Alerta: estafadores con la mira en las criptomonedas
Julián W. trabaja como desarrollador en una empresa de software en Buenos Aires. Hace unos meses realizó su primera inversión en criptomonedas: se volcó por un mix de divisas por un valor total de 0,75 bitcoins y guardó los datos para acceder a la billetera virtual en un archivo de su computadora. Hace una semana, entró en la cuenta y vio que había sido vaciada. Estaba en cero, hackeada. Fue infectada por un programa malicioso que habría dado acceso remoto. El valor en pesos del botín digital fue de unos $170.000. Las chances de recuperarlos, ínfimas.
Escenas que se repiten en el criptoespacio. En un mundo de profunda innovación tecnológica y descentralización, donde se transfiere valor de la Argentina a Japón en minutos, el método más seguro para mantener los bitcoins fuera de peligro parece ser desconectarlos de la red. Alojarlos en una suerte de pendrive -hard wallet- en el escritorio o dentro de una caja de seguridad. Es la paradoja de las monedas virtuales, donde la falta de regulación trae riesgos: hackers al acecho de tesoros digitales, estafas simples pero efectivas y esquemas piramidales de siempre con un relato fresco y seductor.
Por su naturaleza, el diseño de las criptodivisas -que deja afuera intermediarios, autoridades y dificulta el rastreo de fondos- es un incentivo al comportamiento poco ético y a elevados niveles de fraude. Es la contracara de una enorme disrupción tecnológica. Lo reconocen hasta los más entusiastas.
Hasta los métodos más elementales funcionan: cuentas falsas de celebridades en Twitter ofrecen recompensas mayúsculas en bitcoins al primero que mande una cantidad de divisas a una dirección dada. O transacciones entre personas, donde una de las partes desaparece súbitamente. Un movimiento en bitcoins es irreversible, mientras que una transferencia bancaria, no.
"El criptocrimen se focaliza cada vez más en el robo del bitcoin como un activo financiero de alto valor. Esta naturaleza cambiante requerirá nuevos enfoques de los gobernantes y una mayor vigilancia contra robos y estafas por parte de usuarios", dice un estudio de Chainalysis, consultora que procesa información del sector. Según sus datos, Bitcoin ya casi no se usa en los mercados negros online, pero el robo por estafas, hackeos y ransomware -como el que sufrió Telefónica en mayo último- está en ascenso y tocó los US$90 millones en 2017.
El 80% de esa cifra corresponde a hackeos. Las recomendaciones en seguridad pasan por dividir el patrimonio entre billeteras "calientes" y "frías": un 20 y un 80%, según Alejo Amiras, de CoinFabrik. La primera es para fondos que se compran y venden con frecuencia, alojados en las cuentas online de las empresas de intercambio, vulnerables a ataques. El resto, para atesorar, en billeteras propias en el celular o, mejor, en dispositivos físicos que almacenan los bitcoins fuera de la red.
En Estados Unidos, la SEC (que regula el mercado financiero) alertó en un documento oficial sobre la proliferación de esquemas Ponzi, que toman al bitcoin como vehículo de pago. Garantizan ganancias descomunales y se apoyan en el ingreso de nuevos inversores, que a su vez atraen a otros adeptos. Algo así como la "criptoflor de la abundancia", en referencia al caso reciente que ocurrió en la Argentina vía WhatsApp.
LA NACION pudo confirmar que hay organizaciones con estas características que trabajan activamente en el país. Captan ahorristas por redes sociales, reservan salones en hoteles de lujo de Buenos Aires, Córdoba y Rosario, donde hablan de inversiones en "la moneda del futuro" y piden membresías por hasta US$250. También han disertado en centros sociales, así como en las comunidades peruanas y bolivianas en Capital, según coinciden Bitcoin Argentina y el CEO de un exchange local de monedas. Ambos reciben múltiples consultas, que dan cuenta del fenómeno que se da, al menos, desde principios de 2017.
"Apuntan por lo general a gente de bajos recursos", dice Franco Amati, cofundador de la ONG Bitcoin Argentina. "Mucha gente todavía no sabe qué es bitcoin y lo que suele pasar es que les hacen creer que bitcoin es ese esquema piramidal donde hay que traer gente, para que traiga más gente, y ganar así una comisión. Eso no es bitcoin, pero utilizan su imagen. Ven que aparece en los diarios, que existe?", agrega. Y señala a OneCoin, OneLife y Airbit Club. Los tres figuran en una larga lista: el sitio Bitcoin Bad List, un inventario generado por usuarios que da cuenta de 5033 posibles fraudes a la fecha.
Problemas en las fábricas
Hace un mes, el emprendimiento Prodeum, que prometía "revolucionar la industria de la fruta y los vegetales", usando la cadena de bloques o blockchain, empezó a vender su propia moneda virtual en Internet. La causa atrajo a inversores con conciencia ecológica. En medio del proceso, desapareció su cuenta de Twitter y Telegram, los mails empezaron a rebotar y la página web que alguna vez lució profesional se puso en blanco. Salvo una palabra: "pene", en inglés. Hoy está fuera de servicio.
La oferta pública de monedas (ICO) es un mecanismo de financiamiento de startups, donde la empresa crea su propia ficha virtual o token y la vende por Internet a inversores, quienes apuestan a que un día será un éxito tan grande como lo fue bitcoin. Se crearon más de 250 desde 2017 y levantaron fondos por US$5000 millones. La empresa no entrega participaciones a cambio y tiene mínimas, si no nulas, obligaciones futuras. No todas son estafas, pero se dan condiciones para que proyectos serios convivan con esquemas malintencionados. La Comisión Nacional de Valores advirtió en diciembre sobre los riesgos de invertir en ellas.
"La ICO es un método totalmente válido y descentralizado para fondear una startup, donde cualquier inversor puede ser parte de un proyecto sin grandes necesidades de capital. El problema es que como cualquiera puede hacerlo, esto da también lugar a algunos emprendimientos que son una cáscara vacía, creados para recaudar fondos y nada más", explica Amati.
La publicidad digital es muy fuerte durante la venta, que puede tomar semanas. Facebook anunció hace un mes que prohibiría en su plataforma los avisos de criptomonedas, tras categorizarlos como "frecuentemente asociados a prácticas promocionales engañosas o tendenciosas". Sin embargo, sigue más que vigente en YouTube, de Google, donde la publicidad programática, una vez que detectó algún tipo de preferencia por parte del usuario, lo persigue por la Web con invitaciones a invertir.
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