A contramano de lo que hace el mundo avanzado
A raíz de que la inflación moviliza incrementos de los salarios nominales y los parámetros del impuesto a las ganancias no se actualizan, cada vez más trabajadores pagan este impuesto. Tanto ha avanzado esta mecánica que en 2013 es posible que un asalariado soltero con un salario promedio tenga que tributar el impuesto a las ganancias. Esto perturba a los trabajadores argentinos de ingresos medios porque, históricamente, a este nivel de remuneración no se pagaba el impuesto a las ganancias.
La pregunta que cabe hacerse es qué pasa en otros países con el impuesto a las ganancias de las personas. Según la publicación Taxing Wages de la OECD, en Australia, por ejemplo, un trabajador soltero con salario promedio paga 22% de impuesto a las ganancias; en Canadá y Nueva Zelanda, 16%, y en Dinamarca, paga 28% del salario. De hecho, en estos países, un asalariado soltero con el salario promedio paga más impuestos a las ganancias que en Francia (14%) o Alemania (19%).
Más allá de que a ningún contribuyente le gusta pagar impuestos, no parece que la resistencia de los trabajadores australianos, canadienses, neozelandeses o daneses sea similar a la de los argentinos contra el impuesto a las ganancias. La gran diferencia en estos países es que, en ellos, no se pagan o se pagan muy pocas cargas sociales. El aporte personal a la seguridad social en Australia y Nueva Zelanda es 0%; en Canadá es 7%, y en Dinamarca, el 11%. En la Argentina, en cambio, el aporte a la seguridad social es de 17% y, si se le suma el aporte compulsivo a los sindicatos, llega al 20%. Ante esta presión preexistente, si se le suma el impuesto a las ganancias, un asalariado argentino termina teniendo más presión impositiva que un trabajador de un país avanzado.
El impuesto a las ganancias es un tributo progresivo, porque su incidencia es creciente con la capacidad de pago del contribuyente y distingue por situación de familia, según la cantidad de miembros. Las cargas sociales, en cambio, son regresivas porque no distinguen el nivel de salario de los trabajadores (el mismo porcentaje paga un trabajador que gana el salario mínimo y otro que se ubica entre las remuneraciones más altas) y tampoco las situaciones de familia (paga lo mismo un soltero sin hijos que un casado con hijos).
Esto lleva a sugerir que, si el objetivo social es construir una sociedad más igualitaria y disminuir la presión impositiva en los salarios medios, en lugar de bajar la presión del impuesto a las ganancias, hay que bajar la presión de las cargas sociales. Esto se lograría simplemente con no aumentar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias e incorporar un mínimo no imponible a los aportes a la seguridad social. De esta forma, se prioriza la reducción de la presión impositiva en los salarios bajos y medios.
Con este cambio, la Argentina se incorporaría a las tendencias tributarias de los países avanzados más igualitarios. Además sería una contribución central a la reducción del empleo no registrado. Según datos oficiales del Indec, casi la totalidad de los puestos de trabajo informales son de bajo salario, es decir, no se benefician con un aumento del no imponible de ganancias, pero sí se beneficiarían con un mínimo no imponible a las cargas sociales porque aumentaría considerablemente las probabilidades de que se formalicen. Se daría así un paso muy importante en favor de un mayor desarrollo social.
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