Alejandro Díaz, CEO de AmCham: “El desafío es cómo se recupera el poder adquisitivo a partir de abril”
El número uno de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina dijo que prevé una inflación de entre 7% y 8% en junio y que puede haber un riesgo inherente si la sociedad no puede asimilar el impacto que le genera en su metro cuadrado
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En una entrevista con LA NACION, Alejandro Díaz, CEO de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (AmCham), analiza la situación económica, social y política, y explica el impacto de las medidas en las empresas socias de la cámara (alrededor de 700).
Como todos los años, la AmCham desarrollará el martes próximo su Summit anual, una reunión en la cual líderes empresariales, políticos, judiciales y sindicales debaten sobre los desafíos del país y el grado de compromiso que tiene cada uno. Bajo el concepto de “Una Argentina viable”, estarán presentes el ministro de Economía, Luis Caputo; el presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, y los gobernadores Jorge Macri (CABA), Alfredo Cornejo (Mendoza), Martín Llaryora (Córdoba) e Ignacio Torres (Chubut), entre otras personalidades destacadas.
–¿Qué análisis hace de la situación económica?
–La fuerte restricción del gasto y la limitación en la emisión monetaria están generando una desaceleración relevante en términos inflacionarios. Probablemente se empiecen a ver números más positivos en mayo o junio, donde tal vez ya tengamos un dígito de inflación. Nuestra perspectiva es una inflación de 7% u 8% en junio. Eso nos daría la posibilidad de entrar en el segundo semestre con otros indicadores inflacionarios distintos, a pesar de que la proyección anualizada sigue estando arriba de 200%. Lo que hay que entender es la diferenciación entre inflación y aumentos de precios. Estamos viviendo un proceso donde, por un lado, hay una fuerte contracción de los pesos, que hizo que tengamos el diferencial de tipos de cambio [brecha] por abajo del 30%, que era probablemente inesperado hace tres meses atrás. También está el problema del fuerte reajuste de los precios, que tiene dos o tres meses más. Por primera vez después de 20 años, las empresas empiezan a manejar sus políticas comerciales con razonable libertad, si bien aún el proceso de importaciones no está 100% terminado. Eso lleva a aplicar el concepto de la elasticidad, donde se mide el precio de los productos en función a la demanda.
–¿La desaceleración tan fuerte de la inflación muestra la contracara de la recesión?
–Absolutamente, pero esto no es un fenómeno nuevo, esto lo vimos en 2000. Cuando era director de PepsiCo, en 2002, me cayó el volumen de ventas 32% en dos meses. Es lo que estamos viendo ahora. Si vemos lo que son productos de consumo, en febrero van a estar alrededor del 22% o 24% abajo.
–¿Cuánto puede durar esto?
–La pregunta es si económicamente esto va a ser una recuperación del estilo “V” o una pipa, como el logo de la marca deportiva. Lo veo más como una pipa. Estoy hablando de los productos de consumo masivos, que son los que impactan a las personas de manera directa. Creo que va a haber una recuperación entre abril y junio, y después mejora probablemente con números ya positivos en el segundo semestre. Hay que hacer igual una diferenciación entre las empresas de consumo, que están sufriendo, las de servicios del conocimiento, que siguen creciendo a ritmo positivo, y las de energía, que también están sufriendo, como las generadoras de electricidad. El sistema eléctrico está en una situación de quiebre y va a depender de cuándo vuelva la liquidez con la cancelación de las deudas pendientes en manos de Cammesa [compañía eléctrica controlada por el Estado]. Estamos en una crisis energética importante, que tensionó el mercado eléctrico.
–¿Cuán sostenible es la baja del gasto que mostró el Gobierno, si se pisaron transferencias a distintos sectores, como la energía?
–No tengo la autoridad para decir cuán sostenible es, porque no conozco en detalle dónde fueron los cortes. No sé qué decisiones han tomado en lo financiero para llegar al déficit cero. Lo que sé desde la perspectiva de las empresas energéticas es que la situación es compleja. Si no se empieza a pagar la deuda, habrá problemas para pagar los sueldos, ya no estamos hablando de mantenimiento de plantas. Y está el otro tema estructural: muchas de las concesiones están vencidas con prórroga de su asignación [como algunas centrales hidroeléctricas].
–¿Cómo ve la situación social?
–Lo social es muy preocupante y se mezclan muchos factores. Uno es la pérdida de poder adquisitivo. Vamos a tener un poquito menos del 70% de inflación en tres meses y, ¿cuál fue el ajuste salarial pertinente? Los jubilados van a perder casi 30 puntos de poder adquisitivo; cobran un salario que con el bono llega a $200.000 [la mínima]. Para los trabajadores formalizados, en muchos sectores no han podido hacer ajustes en línea con el aumento inflacionario. Hoy, hay una porción muy importante del formalizado que está por debajo de la línea de pobreza. Ni hablemos del no formalizado, que es el que está en la peor situación. Imaginemos la adecuación que tienen que hacer en sus carteras de compras para manejar esta crisis que se está entablando. Esto se ve en los hábitos de compra en el retail [supermercados]. Antes era habitual que se pasaba de las primeras marcas a las segundas, y de las segundas a las marcas blancas. Pero ahora directamente se están dejando de consumir categorías que son de gratificación. Si vamos al consumo básico, el precio de la leche aumentó 350%.
–El consumo de la leche cayó 15% en enero con relación a un año atrás...
–Es preocupante, porque, si la leche, que es un insumo básico, tiene ese nivel de caída, demuestra que el impacto socioeconómico es terrible.
–¿Era inevitable la magnitud de esta crisis?
–Absolutamente. Había una manera de evitarlo, que era seguir haciendo lo mismo que hicimos los últimos 20 años, pero nos llevaba a la decadencia perpetua. Después discutimos si el 100% de las decisiones están en la línea correcta. Pero cuando se libera el mercado y se desregula, hay hasta un año de ajuste de precios para arriba y para abajo. Es inevitable. Hay una empresa socia de la cámara que bajó el precio de su producto 45% la semana pasada, porque se va ajustando en función de la demanda. Los productos que se escaparon en precio van a tener que reducirlo porque no los compra nadie. Es difícil determinar las comparaciones de precios, que es el otro gran problema cuando hubo muchos años con precios absolutamente controlados con mecanismos que nada tenían que ver con la realidad económica y social de las empresas. Lamentablemente, es así. Iba a ocurrir cuando se sinceran las variables. ¿Con este nivel de intensidad? Casi seguro. El desafío es cómo se recupera el poder adquisitivo a partir de abril.
–¿Ve una situación de empresas cerrando o en crisis?
–De las que integran la cámara, puede haber alguna empresa que por ejemplo no renovó los contratos de empleo terciarizado, porque por el volumen no ameritaba esa cantidad de empleados, pero no era personal de planta. Esto está pasando. Vamos a verlo en las automotrices y las autopartistas cómo impacta la caída en este primer trimestre de los volúmenes, que son muy relevantes. Puede haber algunas empresas que hagan vacaciones o mantenimiento y cierren la planta. Por ende, puede haber algún problema de ajustes. Sobre la hipótesis de que el programa va a funcionar, yo creo que es de tránsito y no va a ser una tendencia.
–¿Por qué no funcionaría?
–El impacto social es un elemento determinante que se va a manifestar a partir del apoyo o no de esas medidas. Eso puede ser un riesgo inherente si la sociedad no puede asimilar el impacto que le genera en su metro cuadrado. Si yo no puedo sostener mi metro cuadrado, no voy a apoyar el plan, aunque a largo plazo me digas que es maravilloso. Por suerte, las organizaciones de la cámara tienen esa capacidad de espera en el tiempo y, por ende, si la dirección es la correcta, que es lo que creemos, habrá paciencia y administración de las circunstancias coyunturales. Nuestras organizaciones pueden darse el lujo de esperar. Pero la sociedad tiene sus particularidades y sus vulnerabilidades que lo hace difícil. Vamos a ver el Estado cómo responde también para compensar esas vulnerabilidades. Hay que ver el nivel de tolerancia y frustración al desarrollo de los próximos tres o cuatro meses.
–¿Cómo ve la tensión con los gobernadores y con el Congreso en pocos meses de gestión?
–Son tácticas de gobierno que a mí no me cabe evaluar. Ellos han tomado una decisión concreta que es ir al ajuste desde el día uno. Por eso emitieron un DNU de 300 artículos y un proyecto de ley ómnibus de 600 artículos. Eso fue una estrategia, que a la luz del pasado, hasta te diría razonable.
–¿Por qué?
–Porque ya lo vimos con el gobierno de Mauricio Macri. Hay tantos intereses particulares creados, que fueron parte del gran negocio populista de la Argentina, que la única manera de hacer el ajuste es destruyendo esos intereses. La decisión de salir con todo el paquete, en mi opinión, fue correcta, porque para transformar hay que patear el hormiguero. No sé si es recomendable entrar en un conflicto múltiple, pero creo que hay una decisión de construcción del relato.
–¿Qué opinión tiene del Pacto de Mayo anunciado por Milei?
–Me parece correcto, oportuno y necesario. Porque cuando tenés debilidad en el Congreso, por mucho que vos puedas administrar un país con decretos, tenés un techo en situaciones que son absolutamente delicadas. La reforma laboral es imprescindible, como también el sistema tributario y el previsional.
–¿La situación actual es similar a 2001?
–No es similar, hasta el mundo no es el mismo. Hay todo un fenómeno de transformación global, donde se discute hasta la globalización. Hay un concepto de regionalización que está perdurando. Las dificultades de logística son complejas y el mundo tiene que desarrollar centros productivos cercanos a las áreas de consumo. La Argentina también es distinta. En 2002 veníamos de una ecuación de precios uno a uno, donde había deflación. Ahora entramos en un esquema de recesión con inflación del 200%. El reacomodamiento de precios en 2002 fue fuertemente limitado por la caída de los volúmenes de manera directa. Había 48% de inflación con 290% de salto del tipo de cambio [salida de la convertibilidad]. Eso no se va a repetir. La inflación va a desacelerarse si las políticas macroeconómicas son acertadas, pero vamos a terminar otra vez con inflación arriba del 200% anualizada. En 2002 los precios se ajustaron a una velocidad muy lenta, porque realmente la demanda no traccionaba y la referencia de precios era muy fuerte. Un litro de gaseosa, un peso. Hoy no hay referencia de precios. Lo parecido es la fuerte caída de la demanda, pero ahora la sociedad está mucho más vulnerable. En 2002 era importante el impacto, pero fue una recuperación en “V”. Ahora es distinto, las distorsiones de los últimos tres años fueron suficientemente graves desde el punto de vista social y macroeconómico que van a generar mayor dolor en la sociedad.
El autor es contador recibido en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde luego ejerció como docente; fue presidente de PepsiCo Argentina (1990-2003) y gerente general de Natura Cosméticos (2004-2006); desde 2007 lidera la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (AmCham)
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