Un argentino y un venezolano pusieron de moda los churros en Milán
Desde hace unos años es más frecuente poder comer churros mientras se pasea por Milán . Que sea así se debe, en buena medida, a dos latinoamericanos que hicieron punta; el argentino José Congiusti y el venezolano Reinaldo Rutilo. Ambos fueron pioneros y hoy cuentan con varios de los puestos en esa ciudad italiana que licitó hasta 2022 food trucks legalizando una actividad que ya existía.
Congiuti se fue de la Argentina muy chico, pero como tiene hermanos en el país en una de sus visitas pensó que hacer los churros que comía en su casa y venderlos podría ser un buen negocio para sumar a la pastelería italiana (frittelle, panzerotti salado o chambelle) que ya fabricaba. "Me llevé la churrera y empecé a probar con la masa siguiendo la receta popular argentina, harina, agua caliente y una pizca de sal. Hice pruebas durante mucho tiempo hasta salir a la calle", cuenta a LA NACION.
Desde 1988 vende en las calles de Milán; ahora tiene tres bicicletas (una en la zona del Duomo, otra en el Castillo y la tercera en la periferia) y en un "buen día" de invierno vende unos 700 churros rellenos de dulce de leche (que compra a una importadora que lo lleva de la Argentina) a un euro. "La gente los aprecia mucho; los primeros tiempos no los conocían, ahora ya está más acostumbrada y le gusta su simpleza, que sea bien de pueblo".
Durante los cuatro días de la fiesta del santo patrono de Milán llega a vencer unos 4000 y lamenta que en el puesto que tiene en estadio San Ciro no cuente con espacio suficiente para fabricarlos. "Lo mejor es que se vea cómo los hacemos, que son frescos, se fríen y se venden", dice.
Rutilo llegó de Caracas en 2001 y tres años después registró su marca, Churritos. "Me traje el carrito de acero inoxidable de Venezuela y me fui informando, probando, catando muchas recetas hasta quedarme con la de los churros clásicos españoles; pequeños y crocantes. Que sean rellenos es una particularidad netamente latinoamericana, les ponemos chocolate y dulce de leche", apunta a este diario.
Cuestan entre 3,50 euros los vacíos y cuatro euros los rellenos. De marzo a octubre el fuerte de las ventas se concentra en ferias y festivales. "Al inicio explicábamos de qué se trataba, los comparábamos con las frittelles para que les fuera más familiar, era todo un poco cómico", repasa y recuerda que el primer año arrancó en un festival y "no me fui a tablas, pero apenas gané. Se vendía poco, yo insitía. En un día vendemos unos cien y en jornada de fiesta, unos 400".
Churritos cuenta con seis remolques para festivales y una moto eléctrica que está en Milán, que es un tuc- tuc tailandés adaptado. "No sabía nada de cocina cuando arranqué pero fui aprendiendo y formándome, fui un pionero en el tema", resume.
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