Alberto Borrini, un pionero en el periodismo especializado en publicidad
El periodista y escritor murió el domingo a los 90 años; había cofundado la revista Mercado y fue columnista de LA NACION, entre otros medios; recibió el Premio Konex de Platino y el Golden Brain
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Alberto Borrini dejó una huella imborrable en el periodismo especializado en publicidad, marketing y comunicación, pilar desde el que forjó una extensa carrera que incluyó, entre otros hitos, la cofundación de la revista de economía y negocios Mercado, y la publicación de una decena de libros, entre los que se destacan El siglo de la publicidad y Cómo se hace un presidente. El pasado domingo 3 de abril murió. Tenía 90 años.
Borrini había nacido el 18 de junio de 1931 en la localidad de Sáenz Peña, provincia de Buenos Aires. Se graduó en 1955 en la Escuela Superior de Periodismo y completó sus estudios en España: en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid en 1956 y en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid en 1957.
Estuvo casado con Mabel Belizán, compañera incondicional (murió en marzo de 2020), con la que tuvo a su única hija, Daniela, que le dio dos nietos: Rodrigo (1994) y Lucía (2002). Era amante de la buena pasta (especialmente de los spaghettis) acompañada de una copa de vino, y también del infaltable café a la tardecita.
Luego de llegar a los cargos de prosecretario de Redacción del semanario Primera Plana –que había fundado en 1962 Jacobo Timerman– y secretario de redacción de Competencia, en 1969, comenzó a dejar su huella en el periodismo especializado argentino al fundar, junto a Julián Delgado, Raúl Sarmiento y Mario Sekiguchi, el semanario Mercado. En julio de 1976 el grupo se hizo cargo de El Cronista Comercial y sus cuatro fundadores asumieron la conducción.
Santiago García Rúa, que trabajó con él en los inicios de la revista Mercado, cuenta que aprendió más de publicidad con él que lo que podría haber aprendido en una agencia. “El gran mérito de Alberto fue haber convertido temas como publicidad, medios o marketing en secciones permanentes. Antes se escribían notas esporádicas sobre eso, pero nosotros hacíamos un artículo cada semana”, recuerda.
Entre 1986 y 2012 fue columnista semanal de LA NACION y, entre 2000 y 2018, de la publicación Adlatina, con una columna titulada El espacio de Alberto Borrini. Recibió el premio Konex de Platino en 1987 y el Golden Brain en 2005.
Escribió, como se dijo, una decena de libros, entre los que se cuentan ¿Quién le teme a la publicidad? (1976), El quinto poder (1980), El silencio no es negocio (1983), Cómo se hace un presidente (1984), La vida privada de la publicidad (1990), El mercado de la opinión pública (1993), La empresa transparente (1997), Cómo se vende un candidato (2003 y 2005), El siglo de la publicidad (1998 y 2006) y Entre marcas (2017).
En 1993, en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), fundó el Instituto de Estudios de la Comunicación Institucional.
Meticuloso, ordenado y muy profesional, según lo describen sus allegados, Borrini marcó un antes y un después en lo suyo. “Alberto, sin haber trabajado nunca en una empresa de publicidad, fue uno de los personajes más importantes que hubo en ese rubro. Fue uno de los grandes próceres de la publicidad. Él entrevistó a los monstruos sagrados de la publicidad, el marketing y la gestión en los Estados Unidos. Fue, además, el que trajo el premio Clío a la Argentina”, remarcó García Rúa.
Su nieto Rodrigo lo recuerda madrugador hasta sus últimos días. “Jamás lo escuché decir que iba a dormir la siesta. Después del almuerzo, se metía en su oficina a escribir. Su casa está llena de libros porque, como buen escritor, siempre decía que ningún libro se tira. Siempre fue mi ejemplo. Admiré desde chico cómo siendo una persona que en su niñez no tenía prácticamente nada logró conseguir una beca para estudiar en España y volcar todos sus conocimientos acá, en su país.”, comentó.
Hincha de River (“pero no tanto”, aclara su nieto), era fanático de las series detectivescas, del estilo Montalbano, y de las películas europeas. Según cuentan en su círculo íntimo, el 90% de las veces que escuchaba música era jazz o blues. “Tony Benett era uno de sus estandartes”, remarcan.
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