Administrar el tiempo, un desafío personal y social
"¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo a alguien, no lo sé". En sus Confesiones, hace ya más de dieciséis siglos, San Agustín puso en el eje de una reflexión qué significa, para el ser humano, algo tan propio como inasible, tan valioso como no renovable y, según él, tan inexplicable: el tiempo.
Buena parte de las horas del día en la vida adulta está, para muchos, dedicada al trabajo. Ya sea que se hagan tareas en una organización, o que se haya asumido un rol social en forma autónoma para lograr ingresos, el cómo administrar el tiempo suele ser un tema de reflexión y análisis. ¿Ejercemos la libertad en la gestión de este recurso? ¿En cuánto queda esa libertad condicionada, o incluso anulada en la percepción personal, por condiciones como las socioeconómicas? ¿Y por los propios deseos sobre el futuro?
En lo referido a lo socioeconómico, las estadísticas ofrecen pistas. Los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec del tercer trimestre de 2019 muestran que 14 de cada 100 ocupados trabajan menos de 35 horas por semana y quieren hacerlo más (son los subocupados). La contracara es que 28 de cada 100 están sobreocupados: hacen tareas durante 45 o más horas por semana.
La encuesta no indaga sobre las razones de esos estados. Pero con recesión y alta inflación, bien podría concluirse que en gran medida esos desvíos del trabajo de "jornada plena" tienen que ver con el contexto.
Entre las causas de la sobreocupación están también, muy probablemente, las relacionadas con el uso de tecnologías y con nuevas formas de trabajo. Dependiendo de la tarea, la posibilidad de estar conectado y de hacer tareas desde prácticamente cualquier lugar es cada vez más amplia.
En este escenario entran en juego, con respecto a los límites, decisiones personales y condiciones fijadas entre partes. Más allá de eso, tomar medidas que faciliten ampliar "la soberanía sobre el tiempo" es una de las recomendaciones que la llamada Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, en un informe dado a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dejó en el capítulo referido a la necesidad de que los estados diseñen programas centrados en las personas. "Las tecnologías transformadoras y los cambios en la organización del trabajo plantean nuevos desafíos para la aplicación de los límites" del tiempo de trabajo, dice el texto. ¿Un ejemplo de medidas? Legislar sobre "el derecho a la desconexión digital".
Factor también desestructurador del tiempo, el subempleo está muchas veces asociado a las changas y al trabajo intermitente, típicos de una economía de supervivencia en contextos de pobreza. "El trabajo temporario o changa no logra estructurar el tiempo ni lo dignifica", advierten los sociólogos Guillermo Pérez Sosto y Mariel Romero, en el informe Futuros inciertos, sobre la vulnerabilidad juvenil en el conurbano bonaerense. "El trabajo es el organizador de la vida, aunque no es el único factor de integración", sostiene el escrito.
Los jóvenes son uno de los grupos más expuestos a la problemática de tiempo y trabajo. Las mujeres son otro: de las que trabajan, 52% está subocupada y 20%, sobreocupada, según una publicación del Cippec sobre Empleo, crecimiento y equidad del Cippec, basada en datos de la EPH. Entre los varones, la subocupación es de 27% y la sobreocupación, de 38%.
La fragmentación de las condiciones en que se participa de la vida laboral, se advierte en Futuros inciertos, tiene "un efecto devastador en la cohesión social". Y eso nos afecta a todos. Porque la gestión del tiempo es, en buena medida, un desafío personal; pero también, una cuestión social.
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