A la estabilidad hay que cuidarla
La historia económica argentina está signada por la volatilidad del crecimiento. En los últimos 32 años, se alternaron 15 de expansión con 17 de contracción, debido a crisis que tuvieron como común denominador colapsos fiscales (déficits financiados con emisión o sobreendeudamiento), o de sector externo (tipos de cambio subvaluados que desembocaban en déficits explosivos de la cuenta corriente). El resultado de esta excesiva volatilidad ha sido un desempeño mediocre: en ese lapso, el PBI real per cápita creció sólo 0,5% por año, en promedio.
Con esta perspectiva, podemos decir que en estos tres años de gobierno de Kirchner hubo progresos. Se logró alcanzar y mantener los "superávit gemelos" -fiscal y externo-, que redujeron la volatilidad y colocaron a la economía a resguardo de ese tipo de crisis. Sobre estos dos pilares se fue consolidando una fuerte recuperación.
Sin embargo, que se haya logrado estabilizar la economía no garantiza que la reducción de la volatilidad económica sea permanente. ¿Por qué? Porque hay tres riesgos que generan dudas a futuro.
Riesgo 1: existe la posibilidad que con el tiempo tiendan a debilitarse los superávit gemelos. En el caso del superávit fiscal, este aún es alto, pero se ha venido debilitando sensiblemente y esto genera dudas acerca de su mantenimiento en el tiempo. De hecho, el resultado financiero del sector público consolidado se reduciría de 3.7% del PBI en 2004 a 1,5% este año.
Muchos son los indicadores que reflejan el debilitamiento fiscal y dan muestras de la falta de moderación del Gobierno para contribuir a crear una reputación de mantenimiento del ahorro público: i) el resultado financiero del gobierno nacional del primer cuatrimestre de 2006 fue 1 punto del PBI inferior al de igual lapso de 2005 (1,7% versus 2,8% del Producto); ii) el gasto primario creció a un ritmo muy superior al de los ingresos (22% versus 27% a/a en igual lapso), y esta tendencia se ha venido agravando; iii) el gasto excluyendo transferencias automáticas a provincias y jubilaciones (o sea, el gasto que el Presidente realmente puede controlar) aumentó 36,5% interanual, mientras que los ingresos (netos de contribuciones a la seguridad social) sólo crecieron 19,4%; iv) sobresalieron las subas de 91% registrados por los gastos de capital (obra pública) y de 36,5% en las transferencias al sector privado (subsidios a trenes y colectivos, compra de combustible a Venezuela, mayores asignaciones familiares, etc). Y lo preocupante es que gran parte de estos gastos son inflexibles a la baja; v) como si esto fuera poco, las distintas dependencias públicas pidieron ampliaciones del gasto presupuestado por $ 7000 M; vi) la situación de las provincias es alarmante: en 2006 mostrarían un superávit primario prácticamente nulo -cuando en 2004 fue de $ 6460 M (1.4% del PBI)- y un resultado financiero deficitario (-0,3% del PBI); y vii) hay provincias con incrementos de gastos en personal alarmantes (en 2005, Buenos Aires aumentó este gasto en 40%, Río Negro en 43%, Tierra del Fuego en 45% y Salta en 47%), siendo que 50% del gasto total provincial corresponde a gasto en personal.
En el caso del superávit externo, si bien sigue siendo abultado, también ha venido debilitándose y su tendencia futura genera inquietud. En efecto, el superávit de cuenta corriente, que fue de 9% del PBI en 2002, se reduciría a 2.2% en 2006, y el superávit comercial disminuiría de US$ 16.700 M a US$ 9000 M (o sea, una caída de 46% en ese lapso, que hubiese sido de 70% de no haber tenido la ayuda de buenos términos de intercambio).
Varios aspectos generan dudas acerca de la sostenibilidad del superávit externo: i) el volumen de importaciones viene creciendo a un ritmo mayor que el de exportaciones (185% versus 28% desde 2002 a 2005) y es de esperar que esta tendencia se mantenga a futuro; ii) luce también modesta la performance exportadora argentina comparada con la de nuestros vecinos: los volúmenes exportados por Brasil y Uruguay aumentaron más de 50% en los últimos tres años versus 28% aquí pese a que el tipo de cambio real está en niveles más competitivos; iii) hoy más del 60% del superávit comercial proviene de las exportaciones de hidrocarburos, que podrían sufrir una fuerte contracción dada la falta de inversiones.
Para tener una idea, si éstas fueran nulas en 2006, se pasaría de un superávit de cuenta corriente de unos US$ 4400 M a un déficit en torno de US$ 3000 M; iv) las exportaciones muestran una alta dependencia de los vaivenes de los precios internacionales de las commodities. Bajo un eventual escenario de moderada caída de las cotizaciones, el superávit de cuenta corriente podría evaporarse en menos de tres años.
Riesgo 2: se carece de voluntad política para aplicar políticas anticíclicas que permitan moderar las fluctuaciones de los ciclos. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, hoy están dadas las condiciones para adoptar políticas anticíclicas: no existe déficit fiscal financiado con emisión, las necesidades de financiamiento del Tesoro son reducidas, no hay déficit cuasifiscal, y el sistema financiero no muestra problemas de liquidez ni solvencia. Sin embargo, el Gobierno parece renuente a aplicar políticas de moderación del ciclo económico.
La última duda
Riesgo 3: persiste la fragilidad del marco institucional, con lo cual aún si se mantuvieran los superávit gemelos, no se puede garantizar que una crisis se gatille de todos modos con el paso del tiempo. El riesgo del débil marco institucional es doble: no sólo pende como amenaza sobre los superávit gemelos, sino que también puede generar crisis directas.
Sobre lo primero, pueden llegar a perderse los buenos fundamentals macro alcanzados ante la ausencia de reglas (ley de responsabilidad fiscal creíble) y reformas (coparticipación), que nunca llegan producto de la debilidad institucional, caracterizada por un Ejecutivo todopoderoso, sin contrapesos y sin oposición articulada. Sobre lo segundo, hoy nada asegura que una avalancha de malas decisiones (que amenacen las oportunidades comerciales, la infraestructura, la estabilidad política, etc.) no genere fuerte descontento en determinados sectores de la sociedad, precipitando una crisis (como el caso de las vedas a las exportaciones).
En síntesis, con superávit gemelos y un alto nivel de actividad hoy existen condiciones únicas para evitar los errores del pasado. Aprovechar estas condiciones requiere la expresa voluntad del Gobierno de adoptar políticas anticíclicas que moderen el ciclo y maximicen la tasa de crecimiento de largo.
También se requiere de la construcción institucional que no sólo preserve e institucionalice los logros alcanzados sino también provea un adecuado sistema de contrapesos que limiten el excesivo poder discrecional del Presidente, deparando un mayor margen de previsibilidad a futuro.