Aerolíneas: un pedido de ahorro de subsidios desató una fuerte presión gremial que podría terminar con paros
La compañía ya recibió US$305 millones del Estado en los primeros seis meses de 2022, pero no le alcanzó para destrabar la presión salarial; los pilotos amenazan con medidas de fuerza
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Nadie se atrevió a sacar los trapos al sol durante las vacaciones de invierno, cuando Aerolíneas Argentina anotó buenos números en plena temporada alta. Pero por estas horas, la calma parece estar a punto de terminar. Varios gremios negocian con la empresa a mano firme, como acostumbran, para aplicar una recomposición salarial. Pero la cosa no está fácil. Entre los pedidos de frenar el gasto que la línea aérea recibió de la nueva gestión económica y los reclamos de aumento de sueldos, la operación de los vuelos podría empezar a sufrir por alguna medida de fuerza.
Eso no es todo. Empezó ahora, además, el realineamiento político. Aerolíneas Argentinas es un apéndice de La Cámpora y nada se sabe respecto de cómo se manejarán los delegados políticos que manejan la compañía con la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía. Esa postura, además, va a generar nuevos realineamientos de los sindicatos que conviven en la compañía.
El tema se centra en la importantísima cifra que ya se fue a la empresa. Según datos oficiales, en los primeros seis meses del año el Estado le giró $34.335 millones que, según el tipo de cambio en el momento de cada transferencia, equivale a US$305,8 millones. Sin embargo, todo es poco para saciar la necesidad de fondos.
Según está pactado, el lunes habrá otra reunión con los gremios. Estarán los cuatro que negocian por estos días: los pilotos, los técnicos, el personal de tierra y el superior. A las 11 se volverán a encontrar. Después de las negociaciones de esta semana con esos sindicatos, uno de ellos ha puesto más beligerancia en la mesa: los pilotos que pertenecen a APLA, dirigido por Pablo Biró.
“La empresa volvió a hacer una propuesta muy por debajo de la inflación registrada, pretendiendo imponernos de manera inadmisible una pérdida de poder adquisitivo sobre nuestros salarios”, dice un comunicado que APLA mandó a sus afiliados.
No son pocos los que leen varios movimientos más detrás de esta comunicación. Sucede que Biró sabe que el gerente general de la empresa, Pablo Ceriani, poco es lo que define en materia salarial. Escucha, anota, hace una planilla de cálculos y luego, se da vuelta y pide un cheque al Tesoro para pagar la cuenta. La gran mayoría de los gremios de transporte, no solo los aerocomerciales -quizá la excepción sean los dueños de micros de larga distancia-, convierten a los dueños o ejecutivos de las empresas del sector en meros cadetes de sus reclamos salariales ante el Estado. Y los pilotos comandados por Biró conocen el mecanismo de memoria.
La sola amenaza de medidas de fuerza suma ceros automáticamente en el cheque de subsidios. “Vencidos todos los plazos de la conciliación, estamos en libertad de acción sindical para continuar con nuestro plan de lucha por el reclamo salarial, aumentar dotaciones, el convenio colectivo, marco de la actividad, la regulación de tarifas mínimas pendiente y otras cuestiones de regulación propias de la ANAC”, sostiene el comunicado.
Como se dijo, hay varias lecturas. En uno de los gremios confiaban a LA NACION que la conducción de la empresa espera a Massa con una fuerte presión de los gremios que ya amenazan con afectar la operación. “La Cámpora va a presionar a Massa con los gremios”, dice. La presión a la que se refiere, claro está, es para sumar más subsidios. Sucede que desde los hombres de confianza del exdiputado ya le pasaron un número a Ceriani y a su jefe político, el senador Mariano Recalde, verdadero mandamás de a empresa: “Para el segundo semestre les pidieron un recorte de 30% en dólares”.
En la compañía no parecen dispuestos a semejante caída de los subsidios. De hecho, con los US$305 millones que recibieron en el primer semestre no solo que no llegaron a satisfacer el reclamo salarial (que tiene una nómina media de US$52.000 por empleado por año) sino que acumulan deuda con varios proveedores. Nadie está dispuesto a usar la tijera presupuestaria en la línea aérea de bandera.
En principio, todo parece indicar que es dinero o conflicto. “Resulta absolutamente inaceptable que este Gobierno y esta conducción que venían a revertir una realidad que resistimos incansablemente durante cuatro años, actúen con la misma lógica y quieran forzar nuevamente un ajuste retrasando aún más los salarios”, se lee.
Finalmente, los próximos pasos: “Por tal motivo, anunciamos que próximamente retomaremos las medidas de acción sindical afectando las operaciones hasta tanto lleguemos al acuerdo que hemos buscado desde comienzo de las negociaciones”.
Tal como quedó planteado, los pilotos tensaron la cuerda. Biró, además, necesitar pagar varias promesas electorales que entregó para ganar las últimas elecciones y quedarse con el gremio un período más. Entre las cosas que pretende está la incorporación de nuevos comandantes, pese a que hay varios aviones de la empresa en tierra y que el índice de vuelos es menor al que había antes de la pandemia.
Además, intentará regular de una vez las tarifas mínimas, un viejo anhelo del sindicalista para golpear fuerte a las low cost, Flybondi y Jetsmart, dos líneas aéreas que tienen representación por empresa. Promesas son promesas, piensa el sindicalista. Él sabe perfectamente como lograr que se cumplan, más aun cuando el dinero para hacerlas posibles sale del Tesoro.
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