Al ministro Levy no le alcanzan las tijeras para cortar el déficit de Brasil
BRASÍLIA—Cuando asumió el timón del Ministerio de Hacienda a comienzos de este año, Joaquim Levy fue elogiado como el hombre que iba a imponer mano dura y disciplinar el gasto fiscal de un gobierno izquierdista que se había caracterizado por su generosidad.
Apodado "Joaquim manos de tijera" por su predilección por los recortes de gastos, este economista conservador con doctorado de la Universidad de Chicago fijó ambiciosas metas fiscales y prometió restaurar la confianza de los inversionistas en el país.
Sin embargo, tras apenas nueve meses en el cargo, Levy arrastra problemas de credibilidad, generando dudas sobre cuánto tiempo permanecerá en el gobierno.
Muchas de sus medidas de austeridad han sido diluidas o estancadas por el Congreso. En lugar de mejorar, las finanzas del país han empeorado, la economía atraviesa por su momento más delicado en los últimos 25 años y el país corre el riesgo de perder su codiciado grado de inversión.
Las críticas arreciaron la semana pasada, cuando el equipo económico de la presidenta Dilma Rousseff, encabezado por Levy, presentó ante el Congreso un presupuesto para 2016 caracterizado por los déficits. La ley proyecta un déficit antes del pago de intereses equivalente a 0,5% del Producto Interno Bruto (PIB), un giro importante frente a una previsión anterior de un superávit primario de 2%. Es la primera vez en la historia en que un gobierno brasileño reconoce abiertamente su incapacidad para manejar sus cuentas.
En una conferencia de prensa en la que parecía abatido, Levy endosó la responsabilidad al Congreso para que "ordenara su casa" y ayudara a cerrar la brecha, una táctica que irritó a una serie de legisladores.
El ministro de Hacienda también se ha ganado la enemistad de los sindicatos que se oponen a sus propuestas para recortar prestaciones a los trabajadores y retrasar los beneficios de jubilación. Los empresarios, por su parte, se han rebelado contra la insistencia de Levy en subir los impuestos para disminuir el déficit fiscal y pagar una deuda que asciende a 64,6% del PIB.
"Si el ministro de Hacienda no tiene la competencia para encontrar otras formas de resolver los problemas económicos de Brasil aparte de las alzas de impuestos, es mejor que haga las maletas y haga otra cosa", dijo recientemente Paulo Skaf, presidente de la poderosa Federación de Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp).
Las críticas han sido tan vociferantes que se ha vuelto casi una rutina que los periodistas le pregunten a Levy si se dispone a renunciar. La posibilidad de su salida del gobierno "claramente ha aumentado y representa un riesgo significativo para el gobierno", dijo Christopher Garman, analista de Eurasia Group.
Levy, quien no quiso ser entrevistado para este artículo, ha insistido que se quedará hasta que la presidenta lo estime necesario. Rousseff lo sigue apoyando.
De todos modos, incluso los defensores del ministro reconocen sus problemas. "El ministro Levy es muy creíble y comprometido a los ojos del mercado", señaló Alberto Ramos, director de estudios de América Latina de Goldman Sachs, en Nueva York. "Pero no ha sido muy efectivo a la hora de llevar adelante la necesaria consolidación fiscal".
Las dificultades han confirmado los peores temores de los analistas políticos acerca de la dupla de Rousseff y Levy.
Cuando la presidenta, una ex guerrillera de izquierda que es partidaria de una importante injerencia del Estado en la economía, anunció el año pasado el nombramiento de un "Chicago boy" a cargo del Ministerio de Hacienda a partir del primero de enero, la medida fue considerada como un matrimonio por conveniencia. En un momento en que la economía y las cuentas fiscales se deterioraban a toda velocidad, después de años de un alto gasto fiscal, la mandataria estaba bajo presión para realizar un cambio de rumbo.
Levy, que en su carrera se ha desempeñado en el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la filial de gestión de activos del banco brasileño Bradesco, era considerado una figura respetada por el mercado que ayudaría a recuperar la confianza de los inversionistas y aplacar las dudas de las calificadoras de crédito. También tenía experiencia política, luego de haber sido secretario de Hacienda durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y secretario de Finanzas del estado de Rio de Janeiro.
En un inicio, la noticia de su designación fue bien acogida por los mercados y el real se fortaleció, un fenómeno que la prensa local apodó "el efecto Levy". Un elogioso perfil publicado a fines del año pasado lo comparó con Superman.
Las expectativas, sin embargo, subestimaron las batallas políticas que ya se divisaban en el horizonte. Rousseff tenía un índice aprobación de 8% y estaba aislada, débil y a merced de un Congreso rebelde que ha rechazado una y otra vez las impopulares medidas de austeridad impulsadas por Levy.
Mientras tanto, un escándalo de corrupción de proporciones épicas se centró en la petrolera estatal Petróleo Brasileiro SA y ha abarcado a decenas de legisladores. El Congreso ha mostrado poca disposición para abordar reformas importantes que, en opinión de los economistas, son necesarias para reactivar la economía e impedir una rebaja de la calificación de crédito del país al nivel de chatarra.
En su esfuerzo por cerrar la brecha fiscal, los llamados de Levy por recortes de costos y aumentos de impuestos han enfurecido a intereses de todo el espectro político. Una reciente caricatura política mostró al ministro colocando una trampa para robar un pedazo de queso a un ratón, subrayando la necesidad del gobierno de obtener nuevos ingresos.
Atribuirle a Levy la culpa del funesto estado de las finanzas brasileñas sólo resalta la disfunción que se ha apoderado de Brasília, dijo Alexandre Schwartsman, economista y ex director del banco central. Levy "es muy bueno y muy competente, pero no es Superman", dijo Schwartsman. "Un equipo de economistas que han ganado el Premio Nobel" no podría arreglar la economía brasileña mientras el Congreso siga titubeando, añadió.
No está claro si Levy logrará recuperarse y conseguir que el Congreso apruebe sus medidas. Rousseff dijo el miércoles en declaraciones a la prensa que el déficit fiscal "es un problema que resolveremos" a través del diálogo con el Congreso. La mandataria desmintió que Levy estuviera "debilitado", "aislado" o a punto de abandonar el gobierno. Esta clase de especulaciones "no ayuda al país", advirtió.
Marla Dickerson y Pablo Trevisani