Andrés Borenstein: “El tema cambiario es uno de los desafíos de corto plazo para el equipo económico”
Es licenciado en Economía por la UBA y tiene una maestría en Finanzas por la UTDT; es economista asociado en Econviews y docente universitario en la UBA y la UTDT; fue economista jefe en BTG Pactual y economista para Sudamérica en la embajada británica; conduce el podcast La Economía en 3 minutos
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“El dato fue relativamente bueno dado lo que se esperaba”, dice el Andrés Borenstein, economista jefe de la consultora Econviews, al analizar el 20,6% de inflación que informó para enero esta semana el Indec y la fuerte inercia tras el 25,5% de diciembre. De todas maneras, elige la cautela al analizar lo que vendrá en el corto plazo. “No se puede festejar la desaceleración porque es comparar con un número ridículo como fue el mes de la devaluación. Necesitamos ver varios meses de desaceleración, que yo creo que van a ocurrir. Pero bueno, una cosa es creer que van a ocurrir y otra cosa es festejar”, explica el economista, quien elogia el plan de reducción del déficit del Gobierno y advierte por la necesidad de “reformas microeconómicas” que apuntalen la productividad y permitan una baja sostenida de la inflación.
-¿Hacia dónde va ese sendero de desaceleración de los precios?
-Vemos un 15% para febrero, un 11% o 12% para marzo. Veo una desaceleración robusta pero después tiene que aparecer la estabilización propiamente dicha, y eso no lo sabemos. Se habla de dolarización, hay otras alternativas. Y por otro lado, uno de los desafíos que creo que va a enfrentar el equipo económico de corto plazo es el tema cambiario. Si salís del crawling peg de 2% a algo más acelerado, si lo bancás un tiempo más y hacés un salto o si después el único salto que hagas es el salto de la unificación, podés unificar antes de lo previsto, que es algo que creo que le vendría bien a la economía y que está pidiendo el FMI. La brecha es una distorsión, como toda distorsión conviene eliminarla. No es gratis, porque al unificar se perdería la recaudación del impuesto PAIS y como uno de los objetivos es reducir o eliminar el déficit. Todo tiene pros y contras, pero para consolidar esa desaceleración de la inflación tenés pensar algo con lo cambiario.
-¿Y cómo evalúa el esquema cambiario hasta acá?
-La apreciación es muy acelerada; pese a que el Gobierno correctamente fue recuperando reservas, la Argentina necesita recuperar más, y para sumar reservas vas a necesitar un tipo de cambio competitivo. El tipo de cambio de unificación es un tipo de cambio que tiene que ser competitivo, y llevado al extremo, el tipo de cambio de dolarización, si es que ocurriera, tiene que ser competitivo. Porque vos no vas a ir a la inflación de EE.UU. inmediatamente. Tampoco pasó en la convertibilidad. Va a haber inflación en dólares, y si se arranca con un tipo de cambio muy justo, la inflación te lleva a un tipo de cambio apreciado y eso es un problema. En la convertibilidad, funcionó porque se hicieron muchas reformas estructurales que este gobierno también quiere hacer. En ese sentido, tiene una agenda correcta de desregular y simplificar la economía. Lo que pasa es que eso no ocurrió. Uno tiene la esperanza de que ocurra, en los próximos meses o años, pero por ejemplo la reforma laboral está frenada en la Justicia. Y eso no va a darse en mayo. Entonces, dar por hecho las reformas estructurales hoy es aventurado. Celebramos que el Gobierno lo tenga en agenda. Cuando uno piensa el cambio de régimen macro hacia un sendero de inflación mucho más baja, es casi imprescindible que haya un cambio de régimen microeconómico. El camino es el correcto, pero hay desafíos de magnitud, económicos y políticos, para llevarla a cabo.
-¿En qué medida es optimista?
-Es una pregunta más para un politólogo, pero como observador de la política, es difícil. Porque por un lado hay diferencias ideológicas con parte de la sociedad y por otro lado están los grupos de interés que se benefician del status quo y como en casi cualquier democracia del mundo, van a vender cara su derrota. Y además es un gobierno nuevo, lo cual genera incertidumbre de qué pueden hacer, no los conocemos. Todo eso hace que yo me declare cautelosamente optimista pero no puedo decir “Quedate tranquilo”.
-El Gobierno ratificó la meta de déficit aun sin la ley ómnibus. ¿Puede llegar?
-Creo que se puede cumplir, pero es un objetivo bravo. Porque el haber retirado el capítulo fiscal porque no estaban los votos implicó perder algunas fuentes de ingreso como el de las retenciones. La fórmula para resolver lo fiscal va a tener que pasar por una combinación de más licuación, lo cual es recesivo, o aumento de precios vía reducción de subsidios, los cual es inflacionario. Y se empieza con la frazada corta. Después, el Gobierno tendrá que determinar cuál es la prioridad, si es llegar al superávit de 2 puntos del PBI o se conforma con un buen número fiscal, de equilibrio primario pero no licuar tanto el gasto público o no reducir tanto los subsidios. Van a ser discusiones del equipo económico y político. Esto es lo lindo de la economía. No hay ningún camino que no tenga costos. Lo que no hay es alternativas fáciles. No hay magia. Subir la tarifa del transporte y que a la gente y la opinión pública no le importe, o que el Indec no tome nota de que sube el colectivo, el subte y la luz. Eso no va a ocurrir. Cómo funciona ese trade off, es cuestión del Gobierno, que tiene margen para ir ajustando más o menos conforme vaya viendo la economía.
-¿Y cómo es ese escenario?
-Yo soy de los que creo que el mercado si ve un déficit muy reducido, aun cuando no cumpla el objetivo del Gobierno, lo va a celebrar. Terminaste con Massa con un déficit primario de casi 3 puntos del PBI. Entonces, si se pasa de -2,7% a +0,5%, esa mejora de más de tres puntos es algo muy significativo, sobre todo hecho en recesión. Porque cuando las cuentas fiscales mejoran un año de crecer 6% es más fácil. Pero ajustar la economía en un año donde la economía va a caer entres 2% y 3%, es un mérito descomunal. Y el mercado va a saludar eso. Porque tiene la visión de que la economía va a tocar piso en algún momento en el segundo trimestre, va a tener cierto crecimiento en la segunda mitad del año –no hay que decir segundo semestre porque es mufa (risas)-, en algún momento empieza a dar la vuelta y es probable que 2025 sea un buen año.
-¿Cuál es su análisis sobre la situación de las jubilaciones?
-Hay que pensar dos cosas. La primera es la fórmula, porque cuando baje la inflación va a ser fiscalmente muy cara, y hoy con inflación creciente, es muy onerosa para los jubilados. Entonces, hay que cambiarlo. Pero eso es de corto plazo. Lo que hay que hacer es una reforma jubilatoria profunda. Argentina tiene 200 regímenes previsionales, y casi todos son mejores que el general. Cada uno por alguna razón, que en algún momento fue válida, o tiene menos años de contribuciones, o el pago de los abres es más alta. En algunos casos por razones atendibles, por trabajos que tienen esperanza de vida más corta y hay que jubilarlos antes. Muchos tienen alguna justificación, pero con los cambios de la salud y la medicina, muchos terminan siendo privilegios. No se pueden tocar derechos adquiridos pero sí pensar que de ahora en más, los jubilados nuevos se parecen a los otros. Hay millones de cosas para discutir, desde edad de hombres y mujeres en adelante. Y hoy en Argentina, si tiene 30 años de aportes alguien se jubila, y si tiene 29 años y seis meses, dependerá de que exista una moratoria. Y no tiene mucho sentido, porque son dos personas técnicamente iguales, pero uno trabajó seis meses menos y es clase B. Se podría pensar en regímenes donde te reconozcan los aportes, y el que trabajó 32 años tiene que cobrar más que el que trabajó 18. Pero hoy el que trabajó 18, es equivalente a cero. Hay que darle más equidad a ese régimen y premiar al que trabajó más. Hay que hacer una discusión profunda, que puede estar un año en el Congreso.
-Los ingresos cayeron fuerte en términos reales. ¿Cuál es su visión sobre ese tema?
-Estamos transitando lo peor de la recesión, justamente porque tuviste 25 y 20 de inflación, que te da 50% en dos meses, y los ingresos formales o informales no estuvieron a la altura y la mayoría de la gente ha perdido poder de compra. Eso se nota en la calle. Cuando hablas con empresarios de todo tamaño te dicen que están vendiendo menos. Mi impresión es que por lo menos los formales van a empezar a recuperar, lo que se negocia en estos días probablemente hagan que los salarios de febrero, que se cobran en marzo, sean mayores o iguales a la inflación para los formales, y eso podría arrastrar de a poquito a los informales. Los salarios van a empezar a recuperar. No quiere decir que en marzo o en abril recuperen todo lo que perdieron en diciembre y enero, pero va a cambiar el ciclo. No quiere decir que van a vender un montón, pero deja de caer, y a lo mejor en mayo, de la mano de una mejor cosecha, se empieza a tener cierta reactivación. Y después de eso, vas a depender de si pudiste implementar las reformas micro y si estabilizaste la inflación, si se estabilizó en 6% o 10%, si pudiste avanzar en un cambio de régimen hacia algo nuevo. Eso permitirá que sea una recuperación en V robusta o más tenue.
-¿Y eso cómo se ve en la calle?
-Con una economía estabilizada, vas a saber más movimiento en la calle. Es cierto que campo o energía son muy capital incentivo. Pero con una economía estable, mejora. Lo vimos con el Austral y en la Convertibilidad. La gente hoy pierde mucho con la inflación, deja mucho en la calle por el impuesto inflacionario. Y en la medida en que la inflación empieza a bajar, la gente empieza a recuperar capacidad de consumo. Si se estabiliza y se unifica el tipo de cambio, le das por un lado una señal a esos grandes proyectos de inversión que están en la gateras y por otro lado le vas a dar una señal a las familias, donde el sueldo alguna cosita más. La inflación es un impuesto, y eliminar la inflación es bajar un impuesto, y soy más rico. Y es un impuesto muy regresivo. Si sacas impuesto inflacionario al rico, primero que paga poco, pero después se queda una semana más de viaje. Al pobre, va más frecuentemente al supermercado. Y eso dinamiza la economía. Y para eso, hacen falta reformas macro para estabilizar y reformas micro para generar shocks de productividad. Pero no sobrevenderlos: tienen que ocurrir, pero su efecto se ve en dos, tres o cuatro años.
-Escribió un libro sobre comunicación y economía. ¿Cuál es su análisis sobre lo que hace el Gobierno?
-Es un poco errático. Milei empezó muy bien cuando dijo se viene una estanflación, porque lo primero que hay que hacer es bajar las expectativas. Macri se equivocó con lo del mejor equipo de los 50 años, que probablemente era cierto: si mirabas ese capital humano, el estado nunca había tenido ese nivel. Pero dejó las expectativas muy arriba y la gente tenía la visión de que en tres meses iban a solucionar todo. Dejó la vara muy alta ante problemas relativamente complejos, más allá de errores, mala suerte y herencia. En eso, Milei fue mucho más astuto y dijo que 18 meses son de estanflación, entonces nadie puede decir que no sabía que iba a haber recesión en febrero, porque ajustar precios relativos es bravo. Eso no quiere decir que se la banquen. La segunda que hizo bien, es que en la derrota de la ley ómnibus, dejó muy expuestas algunas cosas. Hoy estamos todos hablando de los fondos fiduciarios. Eso hizo que la derrota no fuera completa. Los economistas odiamos estos impuestos con asignación específica. Si se necesita plata para algo, discutamos en el presupuesto si la nación financia X, J o W. Después, pensando en lo del ‘showman’, un poco es necesario. Milei en ese sentido emula bastante a Menem. Además de tirar títulos, es un tipo que rompe la metáfora del teatro. Los sociólogos dicen que en la política y el teatro hay que actuar. Y los dos rompen con eso. Y digo lo de Menem, más allá del juicio de valor como persona o político, porque creo que la dupla Menem-Cavallo fue la que mejor comunicó. Y si él mira eso, mira bien. Es un activo la capacidad de comunicar de Milei, lo que no quiere decir que mañana no se equivoque. Un jugador bueno a veces juega mal, pero prefiero tenerlo. Obviamente, si jugás pésimo y la inflación se desboca… Si la economía no te ayuda, aunque comuniques bien, sos boleta. Pero quizás, uno de los ingredientes, no el único y quizás ni siquiera el más importante, es poder tener un diálogo obviamente con el mercado y también con la opinión pública.
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