A la altura de las expectativas
En los últimos tiempos, al menos dos veces por semana, recibo visitas de inversores internacionales con una pregunta excluyente: ¿cuál será el escenario económico a partir de las elecciones? Su visión es favorable porque la Argentina viene de años oscuros en su economía. Estiman que con un poco de profesionalismo y coordinación, los problemas que enfrentamos no son difíciles de resolver. Cuando comparan la valuación de los activos de nuestro país en relación con la región, y aun después de la suba en los precios de los títulos, concluyen: "La Argentina todavía está barata en comparación con sus vecinos".
Todo esto da cuenta de que el próximo gobierno estará a la altura de las circunstancias, comenzando a desactivar el campo minado a través de la atracción de todos los dólares que necesitamos para poner en marcha la producción y el empleo. Sin embargo, las expectativas hay que cumplirlas y para eso las primeras medidas serán determinantes. Uno de los frentes más urgentes será el monetario-cambiario.
El punto de partida nos muestra la aceleración de la expansión monetaria, la pérdida de calidad de las reservas y el deterioro patrimonial del Banco Central (BCRA). La base monetaria está creciendo en torno al 30% interanual; los pasivos monetarios, cerca del 60%, y la expansión monetaria por sector público roza los $ 180.000 millones en los últimos doce meses, mientras que ya en el primer bimestre del año cuadruplica lo que recibió el Tesoro del BCRA, en comparación con igual período de 2014. Tanto por un lado (las ventas de dólares del Banco Central por casi 1000 millones) como por otro (los ingresos de yuanes de dudosa disponibilidad) muestran la invariabilidad de las reservas internacionales.
Según los últimos estados contables, las letras intransferibles y los adelantos transitorios (activos de pésima calidad) excedían en $ 600.000 millones los casi $ 110.000 millones de patrimonio del BCRA, en tanto que ese "rojo económico" ya se aproxima a los $ 610.000 millones. Toda esta inmensa debilidad, que aumenta mes a mes, impide recuperar crecimiento económico, consolida la inflación en 30% anual y garantiza un importante desalineamiento cambiario.
Casi un lustro atrás, el Central tenía libertad en el manejo de los instrumentos monetarios. La política era prudente, marcando un sendero que nos permitiera salir de la crisis, e iba de la mano con la acumulación prudencial de reservas internacionales. Esto permitía que las letras emitidas por la institución (Lebac) fuesen "exclusivamente" instrumentos de regulación monetaria.
Equilibrio perdido
No sólo el precio del dólar del mercado único y libre de cambios estaba alineado con el cociente entre los pasivos monetarios y las reservas internacionales, además la distribución de utilidades decidida "profesionalmente" tenía en cuenta el balance entre los adelantos transitorios y la letra intransferible con el patrimonio de la entidad monetaria.
Cinco años después, sin compromiso alguno en materia de emisión de todos los dólares/pesos que el gobierno nacional solicitó, el valor del dólar oficial apenas si representa aproximadamente un tercio de la relación entre los pasivos monetarios y las reservas internacionales. Además, en estos 62 meses, la emisión monetaria para financiar al sector público superó los $ 370.000 millones, anulando la eficacia de la política monetaria, habida cuenta de haberse convertido en la chequera del Gobierno.
Es tan grotesco el proceder de la autoridad monetaria que los $ 320.000 millones en Lebac dejaron de ser instrumento de regulación monetario para ser considerados, en la práctica, como endeudamiento del sector público nacional con el mercado financiero. Ni que hablar del descalabro patrimonial derivado de la sumisión a los deseos de la señora Presidenta, que producen y producirán inexorablemente inflación, estancamiento económico y disrupción cambiaria.
Para satisfacer las expectativas en materia monetaria-cambiaria en los primeros 100 días del próximo gobierno, será imprescindible, entre otros proyectos de ley, la modificación de la vigente Carta Orgánica (desde el año 2012) que se ha caracterizado por un uso "irresponsable" de la discrecionalidad en temas tales como distribución de utilidades al gobierno nacional, la definición del nivel óptimo de reservas internacionales y la utilización de adelantos transitorios "extraordinarios". Acá, la discrecionalidad fue arbitrariedad y el necesario profesionalismo del directorio de la autoridad monetaria fue reemplazado por los deseos y órdenes del Poder Ejecutivo Nacional.
Reglas por discrecionalidad tendrá que ser la característica desde el 10 de diciembre de este año, de la ley que rija el Banco Central. La nueva Carta Orgánica tendrá que ser mucho más exigente en el uso de reservas internacionales (hasta hoy fue "abuso"), precisa en la distribución de utilidades al accionista (dada la lamentablemente inmadurez institucional de la Argentina) y limitante en la utilización de los adelantos transitorios extraordinarios (que hace ya bastante tiempo son más "bien" ordinarios). Éste es un punto inicial, pero muy importante, para que la expectativa se convierta en realidad.
El autor es ex presidente del Banco Central y actual asesor económico del Frente Renovador
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