa meta: lograr un cambio sistémico en la industria textil y de la moda, la segunda más contaminante en el mundo; utiliza el 25% de los productos químicos a nivel global, más agua que cualquier otro sector -a excepción de la agricultura- y emplea a millones de personas, sobre todo mujeres, en condiciones de trabajo forzado, explica.
El brazo ejecutor para llevar adelante lo que entonces era un sueño fue HechoxNosotros, una ONG sin fines de lucro que hoy tiene estatus consultivo en las Naciones Unidas.
"El objetivo es promover sustentabilidad en el mundo de la moda, con enfoque en investigación académica y proyectos educativos para entender mejor la industria y sus problemas; y encontrar soluciones para crear un paradigma sustentable dentro del sector. Trabajamos con académicos de distintas partes del mundo (profesores del MIT y Harvard, por ejemplo) para instrumentar sistemas tecnológicos que aseguren la trazabilidad de todo el proceso. El aporte de referentes locales, regionales e instituciones es clave para lograr destrabar los cuellos de botella que impiden desarrollar el potencial que tienen las comunidades", describe Adriana.
Marcia Gitman, antropóloga y Gerente comercial de Animaná, fue quien participó del viaje de inmersión comercial y cultural a China junto con los representantes de las otras tres empresas ganadoras del Premio ICBC Comercio Exterior.
Explica que la experiencia a la hora de comunicar la filosofía de Animaná en un mercado industrializado y masificado como el chino no fue fácil. Muchos pretendían que les enviáramos las fibras o la materia prima, pero lo que promovemos es justamente generar valor agregado de forma local. Hay marcas que ya están trabajando en este sentido y con esas tuvimos mucha más afinidad. El hecho de haber viajado de la mano de ICBC como ganadores del premio nos abrió puertas y ya cerramos nuestra primer venta", comenta.
Marcia admite que aunque se trata de un camino largo, y en un país como China este tipo de conceptos recién están empezando a ocupar protagonismo, todo lo relacionado con la sustentabilidad y una mayor conciencia sobre cómo y qué hacemos, será cada día más importante.
"Nuestros productos apuntan a un nicho de mercado que no solo valora la calidad del diseño sino también la forma en la que se confeccionó lo que están comprando. Se trata de un consumidor más comprometido y responsable con sus compras", agrega.
Adriana dice que desde los inicios imaginó y gestó a Animaná "en el mundo".
"Creemos que hay una oportunidad muy interesante -y que cada vez toma más fuerza- dentro del mercado de lujo simple. Vemos que el mundo a través de los bajos costos, la rapidez y la automatización está perdiendo aquello que es el único lujo que tenemos, lo esencial, los orígenes, como estas fibras naturales, productos hechos con sabiduría, lejos de la presión de la inmediatez, respetando toda una cultura, y que llevan guardados en sí mismos una honra a la tierra", describe.
Aunque exportan desde los inicios de la empresa (el camino fue a través de ferias internacionales y hoy sus productos se encuentran en Francia, Estados Unidos y Canadá), Marcia confiesa que de no haber sido por el Premio ICBC no se les hubiera ocurrido ir a China.
"¡Solos no! Y ahora, después de la experiencia, viendo todo lo que implica, hubiera sido una locura", responde riendo ante la pregunta de La Nacion.
"El apoyo que tuvimos fue clave, no solo en cuestiones logísticas sino en reuniones muy prácticas en las que nos explicaron cómo son efectivamente los procesos para poder hacer negocios con China. Ir por nuestra cuenta hubiera sido muchísimo más complicado. Este tipo de iniciativas son excelentes -especialmente para las empresas más chicas- porque te empujan a hacer lo que tenías ganas pero no podías por falta de conocimiento y tiempo", cuenta Marcia.
Durante su paso por Shanghai y Hong Kong tuvo alrededor de 30 reuniones, "varias con potenciales clientes con los que ya nos habíamos contactado previamente -mayoristas que compran la colección para venderla en sus espacios de venta, por ejemplo-, pero también con representantes de hub logísticos y con estudios especialistas en radicar empresas extranjeras en China. También estuvimos con el embajador Argentino en China Guelar y ya estamos trabajando con su esposa para hacer algún desfile en Beijín", detalla Marcia.
La venta que concretaron con una firma de Hong Kong -"una marca chica que vende productos de distintas partes del mundo siempre y cuando tengan como base la sustentabilidad y la producción ética", aclara Marcia- es un primer paso que festejan de modo especial.
"Emma Fontanet, de Fundación ICBC nos puso en contacto antes del viaje. Nos conocimos allá y hace un par de semanas cerraron el primer pedido", dice sonriente.
Adriana coincide en el reconocimiento y el agradecimiento al "Banco y a Fundación" por ser facilitadores y guías en la apertura de nuevos mercados para que "empresas pymes, que buscan hacer transformaciones, y trabajan con tanto esfuerzo" puedan llegar.
"En tiempos en los que estamos destrozando a nuestro planeta, no miramos al otro ni tenemos empatía, la misión de Animaná es rescatar esos valores esenciales y llevarnos a reflexionar sobre cómo producimos, consumimos y nos vestimos. Cada uno de nuestros productos lleva ese mensaje", concluye Adriana.
Según la lengua kakana (extinta), Animaná quiere decir "lugar en el cielo". Con el trabajo que llevan adelante, quienes forman parte de HechoxNosotros y Animaná, están concretando la construcción de un lugar parecido al cielo, pero en la Tierra.
LA NACIONTemas
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