En Olivos. Una cena con empresarios top para anticipar el futuro de la economía
La urgencia por los dólares obligó al presidente Alberto Fernández intentar reconectarse con los más importantes empresarios de la Argentina. La cena íntima fue el lunes en la Quinta de Olivos. Allí se anticiparon algunas de las medidas económicas que fueron anunciadas ayer, se habló de la cuestión sanitaria por la pandemia y de las malas señales, hoy encarnadas en el "aporte extraordinario" a las grandes fortunas y en argentinos con capital que se van del país.
En el encuentro de tres horas con el Presidente -descripto como "amable"- estuvieron Miguel Acevedo (UIA), Luis Betnaza (Techint), Roberto Urquía (AGD), Miguel Ángel Rodríguez (Sinteplast) e Iván Szczech (Cámara de la Construcción). Paolo Rocca y Alejandro Bulgheroni estaban invitados, pero ambos volvían del exterior (de Italia uno y de México otro) y quedaron en cuarentena. Además, participaron de la reunión el ministro de Economía, Martín Guzmán; su par del Interior, Wado De Pedro y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz.
Pero el desfile empresario fue mayor. El sábado ya habían visitado a Fernández una primera camada de hombres de negocios. Daniel Herrero (Toyota), Martín Migoya (Globant), Roberto Murchison (IDEA) y Roberto Alexander (IBM Argentina), entro otros, lo vieron. "Fue para hablar de las urgencias del momento y acercar posiciones", contó uno de los presentes en el encuentro. Un tema fue la ley de economía del conocimiento cajoneada en el Senado que conduce Cristina Kirchner. "Yo creo que Alberto la va a mover", se esperanzó uno.
La vicepresidente no fue tema de las charlas. Ni el sábado ni el lunes. En la cena de Olivos no hubo alusiones personales para mantener el buen clima, pese a que muchos de los comensales entienden que el problema de confianza en la economía es político. "A Alberto no lo ayuda su propia interna. Adentro del Gobierno tiene un accionista que no lo quiere", dijo un comensal, que analizó que el per saltum de la Corte Suprema le solucionó al albertismo un fuerte ruido político en la calle. Sólo el kirchnerismo duro atacó el freno que puso la Justicia.
En la cena hubo, claro, diferencias de cosmovisiones. Por ejemplo, entre De Pedro y Madanes Quintanilla a la hora de pensar en los consensos necesarios para que el país se ponga de pie. En un extenso monólogo, el ministro del Interior hizo un contrapunto con las bases existentes hoy y aquellas que caracterizaban a los 70. "El problema es que una parte del Frente de Todos quiere militar y no gestionar", interpretó un hombre de negocios. "Eso en un panorama que no es bueno. No estamos en 2002. Acá todo se pone en marcha muy despacito", aclaró otro.
Fernández habló de la urgente necesidad de que la agroindustria liquidara exportaciones ante la caída de reservas. Expuso las iniciativas que ayer llevaron a bajas temporales en las retenciones del complejo sojero con subas escalonadas. Los empresarios las consideraron insuficientes. La industria de la molienda está recibiendo de los productores un tercio de lo que podría procesar su capacidad instalada por las expectativas de devaluación. Esos exportadores tampoco se pesificarían a pesar de un temporal diferencial de compra y venta sin conocer costos de reposición. Los empresarios creen que sigue habiendo una mirada sesgada con el campo y que el anuncio de compensaciones no hace más que echar leña al fuego.
Los grandes industriales avalaron las señales de precio por baja de retenciones y suba de reintegros, sobre todo en insumos, por la "competencia" con China. No todos están contentos. Las automotrices afirman que la baja de derechos es "marginal" en su caso, ya que excluye a Brasil. La idea de que sea incremental trae otro problema. El mercado está tan destruido que la base de comparación elimina cualquier baja de impuesto para esas exportaciones. El reembolso de reintegros es positivo -aclaran-, pero no compensa los impuestos en la cadena.
El clima de negocios no es bueno. Fue un tema de conversación con los empresarios, que enumeraron las decisiones de algunas multinacionales en las últimas semanas, pero también a conocidos empresarios nacionales que agarran las valijas. En ese contexto, la Unión Industrial Argentina (UIA) ya había hecho públicas sus críticas al llamado "impuesto a la riqueza", que impulsa el banquero Carlos Heller, un claro golpe a la intención de lo que Madanes Quntanilla analizó en el encuentro es la reconstrucción de una "burguesía nacional". El Presidente escuchó y tomó nota, pero los empresarios dudan que haya un freno a una idea auspiciada por Máximo Kirchner. Será otra vara para medir el juego interno en el Gobierno.
La crisis económica y política tiene a la pandemia del coronavirus como marco dramático. Fernández se sinceró con sus comensales. Les dijo que la actual situación sanitaria de la Argentina no es la que esperaba a comienzos de año, que el virus se extiende, sobre todo en el interior del país, y que las soluciones no están a la vista. Tampoco la vacuna.
Los empresarios vieron como un gesto positivo la decisión presidencial de escuchar y el anuncio de medidas basadas en incentivos. Saben que son insuficientes y que no habrá un megaplan ni un superministro. Esperan los próximos pasos políticos para ver si la confianza puede comenzar a reestablecerse. Pero tienen aún muy fresca la invitación del Presidente a Olivos para dar señales a la inversión que terminó días después en el anuncio de intervención de Vicentín o el acto del 9 de Julio con el G6, que fue censurado en la cuenta de Twitter de la vicepresidenta.
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