Alemania olvida el apoyo de Grecia a la quita de deuda que le permitió volver a crecer
Luego de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno griego fue uno de los países que firmó en favor de reducir la deuda externa alemana; similitudes y diferencias históricas
El referéndum en Grecia que rechazó el plan de pagos propuesto por la troika hizo recordar la quita de deuda con acreedores extranjeros que benefició a Alemania hace poco más de 60 años y le permitió a su economía volver a crecer.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, Alemania Occidental debía afrontar deuda externa que se devengaba del Tratado de Versalles, costos bélicos y préstamos que recibió para la reconstrucción básica de su economía. A comienzos de la década del ‘50 la carga era pesada.
Hacia 1953, el gobierno del canciller Konrad Adenauer renegoció con los acreedores externos y logró una quita del 50% en la deuda, que se vio reducida de 30 a 15 millones de marcos de entonces. Entre las condiciones de pago estaba que el país tenga superávit comercial, para así incentivar a la exportación de bienes y estimular crecimiento.
El acuerdo fue firmado el 27 de febrero de 1953 por Hermann Josef Abs, un histórico presidente del del Banco Central de Alemania. Del otro lado del escritorio, entre los acreedores, se encontraba un grupo de países liderado por el binomio Estados Unidos - Inglaterra. Y, casualmente, Grecia fue uno de los que firmó en favor de la quita.
Tal como recordó Eduardo Porter en The New York Times, la bibliografía sobre análisis de crisis de deuda muestran que los países que han logrado son aquellas que recibieron una quita (del 43% promedio) y lograron desfibrilar su corazón económico. En particular, los trabajos de Carmen Reinhart (Harvard) y Timothy Guinnane (Yale) son la mejor prueba para estas afirmaciones.
El argumento griego
Grecia conoce estos avatares de la historia de Europa Occidental. En particular, el gobierno del primer ministro Alexis Tsipras. La temática no le es ajena por consejo de su equipo. El principal asesor económico de la coalición de izquierda Syriza es John Milios, quien estudió su doctorado en Osnabrueck (Alemania) y se especializó en economía marxista.
Milios fue un impulsor intelectual del referéndum y nutre a Tsipras con los detalles del "Acuerdo de Londres sobre Deuda Externa Alemana". En repetidas entrevistas ha declarado que Grecia ahora merece el mismo tratamiento que recibieron los germanos en los ‘50.
En rigor, Alemania es el principal acreedor de Grecia con deuda por U$S 68.200 millones originada casi en su totalidad por préstamos otorgados para "rescate financiero" y algo más de bancos locales. En la lista siguen Francia (43.800 millones); Italia (38.400 millones) y España (25.000 millones).
Como en todo proceso histórico hay que considerar los matices de cada proceso social y económico. En este paso, la contraposición más inmediata son las propuestas sobre qué hacer con los rescates financieros o quitas de deuda.
La canciller alemana Angela Merkel es una dirigente de centro derecha que debe explicar a sus votantes por qué destina dinero de los impuestos en ayudar a otro país. El proceso es indirecto, pero son las críticas políticas que surgen en momentos de zozobra de la unión monetaria.
Merkel, por formación intelectual y tradición partidaria, considera que la iniciativa privada prima en el todo proceso de crecimiento económico sostenido. Mientras que el Estado regula y trata de disminuir las desigualdades. Su partido, la Unión Demócrata Cristiana, es el mismo de fundó Adenauer y comandó el destino de Alemania en los veinte años de la posguerra entre 1949 y 1969.
Luego de la quita de 1953, Alemania inició un fuerte proceso de reindustrialización que luego dio paso a la reconstitución del estado de bienestar que otorga a su población uno de los mejores sistema de cobertura social del planeta.
Por otra parte, la desconfianza que abiertamente expresa Berlin sobre Grecia está cimentada en las 40 promesas del plan de gobierno que anunció Tsipras en caso de llegar al poder. Van desde nacionalización de bancos hasta una serie de costosos subsidios para los cuales -literalmente- no tiene cómo afrontar.
El programa de Syriza no menciona la palabra industria y casi no explica cómo hará el país para recomponer su aparato productivo y hacer crecer el PBI. Tan sólo menciona que "se comenzarán a pagar las deudas una vez que el crecimiento y el empleo retornen". Suena como una obviedad muy consecuente pero poco explicada.
Durante los últimos quince años, los gobiernos griegos han tomado préstamos que han traducido en beneficios inmediatos pero que no se orientaron en generar innovación y expandir el parque industrial para lograr ingresos genuinos de divisas. Así hasta que el ciclo se volvió insostenible luego de la crisis financiera internacional de 2009.
¿Por qué Grecia no volvería a alimentar el círculo vicioso que lo llevó a la ruina? Merkel, al frente del timón de la Unión Europea, no ve señales en otro sentido. Claro, la ontología de la política también amerita otro tipo de preguntas más ontológicas: ¿Syriza prometió lo que los votantes querían escuchar o efectivamente no admitirá ningún matiz en sus ideas? Las respuestas deben formularse ingenuidad.
Los que pagan
Las crisis profundas de deuda soberana suelen tener casi siempre el mismo común denominador: suelen gestarse entre instituciones débiles, reglas poco claras, intereses concentrados y líderes populistas (que a veces también son mesiánicos). Y, en definitiva, estas rupturas terminan siendo pagadas por los pueblos.
Al respecto, John Milos aporta una perspectiva interesante: no puede culparse a un pueblo de por los desmanejos de sus gobernantes. Y allí es donde apunta hacia Alemania: el horror nazi que generó inconmensurables costos sociales y económicos al resto del Europa durante la primera mitad del siglo XX no es culpa de cada uno de los alemanes.
Así el debate intestino se centra en si Grecia merece las mismas oportunidades por formar parte del mismo club que sus acreedores.
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