Abrir los barrios privados puede agravar problemas
Las personas pagan más por las propiedades si se sienten seguras, dice Elinor Ostrom
Afirmó Agustín Rossi: "Se propenderá a la eliminación de barreras arquitectónicas y urbanísticas de modo de garantizar la accesibilidad de todas las personas y evitar zonas residenciales y de esparcimiento aisladas". Agregó Julio Alak: "El proyecto permitirá que se junten en las plazas los ricos con los pobres y los dueños con los empleados, para formar la cultura nacional". Posteriormente afirmaron haber sido malinterpretados (¿no deberían los funcionarios tomar cursos de comunicación?), pero la cuestión que plantearon merita un análisis. Al respecto entrevisté a la norteamericana Elinor Claire Ostrom (1933-2012), quien en 2009 compartió el premio Nobel en economía con Oliver Eaton Williamson. Única mujer, entre los 69 galardonados hasta ahora. Mérito que se adiciona al hecho de que no era economista, sino cientista política (también Daniel Kahneman y John Forbes Nash recibieron el Nobel sin ser economistas). Se casó con su profesor Vicent Alfred Ostrom, imitando los casos de Alfred Marshall y Mary Paley, y de Rudiger Wilhelm Dornbusch y Eliana Cardoso.
¿Por qué le otorgaron el premio Nobel?
–El análisis económico denomina tragedia de los comunes al hecho de que nadie se preocupa por cuidar la propiedad común. La misma persona que en su casa tira la basura en el tacho de residuos, arroja botellas en la ruta. Se daba por sentado que la solución de la tragedia de los comunes pasaba por la intervención estatal. Analizando muchos casos concretos, como el de las praderas en el interior de Asia, el riego en Nepal y el agua subterránea en California, concluí que con frecuencia los usuarios se encargan de cuidar los espacios comunes, mucho mejor que lo que hubiera hecho el Estado. Mi conclusión es que sobre esta cuestión no hay que ser principista, sino pragmático.
En la Argentina de 2012, ¿cuál es la principal razón para vivir en un barrio cerrado?
–La mayor seguridad. Comparando los precios a los cuales se venden inmuebles similares, ubicados dentro y fuera de dichos barrios, se puede estimar el valor que la gente le asigna a la seguridad. Seguridad relativa, porque también dentro de los barrios cerrados han ocurrido asesinatos y robos, pero la probabilidad es considerada menor que fuera de ellos. Los barrios cerrados más antiguos fueron creados mucho antes de que se padeciera el actual nivel de inseguridad, pero usted me pidió que explicara lo que ocurre actualmente.
¿Qué opina sobre la propuesta gubernamental de abrir los barrios cerrados?
–Si la gente prefiere vivir en barrios cerrados por motivos de seguridad, y el Gobierno fuerza su apertura sin mejorar, pero en serio, la seguridad pública, lo que va a pasar es que las rejas que hoy rodean el conjunto de casas que integran un barrio cerrado se instalarán rodeando cada una de dichas casas.
¿Sólo al Gobierno se le ocurre esto?
–No, también a quienes creen que de esta manera mejorarán la seguridad pública. Es el mismo argumento que pretende mejorar la salud y la educación públicas, clausurando los establecimientos privados; o mejorar el transporte público prohibiendo totalmente la circulación de los autos. En economía hablamos de las soluciones de primer y de segundo mejor, terminología que en castellano no suena bien, pero alude a una idea muy importante: la solución de primer mejor ataca directamente el problema, yendo a la fuente; la de segundo mejor trata de neutralizarlo.
Usted propone atacar frontalmente el problema de la falta de seguridad .
–Exacto. Sabiendo que no es fácil, pero menos lo será si no se lo enfrenta; de la misma manera que ganar la lotería es difícil, pero más aún si no se compra ningún billete.
¿Qué quiere decir?
–Que desde hace varios años los argentinos están pagando altísimos precios, en términos de vidas humanas y momentos de gran dramatismo, por un equivocado uso de las ideas de represión del delito y garantía de los derechos humanos. Ni usted ni yo somos expertos en la materia. Pero atenta contra el sentido común la facilidad con la cual zafa quien comete un delito, o que los reincidentes no tengan que pagar penas crecientes. ¿O viola los derechos humanos que, en el fútbol, la primera falta se castiga con una tarjeta amarilla, y la segunda con una roja?
Doña Elinor, muchas gracias.
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