A las puertas de un gran salto exportador
Con sus políticas populistas durante 16 años, el kirchnerismo ocasionó una tragedia en los volúmenes de exportaciones; sin cepo y con acuerdos comerciales, la Argentina podría vender al mundo por US$200.000 millones en diez años
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Hay un dato, mucho menos mencionado que el de la explosión de la pobreza o el del bajo crecimiento del PBI, pero tan impresionante como ellos, que expresa en forma muy cruda la tragedia que representó el kirchnerismo para la Argentina. El volumen (es decir, la cantidad, sin contar el precio) de exportaciones del año 2023, cuando Cristina dejó el gobierno por tercera vez, fue levemente inferior al del 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia. La sequía del año pasado y la dilación de exportaciones tuvieron un rol en este dato, pero no tanto. Entre 2003 y 2015, cuando Cristina dejó su segunda presidencia (en ese caso en un año con buen clima), el volumen de exportaciones era solo un 4,5% más elevado que el de 2003.
La tragedia que ocasionó el kirchnerismo se ve claramente cuando comparamos la performance exportadora de la Argentina con la de países de la región. Entre 2003 y 2023, el volumen de exportaciones de Brasil, Chile y Perú creció el 101%, 36% (ya era elevado desde antes) y el 99%, respectivamente.
Entre 2003 y 2022 (tomo 2022 para evitar el efecto de la sequía de 2023), la producción de soja de la Argentina aumentó un 23%, de 35,3 a 43,3 millones de toneladas. En Brasil casi se multiplica por tres, de 52 millones de toneladas a 154,6 millones de 2003 a 2023 (allí hubo sequía en el 2022). La producción de los principales cultivos se expandió un 81% en la Argentina y un 160% en Brasil. Mientras que la producción de petróleo ascendía a 740.000 barriles por día en la Argentina y 1.560.000 en Brasil en 2003, en 2023 pasó a 558.000 y 3.500.000, respectivamente. El kirchnerismo fue lo suficientemente destructivo como para anular la capacidad productiva del segundo reservorio de shale oil del mundo. Las exportaciones de vino, después de una fuerte suba entre 2002 y 2011, están estancadas desde que se impuso el cepo en 2011, mientras que las de Chile continuaron creciendo y más que duplican a las de la Argentina.
Estos son solo unos pocos ejemplos de un fenómeno extendido. Se podrá decir que corresponden todos a productos primarios. Pero el kirchnerismo también afectó la exportación de los no primarios. Al hacerse el guapo frente a George W. Bush en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata en noviembre de 2005 cuando éste intentaba expandir el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), Néstor Kirchner le hizo perder una oportunidad histórica a la Argentina. Para comparar, las exportaciones manufactureras de la Argentina y de México a los Estados Unidos eran de US$4493 millones y US$183.563 millones en 2005, y de US$5588 millones y US$490.183 millones en 2023, respectivamente (sin olvidar que la cercanía geográfica de México a los EE. UU. es el factor más importante en este desarrollo).
Más genéricamente, países como Chile y México tienen firmados 30 y 14 Tratados de Libre Comercio, respectivamente, incluyendo Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y China; es decir, con gran parte de la economía global, contra casi nadie fuera del Mercosur en el caso de la Argentina. Es difícil convertirse en una base de producción integrada a las cadenas globales de valor industrial desde un país tan aislado.
La falta de acuerdos comerciales no fue la única causa del estancamiento exportador argentino. Fue el deliberado resultado de políticas antiexportadoras. No es casualidad que el número de empresas que exportan haya caído desde un pico de 15.100 en 2006 hasta un mínimo de 8800 en 2023.
En primer lugar, destaca la inestabilidad macro, con la inflación creciente y el tipo de cambio nominal y real (ajustado por inflación) cada vez más volátil. Es muy difícil desarrollar mercados externos con tal inestabilidad macro. Ni que hablar si a eso se le suma la inestabilidad micro, con regulaciones crecientes y arbitrarias, por ejemplo, para poder importar insumos, o mismo para exportar. Sin mencionar la corrupción, como fue el caso de las SIRA para importar durante gran parte de 2022 y 2023.
Pero las dos políticas antiexportadoras por excelencia son las retenciones y el cepo. Carlos Menem eliminó las retenciones, que llegaban hasta el 44% en 1989, y las exportaciones –muy en contrario de lo que difundieron el peronismo y la izquierda– explotaron en la década del 90. Los volúmenes exportados aumentaron un 134% durante la Convertibilidad. Las retenciones volvieron con fuerza a partir del 2002, llegando a superar el 40% en el caso de la soja mientras Martín Lousteau fue ministro de Economía de Cristina Kirchner. Según la OCDE, durante 2021-23 el productor agropecuario argentino recibió un “apoyo” negativo del Estado del 13,7% de sus ingresos brutos, contra una contribución neta del 13,7% en los países de la OCDE.
El cepo es un gran instrumento antiexportador. Lo ponen los gobiernos populistas para intentar (vanamente) evitar que el descalabro monetario que implementan impacte en las reservas internacionales y en el tipo de cambio oficial y, por lo tanto, en la inflación. Resulta, sin embargo, en un tipo de cambio oficial súper atrasado, lo que fomenta las importaciones y castiga las exportaciones.
La última de las políticas antiexportadoras del kirchnerismo, la menos entendida, es el fuerte proteccionismo a la producción local. Esta idea, que a priori parece contraintuitiva, de que un arancel a la importación actúa como un impuesto a la exportación, se la debemos a economistas de talla como Abba Lerner y Larry Sjaastad.
El argumento, supersimplificado, es que –en un contexto de recursos limitados– la protección aumenta el precio de los bienes importables, haciendo que aumente el capital y el trabajo dedicado a esos sectores para aumentar su oferta doméstica, en detrimento de los bienes exportables y de los servicios. Puesto en español llano, cuando hay recursos escasos, no hay para todo: si producimos, por ejemplo, electrónicos caros en Tierra del Fuego, quedan menos recursos para exportar, por ejemplo, automóviles eléctricos.
El gobierno de Javier Milei está atacando las raíces de este estancamiento exportador, por lo que podemos esperar que los envíos al exterior se multipliquen. Se trata, de todas maneras, de un trabajo muy parcial todavía.
El primer paso es el ordenamiento macro logrado a través de un superávit primario sostenido. Falta eliminar el cepo para unificar el tipo de cambio, y que éste tenga un nivel que no perjudique las exportaciones. Como ejemplo, cuando Brasil devaluó su moneda a inicios de 1999, las exportaciones argentinas se estancaron, una señal de alerta para el programa de Milei en momentos en que el Real acaba de pasar las 6 unidades por dólar, contra 4,8 un año atrás.
El segundo paso es la desregulación, en la que se hizo mucho, pero queda más por hacer todavía. El tercer paso es la reducción de las restricciones a las importaciones que, como argumenté, funcionan a los efectos prácticos como un impuesto a las exportaciones. El gobierno de Milei por ahora está avanzando más en la remoción de restricciones para-arancelarias (como trámites, permisos previos, cuotas y otros), que en una reducción arancelaria. Y, muy importante, resta eliminar las retenciones. Esto requiere un esfuerzo fiscal adicional significativo, ya que recaudarán un 1,4% del PBI en 2025 y no se coparticipan con las provincias. Es decir, su reducción afecta solamente a las cuentas fiscales del gobierno nacional. Finalmente, sería muy beneficioso generar nuevos acuerdos comerciales que nos permitan acceder a mercados con bajos o nulos aranceles.
El aumento de las exportaciones se va a ver primero en los sectores más competitivos, como petróleo, gas y minería, luego en el agrícola, y de a poco –si se continúa reduciendo el sesgo antiexportador y se mantiene la estabilidad– en otros sectores. En el caso del petróleo y el gas, Vaca Muerta promete una verdadera revolución. La Argentina produce hoy cerca de 700.000 barriles de petróleo por día, de los cuales el 56% proviene de Vaca Muerta. La capacidad de exportación de petróleo, que hoy es de aproximadamente 200.000 barriles por día, se duplicará en 2025 con la inauguración de la expansión del oleoducto de Oldelval. YPF y otras empresas están planificando otro oleoducto, que permitiría aumentar la capacidad de exportación unos 400.000 barriles por día para 2028. El aumento de las exportaciones petroleras, a precios de hoy, equivale a más de US$15.000 millones por año.
Las exportaciones agrícolas no remontarán el año que viene, pero sin retenciones pueden dispararse en pocos años. La Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina estima que sin retenciones y sin cepo las exportaciones del agro podrían crecer en US$30.000 millones en 10 años.
Con estabilidad, apertura e integración comercial, y sin retenciones ni cepo, las exportaciones de otros productos también subirán fuertemente con el paso del tiempo. Van unas estimaciones simples: las exportaciones de la Argentina en 2024 serán de casi US$80.000 millones, con un PBI de cerca de US$605.000 millones (es decir, un 13,2% del PBI, comparado con alrededor del 35% en el caso de Chile). Con 10 años de continuidad, pueden subir al menos a US$200.000 millones (un 20% del PBI de ese momento).
Estamos, entonces, ad portas de un boom exportador. Hay que dar, sin embargo, muchos pasos para materializarlo; el paso más importante es no volver, una vez más, atrás.
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